“Estas elecciones nos dejaron varias sorpresas, y algunas conclusiones”
Ha pasado un poco más de una semana de las elecciones territoriales del 27 de octubre. Con prácticamente la totalidad de votos escrutados, ya conocemos los vencedores, los vencidos y los quemados. A excepción de ciertos lugares, como Montelíbano, en el departamento de Córdoba, que al momento de escribir esta columna no se había terminado de escrutar, y que presenta serios problemas de orden público debido a los posibles resultados electorales, ya sabemos quiénes nos representarán en el próximo cuatrienio en departamentos y municipios.
Hay que decir que, en términos generales, fueron unas elecciones bastante tranquilas. Y parece ser que transparentes. En un país acostumbrado a la corrupción, a la compra de votos, y a los fraudes electorales, en la mayoría de lugares parece ser que no hubo irregularidades, y que los resultados fueron los correctos. Hubo municipios, sobretodo en la Costa Caribe, donde se presentaron denuncias, vídeos y quejas ciudadanas por funcionarios públicos participando indebidamente en política, compra de votos y constreñimiento al elector. Pero no fueron la regla general.
Estas elecciones nos dejaron varias sorpresas, y algunas conclusiones. Entre las sorpresas, probablemente la principal, la victoria del joven Daniel Quintero en Medellín, la casa del uribismo. En todas las encuestas que se conocieron, incluyendo de “prestigiosas” firmas como Invamer y Guarumo, siempre apareció el candidato del uribismo, Alfredo Ramos, en primer lugar, y con una amplia diferencia sobre Quintero. En algunas encuestas la diferencia era de trece y hasta catorce puntos. Pero finalmente fue Quintero el ganador, y le sacó una ventaja de 70 mil votos al hijo de Luis Alfredo Ramos, procesado por nexos con paramilitares.
Otra sorpresa, aunque sin duda no tan grande como la de Daniel Quintero, fue la victoria de Claudia López en Bogotá. Porque si bien desde el inicio de la contienda electoral fue la favorita, y en las primeras encuestas les sacaba una diferencia abismal a los otros candidatos, de a veces más de veinte puntos, en las encuestas de las últimas semanas aparecía superada por Carlos Fernando Galán, el hijo de ese enorme político que fue Luis Carlos Galán. Y parecía que la tendencia era irreversible. Mientras Claudia bajaba, y bajaba, Galán subía. Y en todas las últimas encuestas, sin excepción, era Galán el primero. Parecía que la victoria de manera infalible sería para éste.
Pero Claudia logró sobreponerse, y revalidar el favoritismo que la acompañó durante la mayor parte de la campaña. Esa mujer hecha a pulso, caracterizada por su fuerte carácter, ese bendito carácter, que ha sido la causa de que algunos la critiquen porque la encuentran altanera, berrinchosa u ofensiva, pero que así mismo es el motivo de la admiración que ha despertado en muchos otros, que lo ven como un rasgo distintivo de una personalidad decidida, inquebrantable en sus propósitos. Soy de lo que piensa que ese carácter significa valentía, y que, siendo una mujer, y, además, homosexual, en un país de tradición machista y homofóbica, hay que levantar un poco la voz para hacer frente a las muchas voces reaccionarias que buscan agredirla sin piedad.
Otras de las grandes sorpresas se dieron en la Costa Caribe, una región donde existen unos clanes políticos claramente constituidos y posicionados, como los Char en Barranquilla y los Besaile en Córdoba, que terminan por definir y condicionar los resultados de cada elección, nacional o territorial. Pero que además tradicionalmente es una de las zonas con mayores sospechas de fraude electoral. En Cartagena ganó William Dau, (en contra de lo que decían las encuestas, que aquí también volvieron a fallar). Un candidato independiente, conocido por sus denuncias anticorrupción. Hombre sencillo, hizo una campaña muy austera, sin grandes vallas ni caravanas. Derrotó a William García Tirado, que tenía el apoyo de todas las maquinarias políticas de la ciudad.
Para los que somos defensores del proceso de paz, se dio un resultado muy esperanzador en Turbaco, Bolívar. El exguerrillero de las Farc, Julián Conrado, fue elegido como alcalde. Es el primer excombatiente que ocupará el primer cargo de un municipio. Lo que significa un gran triunfo del proceso de paz y de la democracia colombiana. Demuestra la voluntad de los guerrilleros de abandonar definitivamente las armas para reinsertarse en la sociedad civil, y de la fe que han depositado en las instituciones democráticas.
Luego de observar los resultados, y de analizar el panorama electoral, considero que se pueden sacar dos conclusiones importantes. La primera, y más importante, es que las cosas están empezando a cambiar. Creo que es la primera vez en muchos años que como ciudadanía no quedamos por completo desilusionados e indignados al ver los resultados de la elección, y que incluso nos queda cierta satisfacción. Veníamos de la frustración por lo ocurrido en el plebiscito, la consulta anticorrupción y las presidenciales. Que Claudia López haya ganado en Bogotá, la capital y ciudad más importante del país, es una enorme noticia. Porque es una mujer preparada, talentosa, que ha realizado una intachable labor en lo público, y que ha ayudado a superar prejuicios.
Lo de Daniel Quintero también es esperanzador. Por más que uno pueda no comulgar con su figura, o sus ideas, o su discurso de independencia, hay que reconocer lo destacado de su triunfo: derrotó al uribismo, la fuerza política más importante de los últimos quince años, en su propia casa. Y contra todos los pronósticos y encuestas. Y viene a confirmar que cada vez es mayor el inconformismo social hacia Uribe y su séquito.
La segunda conclusión es que hubo dos grandes perdedores: el uribismo, precisamente, que también perdió la gobernación del departamento de su líder, a pesar de que su candidato llevaba cuatro meses en campaña. Y que también obtuvo estrepitosas derrotas en otros lugares de Antioquia y el país. Y el segundo gran perdedor son las firmas encuestadoras. Sus pronósticos no solo no resultaron correctos, sino que, en ciertos lugares, como Bucaramanga, Cartagena y Medellín fueron grotescamente desacertados. Sus datos parecieron más dirigidos a encauzar el voto que en mostrar la intención objetiva. De ahí que haya surgido una propuesta para prohibirlas 40 días antes de elecciones. Idea a la que se le pueden hacer varios reparos, pero algo de interesante tiene.