Un exceso que se vuelve paisaje

La política es uno de los temas que despierta interés y desagrado, el centro de una ciudad es el lugar de convergencia de sus habitantes es por esto que es un lugar vulnerable a toda publicidad. Al llegar tiempos de elecciones es uno de los lugares donde hay más presencia de las campañas de los aspirantes a cargos de elección popular, bien sea por sus equipos de voluntarios repartiendo volantes y pregonando sus nombres o por la propaganda visual como las vallas, pasacalles, afiches y todo lo que sea posible hacer y colocar con el fin de mostrarse a la ciudadanía, los lugares más apetecidos para este tipo de prácticas son las calles más transitadas y que mejor lugar que el Centro de Medellín.

Sólo con salir a dar una vuelta por estos sitios es posible ver cómo está de saturada la ciudad, al hablar con la gente que habita, trabaja y frecuenta el Centro sobre cómo ven las campañas políticas que actualmente están disputando esta contienda, es evidente que muchos alcanzan a observar dicha saturación sin embargo simultáneamente este tema es ignorado por otros a los que la publicidad política se les ha convertido en paisaje, o no les interesa ver, hablar y participar del tema.

Algún día de septiembre salí a caminar y visitando algunas calles y carreras como Carabobo, Colombia y la playa, es casi imposible que la mirada se escape de ver los diferentes anuncios publicitarios y demás propagandas visuales como los pasacalles y vallas pertenecientes a las campañas de los diferentes candidatos por los que vamos a votar en Colombia (en este caso Medellín y Antioquia) este próximo domingo 27 de octubre, al respecto está pertinente decir que dicha publicidad tiene unas regulaciones que permiten y limitan su manera de estar puesta y que muchas de ellas violan la norma.

Para dos politólogos con los que tuve la oportunidad de conversar acerca del tema de la publicidad, han expresado que es necesaria, pero ambos opinan que “la ciudad está saturada con la publicidad política de la actual contienda”, hay de todo, dicen refiriéndose a las vallas, pasacalles, volantes, entre otros, y afirman “la publicidad es necesaria, pero la que vemos actualmente es sosa, molesta, todas las campañas en Colombia hacen política de manera similar, hace falta innovación, pensar en una manera de hacer política para “millennials” atraer y captar el voto joven, eso se logra desde las opiniones y acciones que se muestren en redes” también responden a la siguiente pregunta ¿Qué opinas de la cantidad de publicidad política que se ve en la ciudad? Responden afirmando el exceso y nuevamente haciendo hincapié en la saturación de la publicidad política, por lo que afirma “La ciudad está completamente saturada, al punto que se vuelve paisaje para las personas e ignoran cualquier aviso” esta situación que se puede corroborar fácilmente hablando con la gente en la calle.

Si los candidatos y equipos de campaña se salen del molde tradicional de una foto mirando al horizonte, o con una sonrisa fingida, y de los mensajes clichés, recomienda entonces que la publicidad tenga otras características para que “pegue más” porque “la ciudad está Re-saturada” de publicidad política, “las cosas están cambiando y el impacto publicitario tiene que ir de la mano con las nuevas herramientas de difusión de la información, en ese sentido las vallas publicitarias, el volanteo y todo tipo de prácticas similares están obsoletas, aparte de que saturan y contaminan, no tienen el mismo impacto psicológico en las personas, sin embargo el trabajo en la calle no se puede perder, es muy importante seguir saliendo a las calles porque ahí es donde están los votos, pero hay que pensar en nuevas estrategias, mejor dicho en estrategias para el siglo XXI”

Estas opiniones ayudaron a concluir lo que he visto en la calle y que sigo expresando: Colombia es un país polarizado por su gente, siempre estamos entre la dicotomía, de elegir uno de los lados: la indiferencia o el compromiso, el sí o el no, la manzana o la pera.

El descontento social es demasiado alto hacía la clase política, y la ignorancia política que cada vez es menor, pero aún es considerablemente alta, pues el rechazo y la negación de la gente del común a las campañas políticas y el abstencionismo de opinión en un tema que, aunque apasionante la gente lo habla con cuidado y en grupos selectos.