En las entrañas de Colombia, encontramos una realidad que se asemeja al sistema de castas que ha prevalecido durante siglos en la lejana India. Este sistema de estratificación, que divide a nuestra sociedad en diferentes estratos económicos, guarda un oscuro paralelo con la discriminación arraigada desde el nacimiento.
En Colombia, como en la India, la estratificación socioeconómica coloca un pesado yugo en aquellos que nacen en estratos más bajos. Desde el momento en que vienen al mundo, enfrentan barreras económicas que amenazan su futuro. ¿Sabías que según datos del DANE, el 27% de los colombianos vive en condiciones de pobreza? Y esto se vincula directamente a su estrato de nacimiento. Las oportunidades, la educación y el acceso a recursos a menudo dependen en gran medida del estrato al que uno pertenece.
Esta división basada en el estrato amenaza la cohesión de nuestra nación y obstaculiza nuestro potencial como sociedad. Así como el sistema de castas en la India ha condenado a generaciones de personas a una vida de desigualdad, nuestra estratificación en Colombia perpetúa un ciclo de discriminación que afecta la dignidad y el potencial de cada ser humano.
Pero no debemos olvidar que la situación no es estática, sino un reflejo de desafíos que compartimos con otros. La fuerza de la solidaridad, una poderosa herramienta para el cambio, ha impulsado transformaciones históricas en todo el mundo. En Colombia, la lucha contra la estratificación debe ser un esfuerzo conjunto. Cada uno de nosotros, sin importar nuestro estrato, tiene un papel que desempeñar en la construcción de una sociedad más igualitaria.
En este camino hacia la igualdad, las nuevas tecnologías desempeñan un papel fundamental. La conectividad digital, que ha transformado el mundo en el siglo XXI, debe llegar a todos los rincones de Colombia, incluso a lugares remotos como San Andrés y Providencia. Esto significa invertir en infraestructura de telecomunicaciones y promover programas de alfabetización digital. La tecnología puede abrir puertas y crear oportunidades para todos los colombianos, sin importar su estrato social ni su ubicación geográfica.
A lo largo de la historia, las voces valientes han desafiado el statu quo y han roto las cadenas de la opresión. Son individuos provenientes de estratos bajos que han logrado superar las limitaciones impuestas por la estratificación. Su determinación nos muestra que el cambio es posible. Como nos enseñan las palabras de Mahatma Gandhi, «el fin nunca va separado de los medios». Para desenrocar leyes injustas y transformar nuestra sociedad, debemos reconocer que el cambio real se logra a través de la unidad y la lucha colectiva.
Y recuerda, ningún ser humano debería cumplir una norma que vaya en contra de su humanidad. Clasificar a los seres humanos en estratos o castas equivale a condenarlos sin darles siquiera la oportunidad de comenzar. A lo largo de la historia, hemos presenciado selecciones clasistas y racistas que solo han servido para socavar la cohesión humana y debilitar nuestras conexiones mutuas. Estos sistemas de estratificación no solo perpetúan la desigualdad, sino que también nos alejan unos de otros, cuando deberíamos estar trabajando juntos para construir un mundo más inclusivo y equitativo.
Los cambios significativos no son solo el resultado de individuos excepcionales, sino de la colaboración colectiva. Debemos hacer un llamado a grandes pensadores, activistas y ciudadanos comprometidos. La igualdad ante la ley y la justicia deben ser prioridades compartidas por todos. No podemos permitir que el estrato determine el destino de una persona.
Mantener la fe en un futuro mejor es fundamental. Debemos creer en nuestra capacidad para superar la estratificación y construir un Colombia donde todos tengan igualdad de oportunidades. El cambio comienza con la unión de nuestros esfuerzos y la creencia en un mañana más prometedor. Como sociedad, podemos forjar un camino hacia un Colombia donde la estratificación sea una reliquia del pasado y la igualdad ante la ley sea una realidad para todos.
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