Desaprobación de Petro sube a 66%, aprobación cae a 29%: El desplome de un gobierno que prometió cambio

Gustavo Petro enfrenta una creciente desaprobación del 66%, con solo un 29% de apoyo, mientras su gobierno se hunde en la desilusión ciudadana y él recurre a propaganda para ocultar su fracaso.


El gobierno de Gustavo Petro se hunde en la desaprobación mientras recurre a la propaganda y a falacias para ocultar su evidente fracaso.

El gobierno de Gustavo Petro, que alguna vez enarboló la bandera de la transparencia y la democracia, hoy enfrenta un evidente desgaste que no puede ocultar. Tras más de un año en el poder, la desilusión y frustración se han instalado en el ánimo de los colombianos, particularmente en las principales ciudades del país. Las encuestas, antes celebradas por quienes hoy detentan el poder, se han convertido en el blanco de ataques y deslegitimación.

La última encuesta de Invamer Poll, un instrumento que en los tiempos de Iván Duque era casi sagrado para los ahora gobernantes, ha pasado a ser denostada como «vendida» y «manipulada». Es curioso cómo los falsos demócratas que hoy ocupan la Casa de Nariño defienden la democracia solo cuando los resultados les son favorables. Las elecciones son válidas solo si ellos ganan; las encuestas son fiables solo si los enaltecen.

Lo más irónico es que la encuesta, que refleja una caída libre en la aprobación de Petro y un aumento del pesimismo en la ciudadanía, también muestra que el 64% de los colombianos cree que el presidente busca la reelección, a pesar de que Petro lo niegue una y otra vez. Pero claro, según sus defensores, esta percepción también es culpa de una conspiración mediática y no de los errores de un gobierno que parece estar más preocupado por controlar la narrativa que por gobernar efectivamente.

Así, en lugar de aceptar la realidad que estas cifras revelan, el gobierno recurre a una estrategia de propaganda, contratando a supuestos influencers como Alejandro Vergel para deslegitimar las encuestas y desviar la atención. Pero la realidad, como esas cifras, es tozuda: la frustración crece, el descontento se agrava, y Colombia se sumerge en un clima de desesperanza que ni el más hábil de los propagandistas puede ocultar.

La Hipocresía de las Encuestas: Cuando Convienen, Son Democráticas

Durante años, la encuesta de Invamer Poll fue considerada un baluarte de la opinión pública en Colombia. Los hoy gobernantes la aplaudían cuando los resultados les convenían, especialmente cuando Iván Duque ocupaba la presidencia. En aquel entonces, desde las filas de la oposición, Gustavo Petro y su séquito denunciaban cualquier intento de manipulación por parte de la Casa de Nariño, argumentando que los resultados de las encuestas financiadas por el gobierno no eran confiables. La hipocresía de hoy, es que esa misma Invamer es atacada por ser «manipulada» o «vendida» cuando muestra la evidente caída en la aprobación del presidente. Esos que se llamaban demócratas progresistas, hoy solo valoran los resultados cuando les son favorables.

La encuesta de junio de 2024 fue un primer campanazo de alerta. Los números dejaban poco espacio para el optimismo y mostraban un presidente que empezaba a perder la confianza de su pueblo. La desaprobación de Petro alcanzaba el 62%, frente a un raquítico 32% de aprobación. Los datos eran contundentes y reflejaban una Colombia que ya no creía en las promesas de cambio.

  1. Aprobación Presidencial en Declive: En junio, los números ya indicaban que la mayoría de los colombianos no confiaban en la gestión de Gustavo Petro. El 62% de desaprobación revelaba una pérdida temprana de confianza en su liderazgo, algo inusual en un presidente que todavía no completaba su segundo año de mandato.
  2. Economía Bajo Presión: La situación económica se percibía en franco deterioro. Más del 60% de los encuestados creía que el país iba mal en términos económicos. Esto no sorprende cuando el costo de vida ha aumentado drásticamente, y las familias colombianas ven cómo su poder adquisitivo se desmorona bajo la administración actual.
  3. Inseguridad Galopante: Los esfuerzos del gobierno por mejorar la seguridad han sido, a todas luces, insuficientes. En junio, los colombianos señalaban la inseguridad como una de sus principales preocupaciones, con más del 70% afirmando que la situación del orden público había empeorado desde que Petro asumió el poder.
  4. Corrupción sin Control: A pesar de las promesas iniciales de acabar con la corrupción, el 67% de los ciudadanos consideraba que este problema había empeorado bajo la administración de Petro. Esto no solo muestra el fracaso del gobierno en cumplir con sus compromisos, sino que también pone en evidencia la hipocresía de quienes se llenaron la boca hablando de transparencia.
  5. Desempleo en Ascenso: En medio de la insatisfacción, el desempleo seguía siendo una preocupación central para los colombianos. El gobierno de Petro no ha sido capaz de generar las políticas necesarias para crear empleo y mejorar las condiciones laborales. Las cifras de desempleo continúan su ascenso, afectando directamente a miles de hogares.

Así, la encuesta de junio dejó claro que el país ya comenzaba a dar la espalda a su presidente. Sin embargo, lejos de asumir la realidad, el gobierno y sus defensores prefirieron emprender una campaña de desacreditación de las encuestas. Curiosamente, ahora la única encuesta válida parece ser la que se hace desde la Casa de Nariño, con recursos públicos y al servicio de la propaganda oficial. ¿Es esta la solidez democrática que nos prometieron?

De Mal en Peor: El Desplome de un Gobierno que prometió cambio

Si la encuesta de junio era un llamado de atención para el gobierno de Gustavo Petro, la de agosto es una sentencia inapelable que evidencia un panorama lúgubre. Los datos más recientes de Invamer Poll confirman lo que ya era evidente: Gustavo Petro ha perdido el control del país, y la situación no ha hecho más que empeorar. Lo que antes era una desaprobación preocupante, hoy es un rechazo rotundo. En solo dos meses, hemos visto cómo la aprobación presidencial se desploma, dejando claro que la paciencia de los colombianos se está agotando.

  1. Deterioro de la aprobación presidencial: La caída en la aprobación de Petro es imparable. Del 32% en junio, ahora solo un 29% de los colombianos respalda su gestión. Este descenso no es más que el reflejo de un presidente que ha perdido el rumbo y, con él, la confianza de un pueblo que ya no cree en su demagogia. Cada vez son más quienes ven en su gobierno un fracaso anunciado, cada vez se acerca más a ese 30% que siempre lo ha acompañado en las urnas, ese que en numerosos intentos no le había alcanzado para llegar a la Casa de Nariño.
  2. Economía en caída libre: La percepción de que la economía del país está empeorando ha crecido significativamente. Lo que en junio era un malestar económico, en agosto se ha convertido en una evidente crisis. Más ciudadanos sienten el peso de una economía que no solo no mejora, sino que se hunde. Las políticas económicas del gobierno, lejos de traer soluciones, parecen estar agravando la situación, desde inversiones forzosas hasta impresión de billetes, son dos de las fallidas propuestas del presidente.
  3. La inseguridad, el sinónimo de Petro: La sensación de inseguridad, que ya era alarmante en junio, ha escalado a niveles críticos. En agosto, más colombianos consideran que la seguridad en el país está en su punto más bajo. Este aumento en la percepción revela la absoluta incapacidad del gobierno para proteger a sus ciudadanos, uno de los deberes fundamentales de cualquier administración.
  4. Corrupción, lo que Petro prometió acabar, pero potenció: Si en junio la percepción de corrupción era alta, para agosto esta ha alcanzado niveles insostenibles. Un creciente número de encuestados cree que la corrupción no solo no ha disminuido, sino que ha empeorado bajo el mandato de Petro. Una percepción que evidencia la farsa de las promesas de transparencia que alguna vez hicieron resonar las filas del petrismo.
  5. Pesimismo general: La encuesta de agosto muestra un descontento generalizado que va en aumento. La desesperanza se ha instalado en la sociedad colombiana, con un número creciente de personas que creen que el país está yendo de mal en peor. Este sentimiento no es gratuito; es el resultado de un gobierno que no solo ha fallado en cumplir sus promesas, sino que parece desinteresado en corregir su rumbo.

La Estrategia del Desprestigio: Cuando la Realidad No Conviene

En lugar de enfrentar los hechos y corregir el rumbo, el gobierno de Gustavo Petro ha optado por una estrategia de desprestigio contra las encuestas que no les son favorables. Liderando esta ofensiva, encontramos a figuras como Alejandro Vergel, quien, presuntamente financiado con recursos públicos, se ha convertido en el rostro de la propaganda goebeliana oficial. Es cómico recordar que, cuando Petro era oposición, clamaba por la veracidad y transparencia en las encuestas, criticando ferozmente aquellas que, según él, eran manipuladas desde la Casa de Nariño. Hoy, en cambio, las únicas encuestas que su gobierno considera legítimas son aquellas que se alinean con su narrativa, mientras que el resto son vilipendiadas como parte de un complot mediático.

Vergel, siguiendo al pie de la letra el principio de la simplificación y del enemigo único de Goebbels, intenta reducir la complejidad de la crisis del gobierno a una supuesta conspiración de los medios de comunicación. Según su discurso, todo aquel que critique a Petro es automáticamente un enemigo del pueblo, alineado con la derecha, y, por ende, su opinión carece de validez. Este tipo de simplificación es un recurso peligroso, pues divide al país en medio de la ceguera de la administración frente a sus propios errores.

Pero no se detienen ahí. Utilizando el método de contagio, Vergel propaga la idea de que cualquier información crítica forma parte de una conspiración uribista, contagiando a sus seguidores con paranoia y desconfianza hacia cualquier fuente que no sea aprobada por el gobierno. Esta táctica no solo busca desacreditar a las encuestas, sino que intenta instalar un dispositivo retórico de paranoia colectiva, donde la única verdad es la que emana de la presidencia y sus aliados.

Un claro ejemplo de esta estrategia es la manera en que se descalifican los resultados de la encuesta Invamer, que muestra un aumento en la percepción de inseguridad y corrupción. En lugar de abordar estas preocupaciones legítimas, Vergel y otros defensores del gobierno prefieren descontextualizar los datos y manipular la narrativa para presentar una imagen distorsionada, sugiriendo que bajo Petro, estas áreas han mejorado. Pero, dato mata relato: la inseguridad se ha disparado, la corrupción sigue siendo rampante, y el desempleo no muestra signos de mejora, para eso están los indicadores.

Finalmente, intentan silenciar cualquier disidencia, recurriendo al principio de la silenciación. Desacreditan las encuestas y difaman a quienes las apoyan, sugiriendo que estas cifras no reflejan la realidad del país, sino una campaña de desprestigio orquestada por los medios. Este enfoque además de hipócrita, revela un desprecio profundo por la transparencia y la democracia, valores que el propio Petro alguna vez defendió.

La Retórica del Desespero: La Realidad Distorsionada de Petro

Dos días después de la publicación de la última encuesta de Invamer, Gustavo Petro respondió con un discurso en plaza pública que revela dos falacias preocupantes, corrobora su estrategia goebeliana y confirma su respaldo al régimen de Nicolás Maduro. Petro declaró:

«Los mismos que hoy hipócritamente hablan de Venezuela y de dictaduras allá, multiplicado por tres, lo hicieron en Colombia hace 3 años. Hipócritas, ven dictadores afuera pero no ven su propia dictadura y su propia podredumbre adentro. Buenos los jóvenes que protestan allá, pero malos los jóvenes que protestan acá.»

Este discurso es un ejemplo del principio de la simplificación y del enemigo unico. Petro reduce la compleja situación venezolana y la compara con lo sucedido en Colombia bajo Iván Duque, ignorando las enormes diferencias entre un régimen autoritario y un gobierno democrático. Además, recurre al principio del método de contagio, insinuando que las críticas hacia su gobierno son parte de una conspiración, intentando sembrar paranoia entre sus seguidores.

Pero a Petro no solo le gusta la propaganda de Goebbels, también es adicto a las falacias de argumentación. En su discurso es evidente la falacia de la falsa equivalencia. Al comparar la dictadura venezolana con la administración de Duque, Petro hace una equivalencia inexistente y minimiza la tragedia de Venezuela, desviando la atención de las críticas hacia su propia gestión metiéndose en un terreno que mueve las fibras de sus seguidores. Esta comparación además de engañosa y peligrosa, trivializa la represión en Venezuela.

Con esto termino estimados lectores, el discurso de Petro no es más que un intento por mantener su narrativa en un momento en que la realidad lo desafía. En lugar de enfrentar los problemas, prefiere construir enemigos ficticios y simplificar complejidades, dejando a Colombia en una incertidumbre creciente. Es hora de que el presidente asuma su responsabilidad y deje de esconderse detrás de comparaciones falaces y empiece a gobernar.

 

Hernán Augusto Tena Cortés

Columnista, docente y director de Diario la Nube con especialización en Educación Superior y maestría en Lingüística Aplicada. Actualmente doctorando en Pensamiento Complejo, adelantando estudios en ciencias jurídicas y miembro de la Asociación Irlandesa de Traductores e Intérpretes.

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