Aunque el Covid-19 sigue y seguirá haciendo de las suyas, hay otro tipo de peligros que están acabando con la humanidad. La desigualdad, el desprecio y, sobre todo, la falta de empatía nos está llevando a lugares oscuros y siniestros de nuestra humanidad. En Estados Unidos un hombre muere por una desproporción de la fuerza pública. En Colombia y México la situación de este abuso se está repitiendo y no hay forma de condenarlo. A esto, debemos sumarle el hecho de las muertes por el gobierno colombiano que no ha sido capaz de afrontar la dimensión que ha traído el aislamiento. El afán frenético por abrir la economía no resuelve por completo las deficiencias y las problemáticas que necesitan de atención, por ejemplo, de ¿Cómo entender a aquellos que, por el coronavirus y, además, por condiciones de salud quedan por fuera de toda dinámica laboral y con un sistema de Salud que no da abasto?
Las dinámicas actuales han hecho que busquemos refugio en nosotros mismos, con un instinto de supervivencia que golpea, ultraja y minimiza al otro. Pues como diría Ortega y Gasset: “Yo y mis circunstancias”. Esto nos lleva a pensar la frase del filósofo español como: “Primero yo, después yo y si algo yo”. Pues, aunque es verdad que hemos vivido ciertas precariedades, siempre hay alguien que está en una situación peor. Si somos conscientes del gobierno que tenemos, podemos concluir que en esta sociedad no queda otra cosa que velar por la igualdad de género, cuidar a los niños, cuidar a la tercera edad, intentar abrirles paso a los jóvenes y, por si fuera poco, zanjar un terreno para que el campo laborar pueda acobijarnos a cada uno de nosotros. Todos estamos solos, descuidados por el Estado. Puede que muchos no lo tengan claro, pero desde hace bastante tiempo nos hemos cuidado entre todos, hemos luchando ante la indiferencia del sistema.
Ese mismo sistema, cruel y despiadado nos forjó, nos obligó a sentir la indiferencia, a señalar, a crear una homofobia, una xenofobia, una falta de empatía que incluso, ya no nos sorprende cuando somos víctimas. La piel dura, el cuero curtido no es excusa para seguir repitiendo este actuar que golpea con fuerza y cierra la brecha entre los hombres y las máquinas. La pandemia, agujero negro que todo se ha llevado, no repara en quitarnos de a poco algo tan elemental como el sentir humano.
A la salida de un D1, una pareja de venezolanos arrulla a una bebé menor de un año. Lo sé por la cantidad de cobijas, por el seno cubierto de la madre, por la cara de cansancio del padre. Varias personas salen del supermercado y le entregan leche, pan, jabón, enlatados, agua, toallas y pañales. Siento al ver de lejos la escena, que aún hay un pequeño grupo que resiste, que aguanta, que pone la mano en el suelo sin temor a ensuciarse, que se acerca sin temor de ser agredidos, que se acercan sin asco. Esto da una pequeña sensación de confort, de tranquilidad; nos llena de argumentos para seguir construyendo lo que le hace falta a esta sociedad: ladrillos de esperanza y buena fe.
Hace unas semanas, el profesor Francisco de la Hoz ex docente de la Universidad de Manizales y de la Universidad del Magdalena, cuenta con un grupo de apoyo en psicología después de que una de sus ex estudiantes lo hallara desorientado en las calles de Santa Marta. El docente que vivía de la caridad, necesita atención médica en este campo con urgencia. De no ser por la joven universitaria que hizo lo posible para volver viral en redes la historia de Francisco de la hoz, la cancillería no se hubiera puesto a la tarea de indagar por la familia del profesor de origen español.
Una mujer requiere una operación de córneas. El aislamiento ha hecho que de su trabajo la expulsen. Su condición le ha quitado la posibilidad de establecerse en el mundo laboral, de poner en práctica lo aprendido en su carrera universitaria. La enfermedad que es degenerativa agobia como el mismo coronavirus. No da espera. Y vuelve la pregunta: ¿Cómo entender a aquellos que por el coronavirus y, además, por condiciones de salud quedan por fuera de toda dinámica laboral y con un sistema de Salud que no da abasto? No hay otra opción que lanzarse al mundo de la buena fe y de los pocos que, con empatía, han sido la columna, el bastón para que otros puedan llevar este momento tan perverso y asfixiante que estamos viviendo. Y me pegunto: ¿De qué lado estás?
Anexos.
El caso de la mujer que requiere la operación de córneas es muy preocupante. Cada día se debilita más. Depende de la buena voluntad de las personas. Pueden acercarse a su historia en las siguientes redes y quizás apoyarla.
Instagram: @jlolabastet
Twitter: @jlolabastet
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