De los dos temores más capitales de la envidia: la creatividad y la felicidad

“Hoy es un buen día para pensar en el por qué los inquisidores medievales arrojaban a la hoguera a las personas más creadoras y felices. Entre el torrente de ideas devenidas, me inclinaré por una respuesta, la de la envidia”.

Dedicada a Friedrich Nietzsche, por aquello del Eterno Retorno.


Hoy es un buen día para pensar en el porqué los inquisidores medievales arrojaban a la hoguera a las personas más creadoras y felices. Entre el torrente de ideas devenidas, me inclinaré por una respuesta, la de la envidia. Y, es que la primera causa o crimen para ser arrojado a las brasas ardientes de la hoguera inquisidora (entre otras tantas formas de tortura), era la de la creatividad, castigada primordialmente, porque el mundo para esos días solo podía ser entendido, vivido y transformado, bajo los criterios que radicales dictaminasen los miembros del club de inquisidores: el Tribunal de la Santa Inquisición, compuesto por: Inquisidor General y el Consejo de la Suprema Inquisición. Únicos entes autorizados para pensar, crear, castigar, sentenciar y asesinar.

La segunda causa, es la de la felicidad, por decir algo, al respecto y en analogía con el inigualable Humberto Eco, en su Texto “El nombre de la Rosa”, -la felicidad representada en la risa (pese a las condiciones infrahumanas de vida en la edad media), era castigada con el mayor de los rigores. – La razón principal, era que los dueños del poder pensaban que esta gracia solo era potencia concedida a Dios, y, que todos los hombres en la tierra, en consecuencia, de su humanidad mortal, deberían de ser serios y poner cara de amargura en “símbolo de sacrificio religioso”-; con el fin, por supuesto, de tomar distancia con lo propio de la sustancia infinita. -La risa fue tomada por los miembros de la inquisición, como una prueba fiel e irrefutable de que quien la ostentaba, sin lugar a duda era un hereje-. Dicha expresión, hacía parte de las cualidades que poseía una persona apta de ser sacrificada, entre otras, tales como: ser común, indocto, escueto, revoltoso, beligerante, iletrado, resiliente o empático, etc. Fíjense bien ustedes que, estas predicas hoy día se siguen utilizando, en especial, si se refiere a las mujeres.

Para el Tribunal de la Santa Inquisición, no existía la diferenciación de género a la hora de perseguir, condenar y sacrificar en la hoguera a lxs creativos o felices. Condenó a más de 40.000 mujeres y asesinó a las Santas Vivas, a las del Genio Femenino y a las supuestas brujas, mujeres alquimistas o científicas inculpadas de tener poderes mágicos para causar males (puff, pura superchería por siempre). “En resumen, las mujeres que preocupaban a la Iglesia no eran necesariamente las brujas que fabricaban pócimas mágicas, sino aquellas que desafiaban las normas establecidas o destacaban por su inteligencia y carisma”. (Armeni, 2021), es decir que, con precisión, las más envidiadas, las poseedoras de la gracia del supuesto saber.

¿Será verdad que el saber inevitablemente causa risa? Particularmente al respecto, dos de mis más grandes maestros en filosofía, Alejandro Alberto Restrepo y Jairo Alarcón, me enseñaron a reírme en serio de este tipo de supuestos y a pensar en la metáfora de Sísifo como ejemplo de lo que es el devenir del saber humano, “no está nunca terminado”, me decían, y aún lo creo, así mismo, la felicidad. De allí que se considere que, el acto de envidiar quizás sea simplemente una falla estructuralmente psíquica adherida a la polemos que implican las luchas políticas entre los seres humanos por el poder. Ya que, pretender que el otro tiene todo lo que a uno le falta, es más que una ironía, es un delirio. Sin embargo, cierto es que, desde tiempos inmemoriales las tribus ancestrales y hasta hoy, han hecho de la envidia el principal motivo de la lucha por el poder del territorio y dentro del mismo.

Una de las tareas del Tribunal de la Santa Inquisición, era la de sostener el poder, y esa encomienda solo la podía lograr a partir de las cruzadas de desprestigio contra lxs grandes pensadores, luego, con la extinción. En términos políticos, el uso extremo de la fuerza y la eliminación de la competencia. El fin único, que los fuertes no lograran por medio de la mimesis (μίμησις, mīmēsis) orientar a otrxs. De esta manera, la quema de brujas y brujos en la edad media quería dar escarmiento y continuidad a las cadenas de mando impuestas.  

Un inmejorable intérprete y escritor de la descomunal envidia que padecían los señores inquisidores, fue Erasmo de Rotterdam, quien planteó abierta y públicamente por medio de sus textos (los cuales estuvieron prohibidos en su época), que la corrupción eclesiástica, sus técnicas, argumentos y reglamentaciones legales, estaban asentados en el poder político de la religión. Roterdam se burló abiertamente de los envidiosos medievales, proclamando que, “era la locura quien juzgaba a la razón” (Arrubla. 2002), de allí su propuesta de reforma. En su libro del “Elogio de la locura”, Rotterdam expresaría ampliamente sus principales críticas a las injusticias demenciales de la Iglesia en contra del pueblo, la irracionalidad en contra de los mismos clérigos y lxs pensadorxs. Ideas estas que inspiraron a Martín Lutero en su misión de traducir la Biblia y al filósofo Giordano Bruno en sus teorías del orden geométrico del universo a nivel de la física y la astronomía.

Bruno, quien con la condena de muerte que le fue impuesta por el Tribunal Inquisidor demostró ampliamente lo que la envidia es capaz de desatar en contra de la creatividad y la felicidad, pero, que fue explícitamente con el Judas de su mentor como lo entendimos, don Giovanni Mocenigo, – el siniestro amigo- quien con engaños le había llevado como profesor a una reconocida institución italiana con el único fin de entregarlo como hereje al Tribunal de la Inquisición. Todo ello, a causa de una malsana obsesión envidiosa que le impedía soportar la felicidad del filósofo y científico ante la extraordinaria acogida recibida entre los más altos personajes de la época como, por ejemplo, el rey Enrique III y la reina Isabel de Inglaterra.

Bruno es quemado en la hoguera del Tribunal de Inquisición el 17 de febrero de 1.600, principalmente, por los perjurios y calumnias de un infeliz y poco creativo envidioso, su supuesto y traidor amigo. Giordano Bruno, “parado sobre hombros de gigantes” había confiado a pesar de los pesares de la inquisición en su maestro Nicolás Copérnico, también castigado y sentenciado. Así mismo confiaría en ellos dos Galileo Galilei (padre del misterio de la revolución científica galileana, condenado también a casa por cárcel por la inquisición). Estos científicos dignos por siempre de ser admirados por su capacidad de compartir su conocimiento en aras del avance de la humanidad nos han permitido comprender hoy en día que, pese a las malas leches: «Eppur si muove» («y sin embargo se mueve» Galileo Galilei).

“Tanto que fui feliz con el gran epistemólogo, Dr. Gustavo Valencia en clase en la U de A, recitando De revolutionibus y el Dialogo sopra i due massimi sistema, de memoria”.


Todas las columnas y el perfil de la autora en este enlace: https://alponiente.com/author/astridarrubla/

 

Astrid Elena Arrubla Montoya

Docente de cátedra en la Universidad de Antioquia. Licenciada en Filosofía, Especialista en Psicoanálisis y Dra. en Cultura y Educación en América Latina, Chile.

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