Dante Alighieri, un constante viajero

Dante Alighieri alponiente

(Florencia, 29 de mayo de 1265 – Rávena, 14 de septiembre de 1321)


A la mitad del viaje de nuestra vida / me encontré en una selva oscura, / por haberme apartado del camino recto

Así inicia el canto primero de La Divina Comedia, compuesta entre 1301 y 1321 por el escritor florentino, con connotaciones muy marcadas dentro del contexto del medioevo que daría paso al renacimiento, no solamente desde el contexto religioso, visto como una alegoría de un mundo que necesitaba ser explicado, sino también en el contexto político y social, así como cultural, ya que es una obra que fue escrita en toscano, matriz del italiano, rompiendo así con una tradición milenaria frente al uso del latín. De tal manera que en Dante y en su principal obra hay un viaje continuo, alegórico y concreto, donde se experimentan cambios constantes, sin desconocer que el asentamiento es ese sentimiento religioso que se fraguó durante el mal llamado oscurantismo, se idealizó en el medioevo y se concretó en el renacimiento en las catedrales.

El viaje corresponde al universo tolomeico en el que creían la mayoría de habitantes del medioevo europeo, por eso inicia en un punto del planeta tierra, que entonces se consideraba el centro del universo; a través de una cueva, y descendiendo por los 9 círculos del infierno, llega al centro de la tierra, un lugar gélido donde habita Satanás, el lugar más alejado de donde se encuentra Dios; llega posteriormente al lugar de los antípodas, en que se levanta la montaña del purgatorio, donde debe ascender por 7 gradas para llegar finalmente al paraíso, compuesto por 9 esferas, hasta llegar al centro del mismo, en donde se asienta la Trinidad. Hay que entender que en este viaje el principal elemento es la alegoría, que explica de una manera determinada la comprensión del mundo medieval, de ahí que la numerología sea tan importante, en total son 99 lugares distintos los que visita, más en el que se encuentra, que se considera una introducción, ya que cada una de las 3 partes en que se divide la obra cuenta con 33 cantos, de esta manera va del plano terrenal, pasando por el Infierno, al Empíreo que es donde habita el bien.

No es un viaje que emprenda solo, aparecen diferentes acompañantes con significados diversos en obediencia a la alegoría cristiana, pero se resalta aquí que para poder avanzar, o retroceder según sea el caso, necesita de alguien que sea una especie de guía que le vaya indicando las particularidades de cada uno de esos sitios, a la manera de algunos expertos que se encuentran en las guías turísticas de nuestro complicado mundo posmoderno. Su primer compañero es el poeta Virgilio, quien lo acompaña y protege durante su viaje por el infierno y el purgatorio, una presencia simbólica de un autor que supo unir en su obra lo griego con lo latino, además de señalar el mito fundacional de una cultura que se logra gracias al viaje que se emprende desde Ítaca hacia el occidente europeo. Virgilio le va mostrando los diferentes castigos y a los condenados en estos espacios, inclusive le sirve de consuelo cuando la angustia embarga al florentino, especialmente cuando más alejados de Dios se encuentran, para de ahí llegar al punto más austral de la esfera terrenal, y de ahí emprender el ascenso del purgatorio.

En el Paraíso es conducido por Beatriz,  que en este viaje se vuelve un consuelo en el infierno, un anhelo en el purgatorio y en una realidad en el paraíso. Beatrice de Folco Portinari, un mito o un ser real, mucho se especula al respecto, lo cierto es que en pleno siglo XXI muchos queremos tener la visión romántica de un poeta que vio a una niña  y lo cautivó, vio a la misma hecha una mujer y lo enamoró. Si Virgilio es el último profeta, Beatriz se convierte en una guía humana y espiritual, ya que el poeta latino por su condición de pagano no puede traspasar los límites del purgatorio. Ahí la guía es la perfección de la belleza y la santidad de lo humano, por eso se convierte en su verdadera salvación, ya que aquí se arrepiente de sus pecados, esos que aparecen como una metáfora desde el inició de la obra. Es una guía que actúa siempre con amor, aun cuando debe corregir o sostener la debilidad de quien la ha amado siempre, pero también es una maestra que lo instruye sobre la astronomía de las esferas, sobre quienes se encuentran en cada una de ellas y sobre el funcionamiento mismo del Universo teológico que aquí encuentran. Podría decirse que aquí están en el viaje gozoso, donde impera el orden y cada vez se aproximan al perfecto bien, siempre en el contexto alegórico ya mencionado, en la medida que permite siempre comprender el sentido mismo de la obra que aquí analizamos brevemente como un viaje.

Ha sido la mismísima Virgen María quien ha encomendado a Beatriz que acompañe a Dante, y lo hace hasta el Empíreo en el canto XXXI, donde San Bernardo, iniciador del culto mariano, recibe el testigo de manos de la mujer divinizada, para ser conducido donde está la madre de Dios y finalmente al lugar en donde tres círculos concéntricos ocupan el mismo lugar, una alusión a la Trinidad, el lugar donde mora Dios. Aquí el poeta, que contempla lo más sagrado dentro de su concepción cristiana, se pregunta sobre el misterio de la divinidad y la humanidad de Cristo, un punto en donde la fantasía se agota y el viaje, que aquí es una visión, termina.

Si el marco referencial cristiano se describe empleando la alegoría, en la vida real Dante debió enfrentar muchas vicisitudes debido a su posición política, quizá la más dolorosa la del desarraigo que lo llevo a vivir en el destierro y en permanente errancia. Los poderosos se debatían entre reconocer la supremacía papal sobre la imperial y viceversa, estando los güelfos y los gibelinos como rivales irreconciliables, siendo Florencia partidaria de los primeros; éstos, sin embargo, también se dividieron entre quienes apoyaban el sentimiento popular, llamados güelfos blancos, y quienes estaban a favor de preservar los privilegios nobiliarios, llamados güelfos negros. Dante terminó por apoyar a los primeros, lo cual le acarreo serios problemas, sobre todo cuando alcanzó el cargo de Prior de la ciudad. Es conducido a Roma y finalmente sus adversarios políticos toman el poder, quedando él desterrado de la ciudad a la que tanto amaba, cuya sentencia estipulaba que de volver a ella sería ejecutado en la hoguera.

Así que el peregrinaje lo hace por diferentes ciudades italianas, buscando siempre apoyo para poder volver a su ciudad. Finalmente se le señala que puede regresar, siempre y cuando lo haga vestido como penitente, que pidiera perdón públicamente y que pagara una gruesa suma de dinero, ante lo cual se negó rotundamente, pues hería su propio orgullo, siendo condenado por el poder florentino a ser decapitado si regresaba a la ciudad. Un viaje odioso, como el que debe emprender para descender al infierno y luego ascender por el purgatorio, continuando con los símiles de su principal obra. Su peregrinaje continuó, en Venecia actúa como diplomático, ciudad donde contrajo la malaria, para finalmente morir en Rávena, la ciudad que lo había acogido y le había dado una calma temporal. Ahí, por voluntad propia, reposan los restos del Sommo Poeta, a 150 kilómetros de la ciudad que fue su anhelo y que no volvió a pisar jamás.

Pero también sus restos han debido enfrentar el peregrinaje, ya que cuando murió fue enterrado en la iglesia de San Pier Maggiore, llamada luego San Francisco de Asís. En 1483 el prior de Venecia costeó una mejor tumba para el poeta florentino en la ciudad donde falleció, de tal manera que fue trasladado dentro de la misma iglesia a un mausoleo mayor. En 1519 el papa León X, florentino, autoriza para que Dante sea trasladado a Florencia, sin embargo los Franciscanos lo ocultaron nuevamente en una tumba menor y entregaron un cofre vacío, el cual guardan los florentinos desde 1829 en un ostentoso mausoleo en la basílica de la Santa Cruz, en donde en primer plano se lee “Onorate al’altissimo poeta”. En 1810 los Franciscanos de Rávena debieron salir del convento, en razón a las leyes napoleónicas, no sin antes esconder los restos del poeta, los cuales aparecieron casualmente durante unas reformas en 1865, para ser trasladadas a un mausoleo de estilo neoclásico dentro de la misma basílica, la cual se conoce como La tumba de Dante.

Su vida fue un viajar constante, un viaje inacabado con su añoranza puesto sobre la paradoja de la ciudad que amaba y odiaba a la vez, Florencia. Su obra es una alegoría que busca explicar al mundo medieval la mentalidad judeo – cristiana , mediante las interpretaciones de la sagrada escritura que él mismo postula: literal, alegórica, moral y teológicamente. Su propia forma de transmitir el mensaje es un viaje que va del latín clásico al toscano, que terminaría por crear un sentimiento italiano desde la lengua. Ante su peregrinaje, no podemos sino terminar este escrito con el mismo sentimiento con el que escribió su Comedia, conocida por todos como La Divina Comedia: “Aquí mi alta invención fue ya impotente, / y cual rueda que gira en vueltas bellas, / el mío y su querer movió igualmente / el Amor que al sol mueve las estrellas”.

J. Mauricio Chaves-Bustos

Escritor.


Todas las columnas del autor en este enlace:  J. Mauricio Chaves-Bustos

J. Mauricio Chaves-Bustos

Escritor de cuento, ensayo y poesía. Facilitador en procesos de diálogo para construcción de paz. Columnista en varios medios escritos y virtuales.

1 Comment

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • «Historias de la Historia de mi ciudad», ¿Qué tal ?

    Y así se abre el hilo para seguir leyendo sobre esa ciudad llamada Medellín.

    No conozco la de Itagüí, pero como parte del Área Metropolitana, ayuda saber sobre aquella que nos concentra, afecta e incumbe de todo modos… Aprendí un montón en este relato. A la espera de más historias.