¡Cuidar a la cucha!

El pasado fin de semana en Medellín y el área metropolitana fue particular. Los antioqueños somos, en muchos sentidos, una sociedad matriarcal; nuestra cultura se sostiene en el trabajo muchas veces silencioso de madres abandonadas por la injusticia de la guerra urbana o por la falta de hombres con los arrestos suficientes para hacerse cargo de su prole. Nuestra verraquera, la que debemos resaltar, es femenina, pues la verraquera masculina ha servido sobre todo para crear guerras que dejan a niños sin padre cuidándose con la cucha.

Debo aclarar en este punto que, al decir que somos una sociedad “matriarcal”, no trato de decir que no se expresan entre nosotros los aspectos de una sociedad patriarcal en el sentido en el que los roles de género se desarrollan en una lógica que favorece siempre a los hombres. Es una expresión que utilizo para reafirmar el lugar de las madres, que, entre otras cosas, expresa la realidad de una sociedad en la que el cuidado corresponde casi exclusivamente a las mujeres.

La cucha tiene un lugar en el relato antioqueño, sobre todo urbano, porque es el lugar de referencia y aprecio que también ha servido para construir el relato de la violencia, utilizando a la cucha para justificar la inmersión – no siempre voluntaria – en una dinámica que busca alcanzar los objetivos económicos que esta sociedad nos promete pero no nos da las herramientas para conseguir, “ser pillo por conseguir la nevera para la cucha”, lo hemos oído y visto mucho. Ser pillo para poder sobrevivir y lograr lo que esta sociedad nos promete y nos quita, un lugar de enunciación.

El fin de semana pasado se celebró un Día de las Madres particular para la ciudad, porque los líderes de las organizaciones criminales de la ciudad que aceptaron la oferta de diálogo sociopolítico con el Gobierno Nacional decidieron cesar toda actividad contra la vida el fin de semana de madres y demostraron, además de su voluntad de paz, una verdad de a puño: que nuestra sociedad no está completa si no logra integrar a la legalidad a los miles de ciudadanos que hoy integran esas organizaciones.

La visión del candidato presidencial que hoy funge como alcalde de la ciudad, basada en la intimidación brabucona en público y el acuerdo subrepticio en privado, reproduce y profundiza las lógicas de violencia y mantiene una sociedad en silencio, que esconde los problemas mientras vive en ellos.

Como sociedad civil debemos tomarle la palabra a los mensajes que se envían desde la cárcel de Itagüí; la posibilidad de una sociedad mejor pasa por la construcción de una paz urbana duradera, que no se construye solo con garantías procesales a los vinculados, sino con una conversación social amplia, que incluya verdad y memoria. Una sociedad que, en vez de esconder esa lógica violenta, mire a los ojos a Pablo Escobar y los siente en el banquillo de la memoria. Mirarnos a los ojos todos y asumir nuestro lugar en esta historia, que hoy cobra sus peores expresiones como espectáculo para extranjeros que incluye la explotación sexual y comercial de nuestros niños, niñas, adolescentes y mujeres.

La apropiación social de la conversación que se adelanta en Itagüí es una oportunidad que no podemos dejar pasar como sociedad, para revisarnos a profundidad y responder la pregunta de: ¿Por qué entre nosotros se generan esos fenómenos? Bravear en público y negociar en privado solo le sirve al alcalde en su idea de ser presidente utilizando a Medellín como trampolín. A quienes nos importa esta tierra, nos debe preocupar dar las respuestas entre todos a las preguntas que nos interpelan, como: ¿por qué cuando se pausa la violencia organizada la cuota de violencia la pone un vecino por el volumen del equipo?

Muy a su estilo, desde Itagüí nos mandan un mensaje que debemos escuchar: la posibilidad de una sociedad en la que las cuchas no tengan que enterrar a sus hijos caídos en una guerra que mata a los jóvenes pobres, mientras los viejos ricos se lanzan a la presidencia fungiendo de alguaciles de película.

Carlos Mario Patiño González

Abogado de la Universidad de Antioquia, Magister en Derecho económico del Externado de Colombia, de Copacabana-Antioquia. Melómano, asiduo conversador de política y otras banalidades. Tan zurdo como puedo pero lo menos mamerto que se me permita.

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