“Una cuarentena que suprima los derechos del individuo, su trabajo y libertades, además de toda actividad que le permita valerse por sí mismo; deja como resultado una sociedad destinada al fracaso.”
Inicialmente se ha impuesto la cuarentena estricta como medida para prevenir el contagio masivo del COVID-19 y de este modo evitar funestas consecuencias como el colapso hospitalario y el eventual deceso de miles de personas. Dicha medida implica una intervención estatal en las libertades individuales y económicas, lo cual termina por generar resultados posiblemente más fatales que el virus en sí mismo y sin duda alguna generan a corto y largo plazo un rezago en el desarrollo humano y económico del país que impide el buen desarrollo de las familias, empresas e instituciones públicas para enfrentar adecuadamente la pandemia.
Si bien, otros lugares del mundo han impuesto de manera acertada una estricta cuarentena y sus consecuencias, en nuestro país factores tales como una ineficiente gestión por parte del gobierno evidenciada durante años y ahora aumenta con la crisis, se suma a escándalos políticos y falaces dilemas que influyen en las decisiones de fondo. Dichos factores en adición de un frágil sistema laboral y de contribuciones fiscales; son la suma perfecta para obtener como resultado un fracaso lleno de buenas intenciones.
Al llegar la pandemia a nuestro país, el deseo de muchos de nosotros fue cerrar todo, dicho deseo fue en muchos casos el producto de un impulso generado por el miedo y por la vana esperanza de que todo pasaría rápidamente, sin embargo el país lleva cuatro meses entre estrictas cuarentenas e innumerables restricciones a los derechos individuales, políticos y colectivos, lo cual compromete el bienestar entero del país, pues por un lado aquel ciudadano que sale a buscar sustento para su familia, se arriesga a ser multado y arrestado, por otro, un gobierno que ha brillado por sus inhumanos escándalos se aprovecha para ejercer su poder de manera autoritaria vía decretos sin tener en cuenta la Constitución o al menos una separación democrática de poderes, pues escándalos como el desvío de fondos estatales para darle liquidez a los bancos, la llegada de tropas estadounidenses a suelo colombiano sin la aprobación del Congreso, la corrupción en ayudas alimentarias, las irregularidades del programa Ingreso solidario, los días sin IVA y demás hechos; han generado como resultado que a pesar de cuatro meses de estrictas restricciones, desempleo y pérdidas económicas; Colombia tenga doscientos mil casos de COVID-19 y ello evidencia que el país nunca se preparó para la pandemia y todo sacrificio en aras de salvar vidas ha resultado en un fracaso, gracias a la ineptitud y la mala gestión del actual gobierno.
“Economía vs vida”.
Pese a la inefectividad del encierro y la paupérrima gestión del Estado, aún se defiende la idea de una cuarentena estricta y cualquier intento de apertura económica, es interpretado como un falso dilema que consiste en “salvar la salud pública o la economía”, un falaz dilema entre la vida humana y los medios de producción. Dicho dilema se interpreta como si la economía fuese un concepto completamente ajeno y opuesto cuando se trata de la vida. Lo cierto es que no se puede pretender tratar a la vida y el desarrollo humano como asuntos aislados de la economía y tampoco es posible hablar de economía dejando de lado la vida y el bienestar del individuo
En segundo lugar, quienes sostienen la mencionada postura toman la economía como un fin y no como un medio; al respecto el premio Nobel de economía, Frederick Hayek, señalaba en su libro La lucha contra la servidumbre que: “no hay fines puramente económicos, sólo medios económicos para perseguir todos los demás fines”.
En ese sentido, a nivel individual, el salario de un trabajador no es el fin de este sujeto, sino el medio que le permite alcanzar lo que de verdad valora, proveer a su familia con lo necesario y de ese modo protegerla ante la pandemia.
A nivel colectivo, el dinero generado por una empresa, también es confundido como el fin de la misma, no obstante, dichas ganancias solo son un medio más para mantener a la empresa en el mercado, lo cual implica innovar, renovar infraestructuras y pagar la nómina del personal necesario para llevar todo esto a cabo.
Por lo tanto, a nivel individual, un cierre económico implica reducir o incluso negar la posibilidad de proveer de un sustento diario a la familia de cada individuo e igualmente, implica reducir la disponibilidad de medios para proteger del virus a cada persona y su respectiva familia.
A nivel colectivo, las implicaciones de un cierre económico van más allá de la bancarrota de miles de compañías y catastróficos aumentos del desempleo. Clausurar el aparato productivo de un país trae como consecuencia desproveerlo de los medios necesarios para combatir la pandemia. Un ejemplo de ello: son las compañías multinacionales que con el propósito de solventar las pérdidas de la crisis se han adaptado a lo que actualmente demanda el mercado. Ese es el caso de la multinacional General Motors, la cual ante una disminución de la demanda de vehículos adaptó sus plantas de producción para fabricar aquello que se demanda: respiradores, insumos médicos y tapabocas. Casos muy similares se han presentado con marcas tales como: Louis Vuitton, Apple, Arturo Calle, entre muchas otras. Como resultado de una apertura económica dichas compañías se vieron en la posibilidad de suplir la escasez de material médico al inicio de la pandemia, de haber encerrado a los trabajadores en sus casas nunca habría sido posible suplir la demanda mundial de material médico para la pandemia. Fue la apertura económica aquello que permitió mantener el empleo de miles de trabajadores y, por tanto, dotarlos con los medios necesarios para mantener saludables a sus familias, igualmente, gracias a la apertura económica fue posible salvar millones de vidas como consecuencia de satisfacer la demanda de insumos médicos, tan solo General Motors, se encuentra produciendo 50.000 respiradores diarios[1].
La cuarentena en la realidad colombiana, un encierro destinado al fracaso.
En la realidad colombiana, no es posible soportar una cuarentena prolongada, establecer cuarentena donde existen zonas como Salento[2] o San Andrés, donde más del 90% de la población depende del turismo, significa negarles la posibilidad de contar con los medios para afrontar la pandemia y proveer a sus familias. Imponer una estricta cuarentena en un país donde el 46.8%[3] de los trabajadores son informales y el desempleo se haya casi en un 22%[4], significa negarle a casi el 70% de la población, la posibilidad de adquirir los medios necesarios para subsistir y enfrentar la pandemia.
Adicionalmente, no es eficiente ni sensato, exigirle a un Estado que brilla más por su ausencia y corrupción que por su gestión, que provea los medios de subsistencia para la población que se halle en la imposibilidad de trabajar, pues por un lado la mayoría de las pocas ayudas dadas con el dinero de recaudado en impuestos no ha llegado a quienes de verdad las necesitan y por otro, subsidiar a semejante cantidad de personas con el aparato productivo paralizado traería como consecuencia una crisis económica sin precedentes.
Los impuestos de mayor contribución tributaria en Colombia, de acuerdo con la DIAN; son la renta y el IVA, dichos impuestos son pagados en su mayoría por la clase media-alta[5] con un margen de ganancias y una capacidad de consumo moderadas. En primer lugar; ya que la mencionada clase social no se encuentra generando ingresos, ello implica una reducción de lo recaudado por el impuesto a la renta. En segundo lugar; la misma reducción de ganancias, implica un menor consumo de bienes y servicios y, en consecuencia, que las contribuciones provenientes del IVA sean mucho menores.
La significativa reducción de las dos principales fuentes de contribución al Estado genera menores ingresos, lo cual produce una disminución de los medios económicos que sostienen el aparato estatal trayendo consigo la reducción del presupuesto para educación, salud, ciencia, infraestructura y en general todo aquello que sea financiado por el Estado.
Finalmente, es posible concluir que mantener una cuarentena estricta en un país donde se suma indisciplina social con necesidades y corrupción con subdesarrollo económico resulta en un verdadero fracaso, donde las políticas gubernamentales son tan inefectivas como contradictorias, donde dichas políticas permiten arriesgarse al contagio por comprar un televisor, pero impiden emprender o trabajar. Negar la importancia de la economía como el conjunto de medios y posibilidades de suplir las necesidades sociales y proteger a los individuos, trae como consecuencia una sociedad sin aparatos productivos eficientes y sin individuos capaces de protegerse a sí mismos o a su comunidad. Una cuarentena que suprima los derechos del individuo, su trabajo y libertades, además de toda actividad que le permita valerse por sí mismo; deja como resultado una sociedad destinada al fracaso.
[1] https://fee.org.es/articulos/la-econom%C3%ADa-o-la-salud-p%C3%BAblica-estamos-haciendo-la-pregunta-equivocada/
[2] https://www.semana.com/nacion/articulo/turismo-colombia-salento-batalla-contra-el-hambre–coronavirus-hoy/678966
[3] https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-informal-y-seguridad-social#:~:text=En%20mayo%20de%202020%2C%20la,47%2C9%25%2C%20respectivamente.
[4] https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-y-desempleo
[5] https://www.dinero.com/economia/articulo/quien-paga-mas-impuestos-en-colombia/257095
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