«Este desafío al orden jurídico, no será refrendado por el suscrito. Mi conciencia y devoción por el Estado de derecho me lo impiden y por eso he presentado renuncia irrevocable a la Fiscalía general de la nación. Exhorto a la ciudadanía a movilizarse con determinación por el restablecimiento de la legalidad en colombia…» (fragmento del discurso de renuncia del Fiscal Néstor Humberto Martínez).
Al mejor estilo de una telenovela que ya había sido emitida en Perú en marzo de 2018 y cuya «víctima» había sido Pedro Pablo Kuczynski (https://alponiente.com/cuando-renunciar-no-siempre-es-un-acto-de-honor/), la versión colombiana, representada en 2019, tiene como protagonista a Néstor Humberto Martínez, Fiscal General de Colombia hasta el 15 de mayo, cuya renuncia fue tan estratégica que podría asimilarse con cualquier canallada atribuida al villano de la telenovela, con la diferencia de que al villano los televidentes lo reprocharían hasta en la vida real, pero en el caso de Néstor Humberto, la doble moral de nuestra sociedad lo arropa, y es por eso que con cinismo quiere hacernos creer en su devoción por la justicia y autoproclamarse como un líder que exhorta al país a movilizarse en pro de la legalidad. Al parecer, el exfiscal quiere hacernos olvidar, con su discurso patriotero, que está investigado por vínculos, non santos, con la multinacional Odebrecht, la misma que ya tiene a muchos en la cárcel y que provocó el suicidio de un expresidente.
Pero concentremonos en la renuncia, vista por muchos como un acto de honor que evita mancillar el buen nombre del implicado. Pues esperemos que ese sea el caso de Martínez y no igual al de aquellos que en algún momento de la historia se mostraron inmaculados y posteriormente tuvieron que renunciar (Caso de Nixon en 1974 en EE UU y de Otto Pérez en Guatemala en 2011), siendo hallados culpables de los delitos que se les imputaban.
A pesar de todo esto, la renuncia de Néstor Humberto Martínez a la Fiscalia deja aún muchos interrogantes. Sin embargo, para el suscrito (Mauricio Montoya) la dimisión no es más que una estratagema disfrazada de indignación. Tal vez, o no, esto pueda relacionarse o resumirse con las palabras que un día Diógenes le dirigió a un joven, hijo de una prostituta, que indignado y con furia lanzaba piedras contra una multitud de personas que se encontraban en el mercado. Ante ello, el filósofo sentenció: «cuidado hijo, no vaya ser que le tires una piedra a tu padre»