Cuando llega la hora, ¡llega!

La Segunda Guerra Mundial fue una amenaza para el mundo occidental. Entonces, emergió en el horizonte un hombre de estatura baja, regordete, amante del Whisky, de nombre Winston Churchill a la sazón primer ministro de Gran Bretaña.

Churchill, en solitario enfrentó a Alemania liderada por un sujeto de ingrata recordación llamado Hitler quién buscaba expandir el sueño ario y el dominio alemán sobre la Europa toda. “Sangre, sudor y lágrimas” fue su proclama al pueblo inglés. Condujo e inspiró la liberación del continente y, en general, aseguró las democracias de Occidente.

El éxito le fue abrumador y puso de presente que en él había un insospechado líder y un estadista monumental. Cuando la hora llega, llega y a Churchill le llegó y así pasó a la Historia como Líder e Estadista indiscutible. Si hay algo gratificante y aleccionador es leer una cualquiera de las biografías y los escritos del propio Churchill.

Churchill fue un super hombre y como tal tiene Occidente a este cíclope.

No voy a comparar al señor presidente Iván Duque con sir Winston Churchill, para no incurrir en la misma lobería de la periodista Camila Zuluaga, quien dio en la ridiculez de meter en el mismo saco a la grandiosa Canciller Ángela Merkel y la muy ordinaria señora, como se la designa en algunas redes sociales, Claudia López Obrador. La doctora López podrá ser líder, no lo niego, pero dista de ser estadista, como lo afirmo rotundamente.

Y bien, como un acto de justicia, para el que no se necesita ser afecto o desafecto, manifiesto que al doctor Iván Duque también le llegó la hora de mostrarse, como lo que ciertamente es: un líder y un estadista, no para satisfacer a la galería que venía reclamándole que fuera él y no otro, que gobernará por sí como si se tratase de un ventrílocuo que en ningún momento ha sido.

En el manejo de la presente emergencia suscitada por la pandemia agobiante, queda demostrado que el doctor Duque no ha necesitado de consuetas y, que poniendo todo de sí, ha sacado a relucir clara inteligencia, capacidad de conducción, ideas propias, sentido de equipo, responsabilidad y estoicismo para sortear toda suerte de saboteos provenientes de viudos del poder, de chilapos trasplantados a la altiplanicie, de orejones sabaneros e inoportunos pretendientes al trono.

Los impertinentes, los ignorantes, los zafios, hablan por sus desaforadas e incontinentes bocotas, mientras que los seres sabios y cuerdos, de inteligencia emocional probada, unas veces hablan con moderación, cuando no con silencio sepulcral. Impecable el desempeño del señor presidente de la República y enteramente repudiable el desempeño de los disidentes.

Por ahí dijo en bravía intervención el mariscal Gilberto Álzate Avendaño -y lo cito de memoria-, que “… Para tener derecho al silencio, hay que haber trepado muchos años la dura cuesta de las palabras…”. Ese ejercicio es el que falta a muchos y a muchas que por ahí vociferan en tonos que van del Do profundo al Sí estridente.

Cuando llega la hora, llega, y le llegó al señor presidente Iván Duque.

Tiro al Blanco: increíble que el Estado le pague jugosos seguros de vida a magistrados y jueces, que ahora mueren de viejos, y no a los héroes de la salud, médicos y enfermeras, etc., que ofrendan sus vidas por los demás.