Criptomonedas y la nueva revolución anarcocapitalista

“El 4% de las direcciones de Bitcoins posee el 96% de los 21 millones existentes, la distribución de la riqueza/poder es alarmantemente desigual”

El movimiento de las criptomonedas se ha venido consolidando como la actual revolución financiera. Luego del colapso de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos (2006 -2008), que encadenó una crisis económica, un año después nace el Bitcoin la criptomoneda más famosa del mundo, coexiste con Ethereum, Litecoin, Dogecoin y Ripple, las monedas virtuales que no están controlada por ningún gobierno y su valor se basa en la especulación y en la ley de la oferta y demanda.

Para nadie es un secreto que, esta fuerza disruptiva dentro de la economía, la política, la internet, la tecnología y los propios mercados financieros puedan generar una revolución a punto de transformar la cotidianidad y la sociedad tal y como la conocemos, algo que le puede llamar la atención a muchos libertarios.
Por otro lado tenemos, el crecimiento de los boom especulativos, estafas, prohibiciones, posibles regulaciones gubernamentales y los fallos de seguridad de los blockchain o cadenas articuladas que dejan entrever su paraíso libertario.

 

Las criptomonedas cumplen una condición fundamental para llevar a cabo una revolución anarcocapitalista: la eliminación del Estado como intermediario en la creación de monedas.
El objetivo sociopolítico del anarquista clásico es la abolición del Estado y en consecuente la caída de la propiedad privada; dicotómicamente para el anarcocapitalista solo basta con abolir el Estado,  pero eso sí, protegiendo a toda costa la propiedad privada. Pasando por alto los postulados de Kropotkin en su magnífico libro, La Conquête du Pain publicado a finales del siglo XIX, donde el autor sienta las bases de un comunismo anarquista, siendo lectura obligatoria para los militantes de esta corriente.

Sin embargo, cuando hablamos de revolución, hablamos de un quiebre que la criptomoneda viene haciendo desde lo tecnológico con el manejo del blockchain, articulándolos con la inteligencia artificial (IA), pasando por lo económico con su volatilidad desproporcionada y en lo social, creando una comunidad que se percibe así misma como “libre de cualquier institución”, pero que encarna en sí, una nueva cultura organizada.No obstante, la nueva era de libertarios y anarquistas entrarían en una encrucijada, porque estas monedas digitales no van a descentralizar a una sociedad del Estado, los discursos demagógicos de apuntar en contra de los Bancos Centrales no son suficientes mientras el dominio de internet siga siendo monopolizado por corporaciones (como FAANG), la resistencia a la censura se incremente y se pueda fortalecer un software de código abierto –eficiente– en tanto que los gobiernos sigan acortando las opciones para evadir impuestos. Las cadenas de datos (Blockchain), no brindan confianza por sí solas, por lo tanto, no asegura que los datos ingresados sean reales y que el humano sea honesto, se le adjudica la fiabilidad de la gobernanza a los diseñadores del protocolo.

En medio del interés que conlleva ser parte de la comunidad cripto, aparecen los avivados, aquellos geeks aficionados con el tema, entusiastas y uno que otro emprendedor futurista que saca provecho de esta nueva tecnología y el resultado son: numerosas estafas al realizar falsas ICO (ofertas iniciales de moneda), múltiples plataformas para hacer criptonegocios y que en consecuencia confluyen en operatorias de embaucamiento, cambiando las reglas básicas de la economía por un simulado optimismo generalizado sin ningún responsable.

Concebir que las criptomonedas van a resolver los problemas del capitalismo y que la evolución de la economía está cada vez más cerca, es una ingenua premisa. El 4% de las direcciones de Bitcoins posee el 96% de los 21 millones de Bitcoins, la distribución de la riqueza/poder es alarmantemente desigual y pareciera que cumple los requisitos iniciales de cualquier pirámide en el que los primeros en invertir ganan de manera desproporcionada y se vuelven cada vez más ricos a medida que aumenta la demanda de la criptomoneda, pero no su oferta porque de esa manera funciona. Sustentar la idea de la «no intervención de cualquier privado o del Estado en las finanzas», podría distribuir de mejor manera los medios de producción monetarios y generar una liberación, es una utopía. El acceso a esta tecnología es muy limitado y excluye –por obvias razones– a cualquier trabajador común y corriente o personas con mediano acceso al capital.

Finalmente, la comunidad cripto es una nueva tecnología reaccionaria al sistema económico actual, pero que deja muchos vacíos de por medio y que a medida que pase el tiempo, se sume el desgaste publicitario y que la realidad demuestre que las expectativas eran sumamente altas, quedará atrás la profusión poco racional de una economía libre.

Sebastián Torres Murillo

Economista de la Universidad de Buenos Aires, miembro del grupo de investigación de políticas públicas latinoamericanas y el caribe (UBA). Defensor de la paz y la integración regional

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