Cuando Álvaro Uribe Vélez asumió la presidencia de Colombia en el 2002, el país estaba ad portas de ser un Estado fallido; los terroristas Farc, las AUC, la violencia y el narcotráfico estaban totalmente desbordados, creando un ambiente de pesimismo y desesperanza.
Estábamos secuestrados, los colombianos no podíamos gozar de un país seguro, y el país no generaba confianza.
Ese era el panorama, pero Uribe llegó con Mano firme y Corazón grande, con una política integral basada en los pilares de Seguridad Democrática, Confianza Inversionista, Cohesión Social, Estado Austero, Descentralizado y Transparente, y Diálogo Popular. Estas políticas, junto con una voluntad política inquebrantable, marcaron el camino para que Colombia saliera adelante.
Se persiguió por igual a las Farc, a las AUC, a los narcotráficantes y a la corrupción, y fruto de ello se desmovilizó a los paramilitares, se derrotó militarmente a los terroristas y los colombianos recuperamos la fe en nuestro país. Uribe nos devolvió la esperanza y el país estaba unido en un solo proyecto de nación.
A raíz de esta férrea defensa por la institucionalidad y de lucha contra el terrorismo, Álvaro Uribe se ganó malquerientes y enemigos poderosos, desde los paramilitares que terminaron extraditados por seguir delinquiendo, hasta la guerrilla terrorista de las Farc y sus defensores de oficio que han adelantado una gigantesca campaña de desprestigio en su contra, pero por sobre todas las cosas, Uribe se ganó el cariño de los colombianos y un lugar en la historia como el mejor Presidente de Colombia.
Sin embargo, y producto de esa campaña que se ha adelantado contra Uribe, a los colombianos hoy nos genera mucho estupor que la Corte que dejó en libertad al terrorista y narcotráficante alias Jesús Santrich, sea la misma que permitió que pruebas ilegalmente recolectadas fueran admitidas en el proceso que afronta Uribe, y sea la misma Corte que le dictó medida de aseguramiento preventivo a una persona honorable que siempre le ha respondido a Colombia con altura.
A raíz de los últimos acontecimientos, del descontento ciudadano con la justicia y ante la incapacidad de la misma para corregir sus vicios, es primordial que el país empiece a hablar seriamente de una profunda y estructural reforma al Estado, que responda a las necesidades actuales de la nación.
Somos millones los que creemos en la inocencia de Uribe, y los que lo hemos visto molerse por los intereses superiores de la patria, conocemos de primera mano la probidad de todo el actuar de su vida pública y privada, y prueba de esto, ha sido el respaldo que Álvaro Uribe ha recibido desde sectores políticos, ciudadanos y empresariales de manera espontánea, clamando que pueda afrontar su proceso jurídico en libertad y con plenas garantías procesales.
Álvaro Uribe Vélez le ha servido al país durante décadas, lo ha hecho con patriotismo, con sentido de justicia social, con compromiso, y sobre todo, con estricto apego a la Ley.
Así como dijo nuestro Presidente Iván Duque, soy y seré siempre una creyente en la inocencia y honorabilidad de quien con su ejemplo se ha ganado un lugar en la historia de Colombia.
Yo creo en Uribe.
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