Que una senadora avalada por un partido que dice ser liberal, busque prohibir que los solteros y las parejas del mismo sexo constituyan una familia, es la clara muestra de que los partidos en Colombia no representan lo que dicen. Que no son estructuras políticas construidas sobre ideas, sino organizaciones de conveniencia electoral sin mayor coincidencia ideológica.
La democracia como proyecto en Colombia no ha sido más que una declaración de buenas intenciones., una tentativa inconclusa; un teatro en que unos y otros, no tan distintos como dicen, polarizan la opinión pública y se alternan el ejercicio del gobierno, al servicio siempre de intereses que le son ajenos a los intereses comunes. Alternancia ficticia que ha cerrado el sistema político para otras lecturas de la realidad política y del gobierno.
El cierre del sistema político, es una de las justificaciones más poderosas de que un grupo con la intención de incidir en las daciones políticas decida hacerlo por las armas, pues tiene lógica que, si los métodos institucionales pacíficos están secuestrados por un solo sector de la sociedad, quienes tengan la decisión de participar lo hagan por la fuerza.
Por eso para construir paz es necesario abrir ese sistema político, pues la garantía de participación real es también la garantía de que ningún grupo, de los actuales o los futuros, no sienta la necesidad de utilizar las armas para defender sus ideas políticas. No tendrá ninguna justificación la expresión de las ideas por las armas si se garantiza el ejercicio por medios institucionales.
Sobra decir que las armas han hecho presencia en la política en Colombia, al servicio de todos los bandos y que no solo es necesario erradicarlas como medio de la insurgencia sino como instrumento del establecimiento para eliminar físicamente opositores políticos.
En este sentido, la eventual reforma política es la oportunidad para dar un paso adelante hacia la construcción de la democracia, una oportunidad que no podemos desaprovechar.
Somos muchos los que en este país queremos ejercer la política sin tener que someternos a la estructura de los partidos, pues son muchas las ideas y los métodos que no caben en las estructuras vetustas de instituciones que sólo se representan los intereses y los negocios de la camarilla que los dirige.
La construcción de un país mejor, requiere la participación de todos los sectores de la sociedad y no solo de los sectores que tradicionalmente han tomado las decisiones. Lo que implica que se abra la puerta a lecturas y métodos no tradicionales de la política, sobre todo a ciudadanías no tradicionales.
Así, el proceso de reformar la política es una oportunidad, pero también una amenaza, pues corremos el riesgo de que no se transforme nada y que sea una reforma institucional al servicio de quienes van a reformarla: los políticos tradicionales.
Debemos organizarnos y activarnos para incidir como ciudadanos en la reforma política, de nosotros depende que esta coyuntura sea una oportunidad para transformar la forma de hacer política en Colombia y no una amenaza para reafirmar las viejas prácticas. Yeso requiere que dicha reforma no se discuta solo en la oscuridad del congreso, hay que imponerles agenda ciudadana a los congresistas y garantizar que las instituciones permitan más visiones.
Nos vemos en las calles ¡sigamos!