En caso de guerra, y estamos en guerra contra el covid-19, lo que nos cuenta la historia es que lo inteligente es que cesen las diferencias internas y en su lugar aparezca el diálogo y la cooperación como la forma normal de operar, siempre bajo el mandato del gobierno al que le haya tocado esa responsabilidad.
Parece evidente que la salida de la crisis reclama en España una salida conjunta donde todas las fuerzas políticas estén implicadas. El problema es de tal magnitud y es tanta su novedad que ningún país puede permitirse el lujo de permanecer dividido por cuestiones que ni siquiera son políticas, sino partidistas, electoralistas, de falta de reconocimiento de los fundamentos de la democracia que cree que cualquier momento es bueno para debilitar al adversario.
Es evidente que el momento exige la máxima cooperación internacional, y no tiene mucho sentido que se busque el entendimiento con los países con los que normalmente hay fricciones por la cercanía y, sin embargo, no se sea capaz de hallar un diálogo interno en nuestro país.
Esto, que parece de sentido común, no se está cumpliendo. Porque hay gente queriendo hacer política con la pandemia.
Hace política Torra, dando entrevistas a medios extranjeros diciendo cosas que no son verdad, como si el Gobierno de España buscara que Catalunya se infectara. Y hacen política los independentistas que circulan bulos como que se requisan mascarillas que harían falta en Catalunya y se estarían llevando a Madrid (identico bulo propagado por la derecha y la extrema derecha en Andalucía).
Hace política el PP cuando sale García Egea, Secretario General del PP, a reprochar a Pablo Iglesias que esté en el CNI –como si el Vicepresidente no tuviera derecho a estar en el Gobierno- y, de paso, como si tuviera algo que ver, para acusarle, ni más ni menos, de que no cuida de los sanitarios de España.
Hace política Rafael Hernando, el que fuera portavoz locuaz del PP, diciendo que mientras él no puede abrazar a sus padres, Pablo Iglesias, pese a dar negativo en el test del coronavirus, cumplir todos los protocolos y hacer los mismo que el Presidente del Gobierno, acudió a su trabajo.
Hace política Pablo Casado cuando dice que el gobierno se «parapeta» en la ciencia, para después reprocharle que no está tomando las medidas adecuadas. Y hace política cuando dice ahora que hacen falta trabajadores en sanidad y buenos equipamientos cuando los gobiernos del PP recortaron entre 10.000 y 15.000 millones durante los gobiernos de Rajoy. ¿O ya no nos acordamos del copago? ¿O ya no nos acordamos de la marea blanca en defensa de la sanidad pública? ¿O ya no nos acordamos de la altanería de Esperanza Aguirre contra las trabajadoras sanitarias? Las empresas concesionarias de los hospitales madrileños privatizados bajo el mandato de Ana Mato aparecieron después en las Tramas Gürtel y Púnica como financistas del PP. El juez acusó al PP de robarse dos millones de euros de, precisamente, los hospitales que hoy están con gravísimos problemas.
Hace política Díaz Ayuso cuando dice que el Gobierno es responsable de las residencias de mayores –que son responsabilidad autonómica- y sostiene, sin ninguna prueba, que el gobierno no les deja producir material para los sanitarios. Hace política Díaz Ayuso cuando reprocha al gobierno la situación catastrófica de Madrid y se olvida de con la gestión del PP en la comunidad madrileña, hay, en comparación con 2012, y según el Servicio Madrileño de Salud, casi 3.000 camas cerradas, 3.200 trabajadores menos y han aumentado las listas de espera. En 2012, había en Madrid 15.531 camas funcionando. Según la última memoria publicada de 2018, las camas instaladas eran 14.334, pero en funcionamiento solo había 12.565. ¿No recordamos las quejas de que se estaban cerrando camas en verano?
«Todas las tertulias incorporan tertulianos de la extrema derecha que se creen legitimados para mentir en directo porque la libertad de expresión y la equidad consisten en llevar a hablar del cuerpo de las mujeres a un biólogo y a uno que dice que vienen de la costilla de Adán»
Hace política Abascal y Ortega Smith cuando dicen que la culpa del coronavirus está en la manifestación del 8M, cuando ellos organizaron su asamblea en Vistalegre como respuesta, el mismo día, a la manifestación feminista, a la que acudieron todos los demás partidos políticos del parlamento.
Hacen política los medios de comunicación todo el rato. En todas las tertulias. Muchas mintiendo, con datos falsos, manipulando, tergiversando. Todas incorporando tertulianos de la extrema derecha que se creen legitimados para mentir en directo porque la libertad de expresión y la equidad consisten en llevar a hablar del cuerpo de las mujeres a un biólogo y a uno que dice que vienen de la costilla de Adán.
«Los mismos que están haciendo baja política con el coronavirus están diciendo que no hay que hacer política con el coronavirus»
Mienten los medios cuando insisten en la mentira de que las residencias de mayores son responsabilidad de la Vicepresidencia de Pablo Iglesias, y hacen política, mintiendo, Angels Barceló o Miguel Ángel Aguilar cuando traicionan desde la SER su compromiso periodístico para convertirse en periodistas que solemos ver en OK Diario o en la COPE. Y hace política también RTVE cuando entendió que era noticia una petición en change.org impulsada por la extrema derecha contra Pablo Iglesias y que tenía unos apoyos ridículos. Tan noticia que le dio espacio en el telediario de las tres.
Los mismos que están haciendo baja política con el coronavirus están diciendo que no hay que hacer política con el coronavirus. Echar la culpa al gobierno no es hacer política. Criticar lo que ha hecho la derecha con la sanidad o lo que está haciendo ahora sí es hacer política.
Es casi imposible encontrar argumentos en las redes. Miles de cuentas fake o de gente que solo quiere echarle las culpas a la izquierda –incapaces de entender, por ejemplo, que la derecha estuvo en el 8M o en Vistalegre, o que hay menos camas en hospitales públicos ahora por culpa de la privatización de la sanidad- hacen más ancho el foso que separa la discusión porque siempre prima el insulto, el ataque, el reproche y la descalificación. Twiter ya no se diferencia mucho de esos foros de machitos envalentonados que divulgaron la identidad de la niña violada por la manada. Y con esa catadura moral, no es sencillo buscar acuerdos.
«Nos acordamos de los bomberos cuando hay incendios. Pero en el invierno, hay fuerzas políticas que quieren reducir y precarizar a los bomberos. ¿No podemos todos, desde la derecha y la izquierda, entender que si queremos luchar contra los incendios necesitamos medios?»
En cualquier caso, todos perdemos. Porque necesitamos grandes acuerdos para salir adelante. Grandes acuerdos signados por la inteligencia y el sentido común, no por intereses pequeños y mezquinos. Nos acordamos de los bomberos cuando hay incendios. Pero en el invierno, hay fuerzas políticas que quieren reducir y precarizar a los bomberos. ¿No podemos todos, desde la derecha y la izquierda, entender que si queremos luchar contra los incendios necesitamos medios? ¿No podemos todos, desde la derecha y la izquierda, entender que para luchar contra las pandemias, de las cuales el covid-19 puede ser una de las primeras de estas características, vamos a necesitar inversión pública en investigación, sanidad y medios?
Vemos que los locos han tenido que dar marcha atrás. Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, que se reían del virus y decían que formaba parte de la conspiración comunista, han tenido que aplicar cuarentenas. Si estos dementes han entendido la gravedad de la situación ¿no vamos a ser capaces nosotros de ponernos de acuerdo? La Unión Europea ha dado igualmente marcha atrás en la locura de las políticas de austeridad. Y eso parecía lo más difícil. Si nos hemos puesto de acuerdo con los dineros ¿no será momento de ponernos de acuerdo en lo que conviene para el conjunto de España?
«¿No es posible que en vez de reproches y ataques se usen las redes para proponer ideas, soluciones, bases para el entendimiento? ¿Tenemos que resignarnos a entenderlas como un campo de batalla?»
Quedan muchos colectivos por atender. Por ejemplo, más de 600.000 mujeres que trabajan como empleadas de hogar y que han quedado fuera del decreto del Gobierno. O los autónomos. O la gente que no puede pagar el alquiler y ni siquiera una moratoria les sirve. O toda esa gente que se está contaminando ayudándonos a los demás a que permanezcamos sanos: personal sanitario, policías y guardias civiles, transportistas, personal de supermercados, atención domiciliaria…
¿Me va a decir alguien que la gente que ha votado partidos de derecha o de izquierda no se solidariza con todas estas personas? ¿A quién le beneficia que no nos podamos poner de acuerdo? Es el momento de que los votantes se den cuenta de quién está remando para el país, y quien está haciéndolo por pequeños intereses mezquinos. Porque cuando la ciudadanía lo tenga bien claro, todos los partidos, todos, van a tener que ponerse de acuerdo.