Con los pajaritos pintados

Para mí es una felicidad infinita ver cómo, día a día, las ideas de la libertad van tomando mayor relevancia en las discusiones política y económica de la nación. Esta es la mejor motivación para, religiosamente, dedicarle más de seis horas diarias a este bello activismo. Sin embargo, a pesar de conseguir grandes objetivos como poner en la palestra pública propuestas tan buenas como el bono educativo o la flexibilización del porte de armas, muchos, deliberadamente, ignoran estos logros y se ponen en el plan de generar discordias fundamentadas en discusiones banales y sin sentido alrededor del natural clima convulsivo de la época electoral, con el fin de tener un poco de protagonismo.

Harto de esta situación, hoy, desde el rincón más libre que tiene El Bastión –las columnas editoriales– voy a bajar esos “pajaritos pintados en el aire” que estos personajes tienen. Son dos grandes grupos los que he detectado y los denomino como: los puristas y los ilusos.

Comencemos con…

Los puristas

Estos se caracterizan por estar despegados a cualquier milímetro de realidad y, mientras el país hace malabarismo equilibrista en la cuerda floja para no caer en el socialismo cavernario, van a cuanto Twitter space, Facebook o Instagram live, evento o debate a explayar una verborrea aburridora y cansona –que ni ellos soportarían– para dejarte “claro” porque lo que dices “no es libertario” y, por ende, le haces el juego a los enemigos imaginarios que ellos tienen.

Son un lastre desesperante que alimentan la narrativa sucia que los colectivistas venden sobre nosotros, que es “ser una secta radicalizada e intransigente” con las opiniones divergentes. Les falta madurez mental, política y, curiosamente, académica para llevar la dura y cruel batalla cultural que se está librando actualmente.

Más tóxicos que el uranio

Su purismo irradia veneno como el uranio y, al igual que la radioactividad en el cuerpo, tienen la excelsa capacidad de desintegrar a nivel atómico cualquier asociación, grupo y/o movimiento que, con buenas bases, plantee una estrategia política realista para luchar contra los totalitarios.

Su estrategia es matar de rabia a todos enunciando la lista infinita de “defectos” y “errores” que ellos, benévolamente, han construido sobre el grupo y que se debe corregir antes de siquiera empezar a respirar. La intención es quedar de líderes y así satisfacer su fantasía pornográfica frustrada de liderar una “revolución libertaria”; pero, cuando consiguen ese ansiado liderato –que es el mismo momento donde el grupo ya está al borde de la muerte– sus acciones son equiparables a las de la URSS con el accidente de Chernóbil.

¿Y entonces qué hacemos?

Como líder de El Bastión he sido muy cuidadoso con este tema y la mejor estrategia que he implementado para evitar que tales personajes destruyan este bello proyecto –que, aclaro, ya no es sólo mío– consisten en poner reglas claras desde el momento uno y hacerlas cumplir.

La más importante es que se pueden tener opiniones diferentes a la hora de crear soluciones, estrategias y acciones para dar la batalla. No obstante, absolutamente TODAS deben pasar el filtro de factibilidad. Sin este requisito, ni siquiera habrá espacio de debate, aunque alguna llegue a ser muy deseable por todos; y al que no le guste, bien pueda la ejecuta en solitario.

Pero ya basta con estos y vamos con…

Los ilusos

Son aquellos que sobredimensionan las oportunidades que han salido para las ideas de la libertad en el país y, embriagados por ello, ignoran hechos delicados y contraproducentes que los golpearán con total contundencia y severidad.

La primera y más común es la defensa a ultranza y ciega a cualquier político que medio este de acuerdo con las ideas. No son capaces de entender que, en campaña, se promete hasta lo imposible con tal de ganar los votos para ser elegido. Así que, de ese cúmulo de políticos que han mostrado simpatía discursiva por las ideas, el 90% sólo lo dice para ganar unos cuantos votos.

La segunda, es que piensan que la política es únicamente buscar votos. No tienen la más remota idea de la horrenda maquinaria burocrática y legal que existe para evitar que surjan nuevos liderazgos en el país; lo más duro de todo son los muros económicos altos que, para tener una idea, les dejo una lista de los que son más caros:

  • la obligación de pagar una póliza por COP$ 800 millones para inscribir cualquier candidatura,
  • el alto precio económico de tener un aval,
  • el costo de tener un buen número de candidatos en lista,
  • la fuerte cantidad de dinero que se gasta en publicidad y correrías…
  • y, especialmente, el tener un equipo de orden nacional, departamental o municipal para vigilar los votos en las elecciones, es decir, los llamados “testigos electorales”.

Al final, el precio más bajo de una campaña se sitúa en los 50 millones de pesos –aproximadamente– y sería para ser edil de una localidad, si es ciudad capital; teniendo en mente que depende también de que capital sea, ya que no es lo mismo el costo de un edil en Barranquilla que en Bogotá. Si hablamos de un municipio no capital, la campaña más baja es la de concejal, que igualmente, el monto se mantendría o subiría un poco, pero nunca bajaría.

Un político sin alianzas no es nadie

La democracia posee una gran virtud que es, a su vez, su mayor defecto: la horizontalidad del poder. Si creen que ser elegidos es difícil, pues es sólo el primer peldaño en este viacrucis. Es OBLIGATORIO que cualquiera que desee incursionar en la política tenga las alianzas estratégicas necesarias para poder gestionar y cumplir alguna de las promesas hechas en campaña. Sin este requisito elemental, solamente será un político electo ninguneado, rezagado y suprimido a su máxima expresión.

Además, el juego de la política es bastante sucio y se requiere de, básicamente, no tener mucha humanidad para poder soportar lo que esa putrefacta aura de solemnidad esconde. Personalmente, he participado dentro de varias campañas políticas exitosas y estado en el ejercicio, y realmente puedo asegurar que la mayoría no están listos para tal nivel.

Pregúntate ¿Comprarías votos para ti o tu candidato?

Esta es una pregunta muy necesaria que toda persona que quiera participar en la política debe realizar y contestar con total sinceridad. Y no se confundan, no la menciono porque pueda ser un buen filtro de honestidad y moralidad, sino que comprar votos es una opción no negociable en Colombia.

La infección de la corrupción no está sólo en el Estado, y si usted no está preparado para negociar económicamente votos, usted o su político se van a quemar. Podrá ver que las personas van a sus eventos, participen de sus manifestaciones, compartan sus comentarios y sus propuestas en redes, pero si el día de la verdad usted no tiene una fuerte suma de dinero para repartir, solamente su familia y amigos votarán por usted.

En conclusión

La situación del país hoy es muy delicada y se necesitan atacar simultáneamente todos los frentes existentes. Se requieren centros de pensamientos y organizaciones políticas, culturales y sociales que abanderen el liberalismo en general. Todos, desde nuestra porción de frontera, podemos seguir robándole espacio a los totalitaristas.

Lo que en el liberalismo NO necesitamos son personas con la arrogante creencia de que sólo ellos saben la fórmula correcta de manifestarlo. Tampoco necesitamos fanáticos por “x” o “y” político o partido, exclusivamente, por defender alguno de nuestros ideales. No le demos mayor importancia a estos personajes y concentrémonos en hacer el trabajo al lado de quienes verdaderamente desean una Colombia más liberal… Y más libre.


Este artículo apareció por primera vez en nuestro portal aliado El Bastión.


Carlos Noriega

Barranquillero. Administrador de empresas con varios años de experiencia en formulación y ejecución de proyectos productivos de capital privado, público y mixto. Director ejecutivo (CEO) y miembro fundador del medio digital liberal/libertario El Bastión y de la Corporación PrimaEvo.

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