Cómo revivir una democracia somnolienta: el papel del pensamiento crítico en la sociedad contemporánea

Primera columna

“Pensar es el trabajo más duro que existe, y probablemente sea la razón por la que tan pocos se dedican a ello” Henry Ford.

A diferencia de las teorías sobre la democracia, el pensamiento crítico no propone modelos acerca de cómo la democracia debe ser, sino que constituye un criterio de discernimiento que toda pretendida democracia debe satisfacer.

Y es que hoy en día, con cierta desilusión, el mundo está constatando que ni el progreso ni los derechos consolidados los tenía garantizados. Si bien el inicio de la filosofía fue el paso del “mito” al “logos”, hoy la política y la democracia están haciendo el paso inverso, “el paso del logos al mito”, transitando peligrosamente de la racionalidad crítica, la búsqueda de la verdad, la libertad de conciencia y la reflexión constante, a la frivolidad de un tweet o una fake news, a la irracionalidad de la mentira, a la política de la opinión no contrastada, adormecida por la comodidad del resultado rápido, huérfana del pensamiento crítico, presa del amor a las cadenas, esclavos de ideales tácitos y llena de ilusiones banales.

Este punto de inflexión o tránsito distópico, además de venir siendo alimentado por una crisis global, que abarca desde una pandemia universal hasta fracturas sociales abismales que ponen de nuevo en evidencia el carácter cíclico de las debilidades y deficiencias de nuestras democracias, termina en un escenario de incertidumbre al presenciarse cada vez menos una desobediencia civil que haga frente a las injusticias del sistema, brillando por su ausencia el poder de maniobra que reside en los ciudadanos, con acciones como la de participar del sufragio, manifestar su descontento e inconformismo, sin verdaderamente atender a las necesidades colectivas, quedando de brazos cruzados ante los problemas que circundan, dejando simplemente que las cosas pasen, asomándose, despacio pero sin pausa, como destino de los pueblos, el régimen dictatorial.

Por ello se sostiene que, sin pensamiento crítico, no puede existir democracia, y si este existe, su ejercicio meramente formal resultaría inútil ante el unanimismo que parece consolidarse como la regla por excelencia de una democracia aparente, pasiva, falsa. Dicho pensamiento crítico es, en palabras de a quien se le atribuye la paternidad del término, Max Black, el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura, aunque personalmente le adicionaría a su comprensión ser la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos.

Tal es la importancia del pensamiento crítico en la democracia contemporánea: desconfiar, ser rebelde, criticar, cuestionar y manifestarse frente a los distintos mecanismos de control social, como son, por ejemplo, los medios de comunicación o las estrategias consumistas, que parecieran inocularnos una suerte de anestesia colectiva, y por eso tanto fútbol, tanto reality, tantos reinados de belleza, tantas propagandas, tantos acontecimientos inanes o ridículos que solo buscan mantenernos distraída la atención, mientras los dueños del poder hacen lo que tienen que hacer y se salen con la suya.

Pero ¿qué debemos hacer? Siguiendo al premio nobel José Saramago digamos: ¡abramos los ojos! ¡No traguemos entero! ¡Quitémonos la venda! ¡Reflexionemos! ¡No hagamos el papel de ser el manso rebaño de ovejas que los gobiernos de turno acostumbran a pastorear!


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Matías Gómez Buitrago

Estudiante de Derecho de la Universidad Autónoma de Bucaramanga - Unab, y técnico laboral en habilidades en programación con énfasis en aplicaciones móviles. Mis temas de interés son la política, la educación, la historia y la filosofía.

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