“La experiencia nos ha dicho a los colombianos que si el año que empieza trae consigo elecciones legislativas y/o presidenciales, será un año lleno de polémica, chismes y otro tipo de situaciones que probablemente sean olvidadas una vez pasen las jornadas electorales, y no precisamente para construir un nuevo mañana sino para que el pueblo no se ilusione con un cambio que nunca vendrá”
Hace algunos días me estaba acordando de mi yo de 4 años entrando con mi mamá y mi abuelita al puesto de votación asignado, marcando con solemnidad una equis encima del candidato que ellas me indicaban y luego explicándome porqué era necesario ejercer nuestro derecho al voto. Conforme pasaba el tiempo, mi gusto por la política empezó a crecer y se alimentaba gracias a mis abuelos y mi mamá, quienes gran parte del tiempo hablaban sobre el tema, leían enormes artículos sobre las elecciones presidenciales del 2006 y acumulaban, como si fuera un deporte, revistas que tenían como portada diversos resultados de encuestas sobre aprobación presidencial. En ese momento, al no saber mucho sobre el funcionamiento de la política colombiana, veía ese campo con ojos de chisme más que con los de preocupación que debería aplicar; por lo que cuando crecí y pude elegir una carrera para estudiar decidí Ciencia Política, con la sorpresa que aún así, la política seguía siendo un chisme y no un asunto importante en nuestra vida cotidiana.
Siento este año el primero en el que vivo de cerca unas elecciones y ya teniendo nociones más claras sobre “el arte de la política”, me ha causado bastante curiosidad la manera en la que, a pesar de que la gobernanza es supuestamente por el pueblo y para el pueblo, cada vez resulta más excluyente, clasista y poco diversa. Lamentablemente, al igual que en la academia, la difusión del conocimiento y de las ideas se ha limitado bastante, por lo que termina quedando en las manos de los mismos de siempre y de los pocos que cuentan con la suerte de estar beneficiados por acceder al privilegio en el que se ha convertido la educación y el acceso a la información verídica.
La experiencia nos ha dicho a los colombianos que si el año que empieza trae consigo elecciones legislativas y/o presidenciales, será un año lleno de polémica, chismes y otro tipo de situaciones que probablemente sean olvidadas una vez pasen las jornadas electorales, y no precisamente para construir un nuevo mañana sino para que el pueblo no se ilusione con un cambio que nunca vendrá. Evidentemente, este año no fue la excepción y el panorama político ha pintado más interesante para los chismosos como si un niño despertara en medio de una fábrica de dulces. Esta época pre-electoral por la que estamos atravesando ha traído material digno de una serie de Netflix; que si el romance de Char con Aida, que si Paola Ochoa renuncia porque se está divorciando, que si Rodolfo Hernández es un anciano beligerante que no se ubica ni en su propia casa, que si los Galán aparecen cada cuatro años a recordarnos a su padre e incluso, que si el Centro Democrático no pudo ser más machista al elegir a Miguel Uribe (si, el que solo habla de su madre fallecida como instrumento político), por encima de Maria Fernanda Cabal, que, aunque ha sido objeto de críticas por sus posiciones intolerantes y con discursos de odio incluidos, es bien sabido que su participación es más destacada en este partido que la de Miguel.
A pesar del chisme día a día que se puede sacar de estos sucesos todos los días, es bien sabido que este año se ha hablado de todo menos de propuestas de los candidatos. ¡y con toda la razón, pues esta resulta ser la parte más aburrida de la política para la gran mayoría de los ciudadanos! Esto probablemente no sería un problema si estuviéramos hablando de otra disciplina, pues todas tienen sus partes cansonas que solo quien las estudia, las soporta; no obstante, cuando hablamos de política, el asunto se pone más delicado, pues no debería ser un campo limitado para los académicos y supuestos “políticos de corazón”, sino que debería ser del pueblo y para el pueblo.
Lo lamentable de toda la situación es que hemos vivido años tratando de entender la política y, cuando por fin creemos que es pan comido, se complican los procesos, amplían los conceptos y, sobre todo, quienes están a la cabeza de las instituciones piensa en nuevos mecanismos pero no para progresar como población sino para hacerse más pillos y ver como le hacen conejo a la gente. Debido a esto, es imposible poder pensar en una política fácil o al menos comprensible para todos y todas, es inimaginable hablar de mecanismos incluyentes y diversos para la población, pues cuando se habla de política, estamos acostumbrados a usar términos complejos y casi de poca intuición para explicar qué sucede en tanto en nuestro país, como en la esfera internacional.
Quedan pocas reflexiones en este tipo de situaciones que ya hemos manifestado muchas personas a lo largo de la existencia de “la política” tal y como la conocemos en nuestras vidas, sin embargo, es imposible que la población esté exigiendo que los candidatos nos hablen de propuestas si muy pocos sabemos de lleno los asuntos. Además deja en evidencia que la política resulta tan excluyente que quienes son vulnerables y no tengan un acceso equitativo a recursos, educación e información, tendrán una participación restringida en las jornadas electorales venideras; los ricos educados gobiernan a los pobres olvidados y ellos en su mejor intento por subsistir, terminan votando por figuras públicas, caras bonitas o el tipo que acumule más romances prohibidos a sus espaldas
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