¿Comete la izquierda el mismo error que el periodismo sin ética?

Nacho Cardero, director de El confidencial, persona a quien respeto y a quien reconozco profesionalmente (el éxito con su diario es una prueba clara de ello), ha escrito enfadado por una información del digital La Última Hora que señala a uno de sus periodistas, José María Olmo, como una persona contaminada por el ex comisario Villarejo, encarcelado por una ristra de delitos, entre ellos la extorsión.

Contaba el que fuera director de El Mundo, David Jiménez, que el Comisario Villarejo era la garganta profunda de ese diario y el responsable de haber suministrado constantemente información falsa, fabricada por policías corruptos, para perjudicar a adversarios políticos del PP. Casi siempre Podemos. José María Olmo ha sido uno de los periodistas que ha usado con frecuencia a Villarejo como fuente, con todos los problemas que eso conlleva y que son señalados por La Última Hora. Y que han generado la respuesta airada y comprensible de Cardero.

Sorprendentemente, esas informaciones falsas creadas por la derecha para hacer daño especialmente a la izquierda, han ocupado más páginas en los periódicos y más horas en las tertulias e informativos que el hecho de que el Gobierno de Mariano Rajoy creara una policía política que fabricaba pruebas falsas contra Podemos. Algo infinitamente más grave que el Watergate, pero que en los medios españoles no ha recibido especial atención quizá porque una parte del periodismo de investigación de España provenía de esas pruebas falsas construidas por esos policías corruptos.

El Watergate y Kapuzinski son dos ejemplos repetidos de la ética periodística y, sin embargo, ese Watergate español que es la mal llamada policía patriótica no se señala casi nunca. Y como cuenta en su libro El director David Jiménez, 80 periodistas de los de referencia en su día en España estaban en nómina de la Telefónica de César Alierta. Sin olvidar que ningún Kapuzinski hispano denunció durante cuarenta años las tropelías del actual Rey Emérito.

Creo que hace bien Nacho Cardero defendiendo a sus periodistas –es lo que hacen los buenos directores con sus trabajadores-. El periodismo es una de las profesiones más golpeadas, por muchas razones de todo tipo, con sueldos bajos, un «intrusismo» estructural propiciado por las redes sociales, la recaída en las fake news, la creación de digitales dirigidos a la extorsión (algo muy típico en muchas Comunidades Autónomas) y al ataque invariable, casi siempre con mentiras o medias verdades, contra la izquierda, y una deriva hacia el sensacionalismo y la operación política que les ha restado mucho respeto social.

No es extraño que las relaciones del periodismo y la política en España estén contaminadas, como contaminada está la propia política y lo está el periodismo. Porque cada vez que hay un escándalo político, cerca hay algún periodista implicado de una forma u otra (y no por hacer su trabajo de informar objetivamente de los hechos). Hoy se publica en los medios (de una manera más clara en unos que en otros y en algunos directamente se omite) parte de las conversaciones de Villarejo donde el ex comisario señala a Mariano Rajoy como responsable de presuntos delitos.

Creo que aunque las declaraciones o las pruebas falsas de Villarejo contra Podemos han sido siempre utilizadas por una parte importante de los medios para señalar a la fuerza morada y a sus líderes como culpables, Podemos no debe hacer lo mismo. Las declaraciones o conversaciones de Villarejo son las de un delincuente con el que, desgraciadamente, muchos periodistas han tenido íntimas relaciones e, incluso, han estado a sueldo del corrupto. Y hay que tomarlas como tal. En segundo lugar, aunque a Podemos se le haya negado invariablemente la presunción de inocencia, no debe cometer el mismo error y negar esa presunción a cualquier persona, incluidos los periodistas, sobre los que pese cualquier indicio de delito. Quizá otro error de Felipe VI con su padre fue considerarle de alguna manera culpable al retirarle la asignación y redactar aquella carta renunciando a «cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, pueda no estar en consonancia con la legalidad que rige su actividad institucional y privada y que deben informar la actividad de la corona».

«Desgraciadamente, José María Olmo fue uno de esos periodistas que publicó como ciertas informaciones que luego se demostraron falsas y los jueces o los fiscales archivaron o invalidaron»

Se estudiará en el futuro y lo explicarán las facultades de periodismo, pero es seguramente con la aparición en España de OK Diario con la que se consolida una suerte de periodismo basura que ha terminado aplicando a la información la Ley de Gresham (la que apunta, como reza Wikipedia, que «cuando en un país circulan simultáneamente dos tipos de monedas de curso legal, y una de ellas es considerada por el público como «buena» y la otra como «mala», la moneda mala siempre expulsa del mercado a la buena»). Es verdad que lo que hizo Pedro J. Ramírez en El Mundo alimentando la teoría de la conspiración durante años ya venía alimentando el deterioro, y que aquella llamada de Aznar a las redacciones haciéndoles publicar que el atentado de Atocha fue obra de ETA y no de islamistas –después de haber publicado que en Irak había armas de destrucción masiva- abrió una grieta por donde luego se colaron los periodistas sin vergüenza.

«¿Qué debe hacer el director de un medio cuando uno de sus periodistas incide en el error? En El Mundo, aguantaron con Javier Negre incluso después de haber sido condenado por inventarse una entrevista. Dudo que haya tanta laxitud en ninguna profesión»

OK Diario, y le siguieron casi todos los medios, publicó mentiras que le había pasado Villarejo en reuniones donde incluso se discutió en qué momento se sacaban para hacer el mayor daño posible a Podemos. Es lamentable que alguna jueza no condenara a Inda por publicar mentiras, bajo el argumento de que la información era «veraz» porque provenía de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Es decir, que se las había proporcionado el encarcelado Villarejo. Desgraciadamente, José María Olmo fue uno de esos periodistas que publicó como ciertas informaciones que luego se demostraron falsas y los jueces o los fiscales archivaron o invalidaron (financiación de Irán, vinculación con entramados mafiosos, financiación de Venezuela, acusaciones de cobro de comisiones, falso informe PISA, existencia de una Caja B, malversación a hacienda, destrucción por parte de Pablo Iglesias de la tarjeta telefónica de Dina Bousselham). ¿Qué debe hacer el director de un medio cuando uno de sus periodistas incide en el error? En El Mundo, aguantaron con Javier Negre incluso después de haber sido condenado por inventarse una entrevista. Dudo que haya tanta laxitud en ninguna profesión.

Hay comportamientos que se repiten. Hace apenas unos días, José María Olmo no ha dicho la verdad cuando ha afirmado que Podemos se ha gastado dinero electoral en una tienda de ropa, achacándole al partido lo que ha hecho una consultora (que hace con su dinero lo que le da la gana). Como si el PP, Ciudadanos, Vox o el PSOE fueran responsables de lo que hacen con su dinero las consultoras con las que trabajan. O cuando titula una noticia dando a entender que Podemos, otra vez sin pruebas y faltando a la verdad, había cometido un delito («El dinero electoral de Podemos se esfumó en retiradas de 600 euros en cajeros, bares y viajes»), algo que sería utilizado en las tertulias para equipararlo, mintiendo, con el blanqueo, ese sí demostrado y juzgado, del PP en Valencia.

«No parece muy sensato que el periodismo desprecie el «periodismo» que hace Inda y, al tiempo, no mencione sus tropelías o lo blanquee compartiendo debates. Y lo mismo vale para los anunciantes»

Es un lugar común en las conversaciones con periodistas el desprecio que sienten por Eduardo Inda, un periodista condenado por mentir, condenado por un delito que en Baleares es considerado maltrato a la mujer (no pagar la pensión de alimentos a los hijos) y que se va a sentar en el banquillo de los acusados por un delito de acoso a menores. Sin embargo, no solamente el director de ese panfleto -al que el PP dio 300.000 euros para que arrancara- se pasea por las tertulias, sino que son muy pocos los periodistas que han decidido no sentarse en la misma mesa que esa persona. Seguramente el complemento a los malos sueldos que significa acudir a las tertulias es determinante, pero no parece muy sensato que el periodismo desprecie el «periodismo» que hace Inda y, al tiempo, no mencione sus tropelías o lo blanquee compartiendo debates. Y lo mismo vale para los anunciantes.

Recordaba Manuel Ligero en La Marea a Aaron Sorkin, el autor de The Newsroom: «si a sabiendas dejas que alguien mienta en tu programa, quizá no seas un camello, pero sin duda eres la persona que lleva al camello en el coche». Y eso es lo que ocurre cuando llevas a la mesa de tu tertulia política a personajes como Javier Negre o Eduardo Inda». Todos podemos hacer nuestra parte en adecentar nuestro país.

«En casi cualquier profesión, un error grave supone la pérdida del puesto de trabajo. ¿Cuántas veces tiene que mentir un periodista para que pierda la condición de tal?»

Creo en los medios libres, plurales y objetivos como un pilar democrático. Aunque sigo sin entender por qué los medios pueden estar en manos de fondos buitre, bancos, empresas o negocios que nada tienen que ver con la información. Cuando el periodismo se convierte en un arma de combate contra oponentes en donde todo vale, incluido mentir, la democracia se degrada. El problema no está en que desde el periodismo se señale los errores del periodismo, como ha hecho La Última Hora, sino que desde el periodismo se permita que los periodistas mientan. En casi cualquier profesión, un error grave supone la pérdida del puesto de trabajo. ¿Cuántas veces tiene que mentir un periodista para que pierda la condición de tal?

España enfrenta, con el COVID-19, un desafío enorme, donde, como vemos en Madrid, la política enreda lo que debieran desenredar los científicos –que tampoco han tenido su mejor momento en este caso- . Necesitamos unos medios de comunicación comprometidos con la verdad, que pidan perdón cuando se equivoquen, que no alimenten un periodismo corporativo y mucho menos al servicio de intereses espurios. Porque de lo contrario, habremos cavado un metro más entre todos la fosa donde se enterrará a la democracia.

Juan Carlos Monedero

Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Actualmente es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid (con dos tramos de investigación -sexenios- reconocidos).

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