Colombia ha pasado por múltiples guerras civiles de diferentes tipos; guerrilleros, narcos, paramilitares, comandante militares y políticos han desangrado los sueños y anhelos de los campesinos, estudiantes, trabajadores y mujeres que caminan sus calles y veredas. Después de la destrucción llegan los relatos atroces que describen la barbarie desde la historia personal de la víctima o el relato general de las instituciones. Los relatos bélicos entran a jugar un papel tan importante en el imaginario colectivo ya que la relación entre el pasado y presente está en constante interacción; por tanto, cuando las personas conocen más que todo narraciones catastróficas de su pasado personal, o colectivo, tienden a tener una visión totalmente desesperanzadora de su presente y futuro.
Esta visión oscura del devenir de la nación ha hecho que los receptores de los discursos bélicos tomen posiciones de esperanza y desesperanza, que manifiestan y propagan a las personas cercanas. La transmisión de discursos ya es una acción en sí misma que desencadena otras que se materializan en actos de violencia, rencor, odio y venganza; o por el contrario, en actos de reconciliación, perdón, amor y fraternidad. Pero hay que comprender que el discurso bélico está sujeto a divergentes ideologías políticas que pretenden establecer un orden, por consiguiente, la confrontación surge como resultado del desacuerdo entre los diferentes discursos.
Estos relatos bélicos toman diferentes caudales de expresión como la música, las películas, las obras de teatro, los libros y poemas que los reproducen bajo formas principalmente verbales, son las historias que las personas cuentan las que van generando y creando poco a poco un imaginario general de la condición de la nación colombiana. “El imaginario de la guerra perpetua sigue presente en las mentalidades de la gente del país” (Hincapié, 2004, pág. 14) Colombia ha pasado gran parte de su historia en guerra, esto es algo que ha calado profundamente en todos los que compartimos este territorio. Por ello, a lo largo de la historia de Colombia las opiniones se han polarizado entre dos grandes bandos.
El siglo XX fue especialmente violento para Colombia, una violencia de carácter político resultado de la insatisfacción por falta de participación política, la inequidad por falta de acceso a la tierra, la desigualdad que se traducía en pobreza, la injusticia en asesinatos selectivos a líderes políticos y la indiferencia de un Estado que cada vez más indolente con su pueblo. En siglo pasado Colombia vivió un periodo conocido como la época de la Violencia, donde había una intensa violencia bipartidista entre los miembros de los partidos liberal y conservador.
Esta época tuvo sus inicios hacia mediados de los años cuarenta y se recrudece en 1948 con la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, todo esto dio como resultado la creación de grupos armados como los pájaros, los chulavitas que estaban con el gobierno conservador del presidente Mariano Ospina Pérez y también se desarrollaron guerrillas apoyadas por el partido liberal cuyo reductos continuaron en funcionamiento hasta degenerar en la antigua guerrilla de las FARC y el ELN.(Antecedentes del conflicto armado en Colombia. Las repúblicas independientes, 2016)
Todos estos procesos de violencia han estado enmarcados en discursos políticos que justifican los ideales sociales que cada colectividad quiere implementar, esto a su vez genera una polarización en la comunidad civil que sin tener muy claro las ideas por las cuales pelean, toman partido ya sea por un referente religioso, moral, espiritual o por el discurso de algún líder político les proporciona y logra calar espiritual y emocionalmente en ellos. Los discursos bélicos y políticos siempre han tratado de algún modo u otro definir quién es el enemigo por medio de la retórica; cuya intención principal es buscar convencer a las personas sobre la justicia, necesidad, oportunidad o pertinencia de la guerra contra este enemigo anteriormente definido como el otro. Discurso que también se apoya en el discurso poético que más que apelar a argumentos va dirigido a “las razones del corazón” de este modo se crea un gran macro discurso que se encarga de definir quién y por qué es el enemigo.
Históricamente el enemigo se ha definido bajo alguna de estas tres premisas; primera, el enemigo es un tirano; segunda, hay una conspiración en marcha; tercero, el enemigo quiere cambiar de manera extrema la sociedad. “En suma, las proclamas y los pronunciamientos son (…) actos bélicos y políticos que llaman a derramar sangre (…) aunque también inducen reflexiones políticas sobre el valor de la libertad, la justicia, la tradición o el orden republicano” (Hincapié, 2004, pág. 29)
Todo lo anterior me lleva concluir que, aunque la identidad como nación este en devenir constante, todos estos relatos de los cuales se alimenta la memoria son necesarios para tener nociones más o menos claras de lo que somos como nación. La tradición, los valores y la cultura guardan todos estos registros que nos movilizan bajo ideas diferentes de mundo en la actualidad. Mi propuesta es escoger bien los discursos que deseamos transmitir a los otros, pensar en el conflicto como una oportunidad de transformación bien encaminada y no en un paso anterior a la confrontación violenta. Desarmemos las palabras, seamos implacables con los argumentos y suaves con las personas creo que ahí esta la paz.
Bibliografía
de Hincapié, M. T. U. (2004). Las palabras de la guerra. Estudios Políticos, (25), 11–34.
Ricoeur, P. (2016). Imagination in Discourse and in Action. In Rethinking imagination (pp. 118–135). Routledge.
Ugarriza, J. E., & Ayala, N. P. (2017). Militares y guerrillas: la memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958–2016. Editorial Universidad del Rosario.
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