“… El clásico, “Profe, cómo se dice, sálganse o salgasen”, sería sucedido por la refleja y masiva desconexión de los alumnos; aunque no observar la reacción del profesor restara gracia a la chanza.”
Llevo poco más de un año siendo egresado del colegio y ya me siento viejo; casi podrían dedicarme la canción que se entona durante las emisiones de voz populi, “…se está poniendo viejo, cuéntese las arrugas y no se haga el…”. No estoy preocupado por mero delirio, es más, ni siquiera puedo atribuirle tal percepción de mi vejez a la cuarentena, aunque esta me haya hecho perder la noción del tiempo. En estos momentos todo apunta a que, efectivamente, y no como pregonan nuestros padres o abuelos cada vez que tienen oportunidad, los tiempos han cambiado.
El último fin de semana, el mayor de mis sobrinos, dijo con desaliento: “¡No! -haciendo ademán de disgusto-, este fin de semana como se pasó de rápido y ya mañana es lunes”. La expresión, aunque siendo muy usual, dentro de las actuales circunstancias, hizo que mi mente tendiera un especial vuelo imaginario: Las clases virtuales acabarían la esencia del colegio, reveló el aterrador ensueño:
El despertador sonó como de costumbre a las 6:00 a.m., lo apagué y me acordé de inmediato de la tarea que no había hecho. Rápidamente hice un esfuerzo por encontrar una solución, necesitaba más tiempo, perder la nota no era una opción. Mi madre comienza su rutina también como de costumbre para preparar el desayuno antes de mi partida a clases; sin embargo, al ver que no me levanto, entra en la habitación diciendo:
- Haber, ¿por qué no se ha levantado?, ya van a ser las 7 y usted nada que se mueve, hágale rápido -dice tratando de alarmarme-
- Mami, estoy como maluco, no creo que pueda ir al colegio -replico utilizando talentos actorales nunca antes vistos –
- Y ¿qué le está doliendo? –indaga un poco desconfiada-
- Tengo un dolor de cabeza impresionante
- Ah bueno, ya le traigo una bebida y un acetaminofén para que se le pase mijo -reacciona comprensiva-
- Gracias madre, yo voy quedarme acá acostado para ver si se me pasa –digo para terminar la faena-
- Bueno, y ya le traigo el computador porque el frío de la sala le hace daño
- ¿Cómo así, para qué? –respondo desconcertado-
- Pues para que se conecte con el profesor, para qué más va a ser. Y también arréglese, aunque sea un poquito, qué pena que lo vean como un loco por esa cámara –con actitud propositiva-
En ese momento me entero que había faltado considerar algo esencial antes de simular los padecimientos, a decir, que el colegio estaba en casa y no había manera de escapar: una fuga de clase implicaba salir de la casa sorteando la ira parental; ya no tenía que pedirle permiso solo al profesor para ir al baño, sino también, a mis padres; lo de acusar a mi compañero del lado por lanzarme un pedacito de borrador se había acabado; tampoco podría quedarme dormido, era demasiado peligroso teniendo a mi mamá cerca; cualquier falta disciplinaria digna de citar padres, se haría en vivo y en directo, pero por medios virtuales.
Por otro lado, las torturas y el bullying tendrían que actualizar prácticas: se acabaron las conocidas ‘empanadas’, el robo de lapiceros y los ‘calvazos’; tampoco el grupito de atrás podría volver a sus tertulias vociferantes; los dibujos de falos en los cuadernos ajenos y/o el tablero por parte del ‘chistoso’ se ha acabado. El clásico, “Profe, cómo se dice, sálganse o salgasen”, sería sucedido por la refleja y masiva desconexión de los alumnos; aunque no observar la reacción del profesor restara gracia a la chanza.
Cuando volví en sí, mi madre ya había traído el computador y las medicinas prometidas, no me quedaba otra opción que enfrentar el ineludible destino…
No quisiera estar en el lugar de mi sobrino, viendo clases virtuales y atendiendo dictados por medio del audio entrecortado que emite el dispositivo. Mejor deseo suerte a quienes estudian la medicina y se empeñan por encontrar la vacuna contra el COVID-19, ‘Cavid’ al decir de Juanpis Gonzáles, y por antonomasia, contra la no presencialidad.
Claro está, se vivirían plenamente las desventajas-ventajas de la distancia, en un plano donde todos los estudiantes tuviesen una conexión permanente y la calidad académica no solo fuera afectada por la virtualidad sino también, por la incapacidad absoluta de atender los llamados educativos. Es por ello que, se deben tener en mente 3 premisas; la primera, es imperioso atender con equidad a las necesidades locales de los estudiantes; la segunda, tenemos que actuar como unidad de acción, adaptarnos y no desvanecer; y la tercera, después de la tormenta viene la calma. Por mientras, ustedes padres no se preocupen, en unos cuantos meses los torbellinos que tienen en casa serán nuevamente remitidos a los colegios.