Tengo ganas de fumarme un bareto, o un porro que llaman, pero el poder ejecutivo me dice que no, porque me traerá sanciones, mientras el judicial dice que sí, pues tengo derecho al libre desarrollo de mi personalidad. ¿Me lo fumo o no? Por el momento será quedar con las ganas gracias a la doble moral que carga esta sociedad que no me deja elegir sin sentirme señalado por el prójimo.
Eso fue lo que me dijo un muchachito cuando le pregunté qué pensaba sobre la decisión de la Corte Constitucional de permitir el consumo de alcohol y droga en lugares públicos, con el propósito de permitir el desarrollar de la libre personalidad. Algo muy distinto a lo que piensa el presidente Iván Duque, quien de manera categórica rechazó este planteamiento y dijo que a pesar del fallo de la Corte, el decreto que prohíbe su consumo en espacio público seguirá vigente.
Entre tanto, este tipo de debates aunque son necesarios, dividen al país y de que manera, pues escuchando las distintas discusiones sobre el tema me lleva a recordar los tiempos del Plebiscito en el que si decías sí o no era estar propenso a ganarse un amigo o enemigo si se agudizaba la conversación. Siendo así, diré lo que creo debo decir, sabiendo que no solucionaré un dilema como este.
Primero, como sociedad debemos garantizar el libre y sano espacio para los niños y sus familias en pro de tener lugares aptos para sus actividades en los que puedan disfrutar de su niñez y el desarrollo natural que cada menor requiere independientemente de los problemas que nos puedan rodear. También debe tenerse en cuenta que el artículo 44 de la Constitución protege los derechos de los niños por encima de una norma como esta.
segundo pero no menos importante es la actitud que asumimos ante estas situaciones, el escandalizarnos no soluciona nada, mas bien se deben tomar medidas que protejan la juventud ya que es suficiente con el maltrato intrafamiliar y las escenas de violencia al igual que el excesivo consumo de licor que se registra al interior de muchos hogares, que parece que por ser legal, es aceptable socialmente.
Por último, es necesario que cada uno esté ahí al lado de su hijo o menor a cargo, para sobrellevar y explicarle desde su punto de vista lo que ven, lo que sucede y lo que pensamos de ello. Será entonces el papel de cada familia quien decida si su hijo sale a la realidad o lo sumergen en un mundo de fantasías.