Cartas a Víctor Hugo: La solitud

Hola Víctor, esta semana te escribo muy motivado. He recurrido, aunque escéptico, a algunas medicinas alternativas que me han servido mucho. Llevo un par de días sin dolor, he recuperado el sueño y he podido caminar mucho más de lo normal. Por otro lado, me animé a escribirte y con ello también emprendo un acto profundamente humano: cambiar de parecer. En la vida, y aunque tarde se demore uno en reconocerlo, nada está escrito sobre piedra, todo es susceptible a la reflexión y al cambio.

Siempre aseguré que el mayor problema que ha cargado la humanidad era la soledad, lo cual endosaba a la intolerancia de la gente, a la  falta de empatía, al miedo a comprometerse, o al temor de perder la libertad o la independencia. Sin embargo, hoy debo declarar que, tras una profunda reflexión, estaba equivocado. A mi juicio, el mayor problema de la raza humana en la actualidad está dado por el exceso de “compañía” y la falta de solitud.

Gracias a la red de redes que todo lo conecta, el ser humano se encuentra abrumado por la compañía de miles de “amigos” en línea, unos de carne y hueso, algunos corporativos y otros ciberamigos creados por programadores expertos o amateur.  No hay que ser un genio para aumentar en cientos o en miles los contactos (amigos?), utilizando algoritmos básicos; pues así suene como una paradoja, estos programas automáticos crean identidades digitales irreales, que resultan ser más atractivas, deseables e inteligentes que las de carne y hueso, creaciones que nos hacen declarar en la red, cada vez con más vehemencia, que…

NO SOY UN ROBOT

Sola, en esa mesa del restaurante abarrotado de gente desde el cual te escribo, una chica de treinta y tantos toma vino (con una mano, la otra pertenece al móvil). Con una servilleta y un par de cubiertos se evidencia que espera un plato sobre la mesa. No obstante, su conversación a través del teléfono móvil se hace interminable. Simultáneamente regala likes a comentarios sin importancia de amigos que ni siquiera reconocería tras su último encuentro físico, charla con un chatboot para reservar una cita en una peluquería, sostiene siete conversaciones en WhatsApp, esboza sonrisas un tanto insulsas por fotos de instagram, y mantiene una discusión con un “dependiente” de Amazon; y sin embargo, pese a su abundante “compañía” los demás comensales advierten su soledad y evidente aislamiento del mundo real.

Esta reflexión Víctor, me ha servido para darme cuenta de que quizás hacer consciente cada acto vital, simple o complejo, lejos de desaparecer nuestros problemas, podrían tornarlos más soportables, siendo más reales y en consecuencia menos nocivos para la salud mental. Salir de la virtualidad y tratar de estar con amigos de verdad, reconociendo que el otro tiene defectos menores o mayores que los que uno carga que en comunidad se hacen más llevaderos- haría que la vida fuera más real, mas natural y menos cosmética. Quizás así seríamos más imperfectos, menos atractivos de apariencia, mas débiles de cuerpo y espíritu, pero a la vez seguramente también seríamos nuevamente mucho más humanos y menos autómatas.

Tu amigo.

Felipe.

Felipe Jaramillo Vélez

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Creador de la escuela de pensamiento Aún Humanos la cual reflexiona sobre el ascenso de la técnica sin reflexión desde el Humanismo.

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