Apreciado Víctor, me imagino que, entre amigos, Sergio Molina compartió contigo la nota del periódico El País: “¿Puede un robot expresar envidia?”. Dentro de la industria de espeluznantes humanoides ‘sensibles’, esta noticia que con seguridad puede resultar anecdótico para la mayoría de los lectores de este medio español. Pero que sé que contrario a ello, tanto Sergio como tú lo tomarán en serio, no por la dermis de una nota de prensa que minimiza las posibles incidencias de este “gran avance” y que realiza banales comparaciones de experimentos reales que se están haciendo en robótica, con célebres películas de cine enmarcadas por siempre para las personas dentro del género de ciencia ficción, sino por el trasfondo que subyace por debajo de dicha piel.
En el cuerpo de la nota se lee: “En Falmouth, un tranquilo puerto marítimo del extremo suroeste de Gran Bretaña, se están fabricando androides hiperrealistas capaces de expresar emociones como la curiosidad, el miedo, la inquietud, la alegría o la angustia”. Esto me lleva a recordar un corto video viral en donde un niño dice: “¿a son de qué?, ¿a buscar quién yo voy para allá?. ¿Qué está persiguiendo la raza humana con esas búsquedas?, ¿es solo uno más de sus juegos peligrosos?, ¿un reto más a su ego por demostrar que es capaz de hacerlo todo?. Me cuestiona, ¿a ti no?.
Parecemos estar distraídos tratando de humanizar la máquina, mientras lo que emerge rápidamente es una maquinación del ser Humano. Paradójicamente Víctor, mientras buscamos dotar de sentimientos a los “robots”, máquinas con lenguaje, capacidad de aprendizaje, inteligencia y ahora “sensibilidad”; el ser humano está limitando su relacionamiento físico, alejándose cada vez más de sentimientos como: la empatía, la compasión y el amor.
Una moneda tirada al aire estaría siendo la forma de edificar el devenir de la Humanidad. Si todo sale bien, tendremos una larga vida, los dolores físicos desaparecerán, el trabajo rudo lo harán las máquinas y el hombre podrá dedicarse a buscar su felicidad y libertad construyendo a través de realidad aumentada y metaversos un vida menos cruel y despiadada, una más justa y equitativa.
Pero, ¿qué pasaría si éste ambicioso proyecto en el que el hombre es mejorado a través de tecnología se queda a medias?, si la demanda energética desborda sus posibilidades de generación, si la necesidad de minerales para la producción de piezas tecnológicas es superior a las existencias físicas, si las máquinas, como postulaba Martin Heidegger empezasen a entregar más de lo que por el hombre le es solicitado, o si las leyes de la robótica de Isaac Asimov fueran vulneradas. En un limbo, así podría quedar la humanidad, perdida entre una realidad natural obsoleta y una realidad técnica inconclusa. Y claro, para algunos inmediatistas las respuestas vendrán por cuenta la fusión nuclear que aparentemente ya casi logramos, o una fuente infinita de materiales en la luna o marte.
Sin el ánimo de ser dogmático o apocalíptico, podría anticipar el crecimiento de una nueva pandemia, una más compleja de intervenir que la del Covid-19, pues ésta no responderá a un descontrol biológico homogéneo, sino a una reacción adversa de tipo mental. Se avecina Víctor, una crisis de identidad y de emociones, una confusión generalizada en la que difícilmente el ser Humano podrá establecer, cuál es su “verdadera” razón de ser y de existir.
Con cariño, tu amigo.
Felipe.
Otras columnas del autor: https://alponiente.com/author/fejaramillo/
Comentar