Apreciado Víctor. Podrías estar extrañado, pues han pasado muchos días sin recibir carta de mi parte. No tengo más que decirte que el volumen de trabajo ha sido grande por estos días y las horas, que no ayudan, parecen insistir en encogerse. Lo anterior, mi amigo, no es queja; por el contrario, el vértigo y la responsabilidad de las acciones emprendidas me reconfortan. En estos tiempos es grato para algunos, entre los que me incluyo, sentir que el trabajo está a favor de la vida y no en contra de ella.
En cuesta abajo ha empezado este año para las empresas _.com, Miles de despedidos en Twitter, Amazon y Google, por nombrarte solo algunas de las más grandes y rimbombantes compañías que operan desde y para la red. Algunos adjudican esto a la aparición de las IA, inteligencias artificiales que, a través de algoritmos autónomos, hacen lo que hacían las mentes Humanas. Sin embargo, considerando la que podría ser otra cara de la moneda, no pueden descartarse otras teorías que hablan de problemas estructurales y otros fallos fruto de la volatilidad financiera en esas burbujas digitales -en las que se han convertido todas las industrias, sin distingo-, entes presos de una conexión dependiente de su funcionalidad en red.
En-red-ada, así parece estar la Humanidad, y esto sin ninguna duda, gracias a la motivación de un vertiginoso ascenso de la técnica sin reflexión. Atestiguamos, mi amigo, como la institucionalidad, la gobernanza y la autoridad, se avasallan ante el control de la red; pues vemos como los ciudadanos pasan de ser simples contactos de una red social planetaria, a ser solo un número, un dato que se transa al mejor postor en el bajo mundo digital, que recurre a las formas más macabras con tal de obtener data con la cual manipular a destajo a hombres y mujeres, quienes sucumben ante el brillo de los hipnóticos colores que emite “la magia” de la tecnología. Esta misma tecnología, que crea una zozobra y que quizás no pueda llegar a ser franqueable por el hombre.
Sobrecogido, así me encuentro, Víctor. Con el temor de ser reiterativo, volveré a una de las líneas de una carta anterior, en la que insisto que la Humanidad está a tientas, jugando juegos peligrosos. “Poner todos los huevos en una sola canasta» no resulta ser la mejor de las alternativas, y dejar las decisiones más trascendentales que ha de tomar la Humanidad, a manos de algoritmos, sería simplemente dar un entierro de tercera al hombre y a su historia; sería poner final a una existencia que, aunque no ha sido del todo exitosa, ha mostrado algunos destellos a esa pregunta fundamental, ya borrosa, sobre lo que nos hace Humanos, Aún Humanos.
Saludos, Mi amigo.
Felipe.
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