“Hay que añadirle a la ignominia la consciencia de la ignominia. Es decir, la ignominia sin la consciencia de la ignominia no es ignominia”. Marx
A decir verdad, mientras vagabundeaba por las calles de mi ciudad
Reflexioné acerca de la repetición de mis pasos, pausas, marchas…
De los mismos senderos que hago todos los días.
No me costó mucho. Me propuse que en lo sucesivo todo día sería un día nuevo
Y en eso estoy amigos en la ignominia:
Hoy le puse llaves a todas las puertas
Y decidí escaparme por la ventana de mi cuarto
No seguí la vereda de costumbre, crucé por el prado en donde anidan los queltehues
En ningún minuto miré hacia atrás
Dejé que el paisaje a mis espaldas y el pasado vivido se amasaran en una misma cosa
Corté por un atajo que no me llevó a ninguna parte, resolví regresar por el mismo sendero incierto
Luego, enmendando mi error de dirección
Corté hacia donde cae el crepúsculo
Allá donde habita el perro que soy
Y que todos los días me interroga qué por sí o qué por no.
El perro que soy
Observo que me aproximo a mi habitual circunstancia de cada día
Vengo solo rumiando alguna pena porque me miro y una lágrima resbala por mi mejilla seca
Todos los días hago el mismo camino
Se cumple la misma historia de mi vida
El mismo evento
Yo parado mirándome como me aproximo
Solitario en esta calle que ha muerto para todos
Me saludo sin ningún ademán ni afecto
Mi saludo es animal
Doy dos vueltas y me acomodo junto a mi fiel amigo
El perro que soy.
Pues, para no darle en el gusto a ese narcisista que muchas veces me domina
Crucé calles en donde se prohibía transitar a los simples mortales a pies
Hice zigzags en lugares ineludiblemente planos
Doblé en vez de seguir recto y ganar tiempo y distancia
Atravesé charcos con el agua hasta la ingle
Me embadurné en el cieno de la noche
Las raíces hondas anudaron mis pies, saboree los alquitranes desmesurados de la tierra
Y a pesar de todo seguí el camino nuevo que me prometí cuando me escapara por la ventana de mi cuarto
Y aquella profesa que les brindara a mis eternos amigos en la ignominia.
“Posiblemente vuelva a ser lo que mi libertad me escribe desde la nada, que soy, y logre escalar el peldaño perdido
Toda vez que haga lo contrario al bien común.
Ahora, abro la puerta de entrada a mi cuarto
Me acuesto, y duermo, y sueño, y la fiebre del sueño-otro me despierta como un sonámbulo
Frente a la infinitud de los caminos que están más allá de la muerte.
La dualidad que aspira mi nuevo ego en la ignominia
Vengo pensando seriamente mucho tiempo atrás de ser dos perfectas personas en una
Porque todas las que veo e interactúo me vienen doblemente en personalidad
¡Que lata, no estar a la altura de ellas, a la moda!
Me cuesta ser como una de ellas en la gran manada universal
Sin embargo, lo intentaré, aunque deba renunciar a todas mis convicciones.
De pronto me veo en dos:
Uno como cosa en el paisaje, el otro como una posible razón de ser.
Caminando ausente de mí mismo
Y más allá poblado por todos los “en-sí” condicionales e incondicionales
Uno que carga sus cerros de culpas y el otro libre de penas, pecados y prejuicios.
Hacia la derecha convertido en una momia
Hacia la izquierda traducido como un pez desorientado en el diccionario del océano.
Con dos cabezas para una persona:
Una en dirección al oriente tan mística que no tiene rostro
La otra hacia el occidente cuyo rostro vive ávido de novedades.
Mis dos cabezas en una persona:
Una cabeza dentro de un canasto y la otra mirando el espectáculo al borde del cadalso.
Dos cabezas para mi sola persona
Para recordar las caricias de mi madre en la infancia
La otra el beso furtivo de la mujer que nunca existió.
Dos cabezas, nada más, una para pensar la cosa que soy
Y la otra para repensar todos los caminos que puedo ser
Medio cuerpo amoratado mirando la luna desde la ventana
Medio cuerpo rebosado de rocío en el dintel de la puerta.
La una bondadosa como una silla
La otra traidora como una muralla
Una arrojada en los estancos del pasado
La otra en el presente anónima-mente erguida ante los agravios de la nada.
El perro que soy
Otro símil día para ti
Vienes nuevamente arrastrando tu cuerpo y tu sombra
Hermano, el medio día te da fiebre
El medio día te quebranta cuando se te viene encima
Y respiras un revoltijo de sangre y saliva
Al medio día no existe nadie en el mundo para contenerte si el medio día te arrastra hacia la muerte
Al medio día ni a ninguna hora se te abre el apetito
Porque tus dolores aplastan a las hembras
Al medio día expira tu salvoconducto
Para transitar el medio día de esta calle que también expira y apesta.
¡Qué cara traes hermano!
Contagiado asintomático
Descendí hasta el microbio
Hasta su infernal festín
Me embadurne con su saliva y su proteica pestilencia
Me bañaron el cuerpo sus esporas
Y abrazaron mi pecho y mis espaldas sus tentáculos
Manoseándome lascivamente como la muerte
Y cuando pude zafarme de su letal tentación
Abriéndome paso hacia el exterior de mi propio cuerpo
Desde mi pequeña certidumbre humana
Usé la llave de la eterna salvación
Llave que encontré en el mismo infernal festín.
A decir verdad cuando regresé no le conté a nadie
Experiencia ésta en dicho lupanar de microbios
Por vergüenza a mis febriles inclinaciones.
Me repuse volví a transitar por las calles solitarias de mi pueblo
Todos habían escapado de los otros y de ellos mismos
Con barbijo y todo!
Quizás algunos encontraron esa llave de la eterna salvación
Igual que yo y que vagan ensimismados
Sus calles vacías
Como contagiados de una eterna soledad nostálgica.
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