Mucho se ha intentado luchar en estos cinco días, a raíz del veto presidencial a la propuesta del Código Orgánico de la Salud (COS). Ante esto, dada la descompensación entre lo que hay que analizar y el tiempo que los ciudadanos tenemos disponible para realizar dicho análisis, lo que nos resta es ponderar “a la criolla” lo que pensamos importante de observar, analizar, concluir y difundir. Si bien el presidencialismo queda una vez más en sospechosa evidencia y el laicismo es redescubierto como la fachada de un progresismo que negoció escritos por votos, pero no terminó de entregar derechos ni garantías, lo que más sorprende – quizás – es el lugar en donde quedó Guillermo Lasso, precandidato presidencial por el partido CREO.
No podemos desacostumbrarnos a las opiniones divididas, pero es crucial desapegarnos de las opiniones poco reflexionadas. Se acercan las elecciones presidenciales en un momento históricamente catastrófico – como parece ser tradición – y el candidato blanco (según los colores del partido CREO) optó por expresar, semanas atrás, su postura en contra de las disposiciones del COS que avalaban los procedimientos de emergencia obstétrica en casos de aborto. El aborto, una polémica que hierve en América Latina, donde el privilegio adora la cultura de los países desarrollados para quienes – irónicamente – los derechos no son negociables, más bien son básicos.
Para el ciudadano de un horario atravesado por estudios, trabajos y la vida familiar que ha impuesto la crisis del coronavirus, los análisis largos y meticulosos cuentan con poca carga horaria; después de todo sentarse al frente de un computador a pensar en lo que está pasando también es un privilegio. Así, la infraestructura de desigualdad que ensambla al país nos permite escoger entre entender bien la papeleta, ganar dinero u obtener derechos. Quizás la fórmula más clara de la precariedad política, económica y social de Ecuador. En este contexto ¿qué tan fácil es observar que a la última persona a quien le benefició el veto del COS es Guillermo Lasso? Vale decir que “se volteó” mitad del electorado que de por sí no estaba seguro de él.
Retornando al campo de cenizas que dejó la opinión pública en torno al candidato de derecha, habría que partir de la relación entre Guillermo Lasso, los grupos provida, la Iglesia Católica y la derecha ecuatoriana. Existe, sí, ¿es Lasso el diseñador del caótico escenario de la mitad del mundo? No. Desde la (debatida) teoría del diseño institucional se comprende que: 1) el diseño es organizar elementos con la intencionalidad de generar un resultado; 2) la institución es un conjunto de reglas de interacción estratégica. Sin embargo, el aporte principal – en esta carta – nace de la idea de que el diseño institucional desde un nivel individual es improbable.
Es virtualmente imposible que un individuo sea diseñador de instituciones. La intención del “diseñador” (Lasso) estaría obstaculizada por: las propias instituciones; los demás “diseñadores”; las organizaciones; las arenas de toma de decisión; eso sin tomar en consideración factores coyunturales de incalculable efecto como la crisis económica y la crisis sanitaria. Las instituciones son un producto colectivo, todos formamos parte de su continuidad. Que los actores tienen transitoriamente poder para provocar decisiones políticas de otros, sí; que Guillermo Lasso y el colectivo provida influyó en el veto, muy probablemente. Que ante todo esto debería la ciudadanía descartar definitivamente al candidato de CREO en sus opciones de voto, absolutamente equivocado.
¿Las mujeres pueden esperar? No ¿los derechos pueden esperar? No. En una coyuntura en la cual no se está frente al tradicional “menor de los males” sino que, no ambas, sino todas las opciones parecen – en la opinión pública – “igual de malas” ¿qué procede? Aquí, el enfrentamiento entre la estabilidad económica y los derechos básicos toma protagonismo, y es en ese entonces donde hay que detenerse y lo que cabe es preguntarse ¿por qué los estamos enfrentando en primer lugar? Esto muy en particular para las clases altas y medias ecuatorianas que añoran el primer mundo cuando se trata de pensar en modelos de negocio pero que, para hablar materia de derechos, Suecia, Alemania, Canadá, Nueva Zelanda e incluso Uruguay, desaparecen.
El objetivo de este escrito no es perfilarse de derecha o de izquierda ni que voten por Lasso, por Pérez o por Hervas, aun siendo escrito por un socialdemócrata; el objetivo es hacer un llamado a la unidad. Poniendo las cartas sobre la mesa, es imposible que la legalización del aborto cause un mayor impacto que la continuidad del correísmo o la delegación – poco probable – del primer cargo público a un candidato que no se encuentre capacitado o motivado – fuera de lo político – para reconstruir este país. Hago llamados: a quienes votan, a pensarlo bien y recordar que su decisión no es libre si no es reflexionada; a quienes se postulan, a hacer los sacrificios correctos, a dejar de lado los valores que ensordecen ante la realidad; a quienes por ahora estamos limitados a la observación, a no rendirse en este escenario lúgubre de país; y a todos, a continuar luchando por nuestras hermanas, por nuestros amigos, por nuestras profesoras, por nuestros doctores, por la gente que no conocemos y que viven en el mismo lugar que nosotros vivimos.
En América Latina – al menos – el que no quiere a su patria, no quiere a su madre.
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