Seguramente en estos momentos alguien se encuentra jugando a ser dios, o tal vez demonio, o posiblemente aquel ente que sin piedad quiere destruir una de las causas de sus inquinas y de sus odios. Quizás hoy alguien calva cuchillos en la sangre de alguien y rivaliza con sus limitados huesos, imagen fatídica de lo que somos. Posiblemente la ira, la impiedad y el poder descontrolado hoy hace fuerza en algún sitio, donde el terror y la consternación toman formas diarias en asesinatos, violaciones y transgresiones que pavimentan con grises formas los sueños que día a día son atados con pesadas cadenas una realidad vestida de amarras a un incesante desasosiego. Hoy el aire está plagado de un secreto a gritos, donde se vociferan, con voces pesadas y malhumoradas, que en el mundo cotidiano es mejor vivir en la invisibilidad del pensamiento, limitados a la acción de lo que el más fuerte permita, siendo orientados, no por el anónimo destino, sino por la ley de aquellos, que a todas luces, marcan la fuerza en la guerra a muerte de este mundo inquino, desolado y consumista, del que no pedí hacer parte, porque me sabe más a una irrealidad, traspasada por el sabor de la tierra, no aquella que sirve para reproducir la vida, sino la de los cementerios, donde hay más cadáveres por armas, peleas y guerras, que por el tiempo, la vejez o alguna enfermedad.
Sin embargo, he encontrado que encubiertamente se hallan los seres de algunos poetas, músicos y trovadores que no han sucumbido petrificados, porque descubrieron que el secreto no está en propagar el rencor sino el amor, al que se ha culpado por siglos de ser ciego, sin darnos cuenta de que somos nosotros los ciegos, y por ello no hemos podido ver al otro como un hermano, con el que se puede conciliar, sino que es nuestro rival, al que debemos superar y aniquilar; somos ciegos para comprender la felicidad en el ser, y nos hemos quedado en la codicia del poseer, en el insaciable consumismo del tener; en últimas, no vemos la forma de cambiar la realidad, y por eso preferimos el silencio egoísta de quienes sólo se preocupan por sí mismos.
En estos soñadores, que no se han dejado corromper por el egoísmo y la falsa propaganda, he encontrado un hálito de esperanza, que no he podido vislumbrar en el desarrollo de la tecnología; la cual, siendo la mayor prototipo nuestra capacidad creadora, se ha convertido en la muestra viva de la poca capacidad racional poseemos, porque nos ha ayudado más para destruir y a ser cómplices de guerras, cuyas causas son desconocidas para la mayoría y se guardan, como si fuesen preciados secretos, en los baúles de los poderosos dueños de las guerras.
Si escuchas a esos locos soñadores podrás reconocer que los seres humanos creamos fácilmente y sin esfuerzo cuando dejamos que nuestros pensamientos fluyan del espacio y de la imaginación, que el silencio tiene dientes, y que el dolor muchísimas veces se parece a un reconcomio de sangre, de miedo, de insomnio, que sólo podemos superar si nos atrevemos a soñar y a trabajar en conjunto para que los sueños se hagan tangibles, en una realidad que se construya pensando en el bienestar de todos. Podrás superar esos abismos interiores, con enormes orificios, donde se advierte la presencia de fantasmas, los cuales, de cuando en cuando, nos sorprenden en la penumbra, convirtiéndonos en esclavos de las creencias.
Si atiendes estos mensajes y te atreves a inventar, sin dejarte ahogar por los sentimientos de la depresión y la derrota, podremos algún día cambiar las figuras de esta realidad y pintarla de imágenes menos negativas, más solidarias y respetuosas.
Tarea, toda ésta, utópica si antes no logramos saber Dónde está el amor, por qué si de algo podemos estar seguros es que su ausencia ha sido la causa de que el odio, la avaricia y la maldad se hayan tomado el mundo; es hora, pues, de encontrarlo, y si es preciso de reinventarlo, porque todo aquel que cree, crea, y no hay mejor manera de creer y crear un mundo mejor, que manteniendo la fe despierta hasta que encontremos el amor.
Comentar