Caminar

“Cada vez que se camina, que se recorre determinada calle, existe una catarsis en donde se comprende que el mundo no es el mismo todos los días, al contrario, el mundo cambia constantemente para bien y para mal.


Caminar es una de las formas más bellas de ver el mundo, de ver la vida. No hablo de los habitantes de calle en su sempiterno y admirable caminar sin objetivo alguno, hablo de quienes tienen la suerte de salir de casa al encuentro, a la conversación, al goce tranquilo de pensar y caminar. En esta columna no quiero confundir mirar con ver, porque solo se mira desde la ventana de un bus, desde la comodidad de una moto; ver, es entonces, el encuentro con la naturaleza, con el otro, con nosotros mismos.

Caminar es una manifestación contestataria a la modernidad, en donde se utiliza los pies para mover palancas. Caminar es no poseer en su ser afán alguno, caminar es lograr ver un mundo nuevo cada día. Quien camina se percata de un nuevo bar ubicado en cierta calle de la ciudad, es quien conoce una nueva persona, es quien se entera y por ende termina dominando los diferentes espacios de la ciudad. Quien camina es un conocedor de la utopía, quien camina sabe que no hay un final una vez llegue al horizonte, al contrario, hay mil pasos más representados en diferentes formas: colinas, montañas, zonas planas, todas ellas con olores que hacen que se connoten en nuestra memoria recuerdos claros.

El viaje a pie es un acto inmarcesible, es un júbilo inmortal, una libertad plena, que solo atestigua el que ama caminar. Caminar es reconocerse, saber hasta dónde puede llegar. Caminar es ver qué hacen los seres humanos; recorrer las calles a pie es tener la oportunidad de participar del entorno en primera persona y enterarse de un poco de historia en alguna conversación que se pueda emprender en determinando momento. Bien lo dijo David Le Breton, caminar nos introduce en las sensaciones del mundo, porque Cada vez que se camina, que se recorre determinada calle, existe una catarsis en donde se comprende que el mundo no es el mismo todos los días, al contrario, el mundo cambia constantemente para bien y para mal. Cuando salgo a caminar, salgo a conocer, a conversar, a tomar café, a leer los paisajes. Cuando salgo a caminar, y aunque frecuente siempre las mismas calles, nunca pierdo el viaje, siempre a pie, siempre sintiendo un aire diferente.

Muy seguramente mientras usted lee esta columna, he salido de casa. Estaré caminando por Medellín, específicamente por el centro. En la Bastilla me espera un café, y mis oídos se acompañarán de la gran Mercedes Sosa: Salgo a caminar por la cintura cósmica del sur piso en la región más vegetal del viento y de la luz, siento al caminar toda la piel de américa en mi piel y anda en mi sangre un río que libera en mi voz su caudal.

Querido lector, hoy te invito a caminar y dejarse llevar por la poética del espacio. Más no de percibir las sensaciones de cansancio y de distancia.

Kevin Abad Ríos Miranda

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