Cada vez más solo en el poder

Pasan los días, corren las horas y crece la distancia de su presidente con las fuerzas que lo apoyaron en un primer momento. Ideología radical de la izquierda puso en jaque a los verdes, trajo la carta de giro a la independencia de los liberales y resta votos claves en el legislativo para que las reformas del cambio avancen libremente.


Discurso de un socialismo progresista recalcitrante, que evidencia la ineptitud de una fuerza política para ejercer el poder, saca a flote la narrativa déspota encarnada en figuras como la de Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez, Ministro de Salud y la Protección Social de Colombia, o infinidad de funcionarios, con mando medio, que buscan adoctrinar un pensamiento desde la imposición déspota de criterios. Decisión del constituyente primario en las urnas, el 19 de junio de 2022, paso a paso se desdibuja ante un gobierno que se escuda en el populismo para pasarse la ley por la faja. Enormes desaciertos en seguridad, economía y salud no son reconocidos por su mandatario que cada día tiene un escándalo, peor que el anterior, y se hunde en el desesperado intento de mantener vigente un sistema político, y un modo de organización socioeconómica, al que solo le interesa incrementar las brechas sociales para sostener un modelo de igualdad basado en las necesidades de las clases populares.

El creciente y constante grito de “¡Fuera Petro!”, que se toma los estadios y los diferentes actos públicos, paulatinamente va abriendo grietas entre la izquierda y las fuerzas políticas aliadas al Pacto Histórico. Los políticos, en sus cálculos electorales, abren los ojos y se están dando cuenta que el apoyo enceguecido al cambio, en el corto plazo, traerá un costo en las urnas en los comicios que están por venir. Excelente estrategia del pueblo, protestar, manifestar oposición, sin quemar, ni acabar con nada, deja sin argumentos a Gustavo Francisco Petro Urrego, y su séquito de aduladores, que son conscientes que no se puede tapar con un dedo que este gobierno está ad-portas de un juicio político. El caso de Nicolás Fernando Petro Burgos, la pugna institucional de Presidencia con la Fiscalía, el detrimento patrimonial al que se somete a Ecopetrol, la imposición de una transformación sin sentido en la salud, son pequeñas aristas de un Iceberg que acaba con el país y la libertad democrática de los colombianos.

Tratos oscuros de la administración Petro Urrego con las guerrillas, y los diferentes grupos al margen de la ley, siembran la intranquilidad, aumentan el número de desplazamientos, e incrementan el abandono de territorios por los enfrentamientos que ya existen entre grupos ilegales. Lo que hoy se vive, en todos los rincones del país, es la muestra de que el cambio prometido, y anunciado, por su presidente estaba sustentado en la destrucción. La llegada de la izquierda al poder detuvo la construcción de vivienda nueva, estancó la infraestructura vial, frenó el sector minero energético, redujo el presupuesto de ciencia, inviabilizó la economía y priorizó lo banal sobre lo coyuntural. El peor error del socialismo progresista en Colombia fue creer que destrozando todo, y a todos, no conseguiría el rechazo total que hoy se palpa en las encuestas, las elecciones, las manifestaciones, los estadios, e incluso el Congreso.

Quienes aún creen que desde la izquierda se puede hacer un buen gobierno deben medir la temperatura a las expulsiones de la Fuerza Pública de los territorios, el que se guarde silencio sepulcral ante las incoherencias de la guerrilla sentada en la mesa de negociación mientras secuestra y alzada en armas recupera presencia territorial. Garrafal error de su mandatario ha sido defender y proteger al delincuente, denotar que crónica de una muerte anunciada era llevar al poder a quien tiene en sus espaldas la militancia en el M-19. Caída al vacío se debe frenar, apuesta de acabar con las instituciones, la salud, las pensiones, impiden confiar en la paz y las buenas intenciones que proponen quienes nacieron con el chip de hacer el mal sin importar las consecuencias. Quien ha sido, no deja de ser, y Colombia no puede permitir que se siga dejando a la deriva a las víctimas de la violencia.

Miedo que circunda el ambiente social está secundado por un clima de violencia que ya cobra víctimas y atiza el sentimiento de zozobra de la población colombiana. El desmantelar el Ejército y la Policía para fortalecer a las guerrillas le puede salir caro a la izquierda y sus fuerzas aliadas, los militares respetan el orden democrático, pero no pueden esperar que sean llevados al exterminio sin manifestarse con heroísmo. El país con dolor observa cómo se retrocede años luz en todos los aspectos de la política social, al tiempo que la inseguridad está destrozando la vida de la gente. Instrumentalización de las bodegas incendiarias muestra en los escenarios sociales que la intolerancia, los insultos y el acoso son el argumento de una apuesta política que distante está de la coherencia entre el discurso y la acción. Pésimo precedente quedo sembrado en Colombia exaltando las vías de hecho como opción de algunos reductos para lograr un objetivo.

Ataque que se ha gestado contra los gremios, y los empresarios generadores de empleo y el desarrollo en un país que se equivocó en las urnas, develan que para el gobierno del cambio son más importantes, y priman, los delincuentes. Caos del orden público, desacierto en la estrategia diplomática, impotencia en la gestión política son elementos coyunturales de un gobierno al garete que desde la impunidad total busca los aplausos de los colectivos populares que compra con subsidios. Estruendoso fracaso que acompaña a Gustavo Francisco Petro Urrego, y la izquierda, en el ejercicio del poder conlleva a la urgente necesidad de escuchar el clamor popular, reconocer los errores, y buscar cómo corregir el rumbo. Aferrarse a las excusas, y justificar lo injustificable, mantendrá la delicada y frecuente elección de socialistas populistas que lejos de solucionar la problemática de un país terminan de agravar cada crisis. La fracasada ideología progresista lejos está de ser el camino para construir esa nación en la que se quiere vivir.

Obligación de los ciudadanos es dejar la indiferencia política, no se puede permitir que un resentido, testarudo y obstinado gobierno de izquierda acabe con aspectos fundamentales como la salud y las pensiones. Complejo resulta que Gustavo Francisco Petro Urrego continúe empeñado en destruir lo construido, pensar que todo está mal y que la verdad absoluta solo la tiene él. Incapacidad de los funcionarios para cumplir con sus funciones, ejemplo claro y comprobado con el error de pago en la nómina en los últimos días, no puede ser minimizado contratando encuestas internas, en la Casa de Nariño, para tratar de subir la imagen desprestigiada de su presidente. Contrario al discurso populista, la realidad que se vive en la calle denota que el Pacto Histórico, y el gobierno del cambio, se constituye en el prototipo de una opción política con mucho ego y gestión nula, propuesta de administración pública con innumerables acciones corruptas, mezquinas, violentas e inútiles.

Tinte revanchista que se esgrime en cada pronunciamiento que acompaña a su mandatario, es una apuesta de odio que pide reflexionar y entender las causas de una política del fanatismo que sindica, de enemigo, a todo aquel que no está de acuerdo con ellos. Destrucción de la democracia inicia con la mitomanía de una fuerza política que se niega a condenar las evidentes acciones terroristas que circundan el entramado social colombiano, culto de la apariencia, sustentado en la motivación política, que calienta el ambiente desde un populismo que hace temer por lo que puede venir. Victimización que acompaña a la izquierda llama a cuestionar a quién beneficia esa táctica, e invita a condenar la generalización de un mensaje indirecto que incita a la violencia. Libertad de pensamiento y expresión debe ser garantizada, protegida y respetada sin ser mancillada por la mentira que teje a cada instante Gustavo Francisco Petro Urrego, y su séquito, para justificarse y engañar aún más a las clases populares.

Construcción de futuro debe ser a pulso y defendiendo los principios fundamentales de la democracia, representación con actitud de servicio al pueblo que, de voz a las regiones, a todos los sectores, y no se aproveche de los que han llamado los “nadies”. Llego el momento de que cada uno tome conciencia, la particularidad cotidiana de todos hace parte del cambio. El problema no es la educación sino la ausencia de principios y fundamentos de vida, valores éticos que en otras épocas fueron eje articulador e importante en las familias y el estado. El país y la sociedad serán inviables si se sigue cohonestando con políticas que avalan el actuar de desadaptados, patanes y bárbaros que matonean a cualquiera porque el fin justifica los medios. Humildad, empatía y sabiduría son necesarias en este instante para sentarse a reconstruir a Colombia, el ego, y el ansia de acaparar poder, que caracteriza a Gustavo Francisco Petro Urrego agudiza la polarización y atiza la intolerancia que está acabando con la paz y la coherencia que debe reinar en la construcción de una nueva realidad.

 

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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