A casi dos semanas del inicio del Paro Nacional, el pasado 21 de noviembre, la complejidad de la situación ha estado mediada por diversos grupos y actores, unos de los cuales, ligados a los sectores más reaccionarios del país, configuraron una estrategia mediática de miedo y pánico los primeros días de protesta. Las cadenas de WhatsApp, los videos vía Twitter y Facebook, además de todos preparativos y precauciones que realizaba la Policía Nacional, las cuales parecían más la institucionalización de los prejuicios y el miedo que operaciones de “rutina”, generaron el ambiente propicio para enfrentamientos violentos.
Dichos disturbios, mediados por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) de la Policía, presentaron múltiples anomalías, tanto por las violaciones de derechos humanos por parte de la Fuerza Pública como por las denuncias de infiltrados en las marchas, en aras de deslegitimar el Paro y aprovechar para robar y saquear tiendas. Justo el día de inicio del Paro Nacional, el 21 de noviembre, me encontraba con varios amigos en el Parque de los Deseos descansando y escuchando las ruedas de gaitas, mientras que simultáneamente se presentaban disturbios a las afueras de la Universidad de Antioquia. Cuando menos pensamos, el ‘tropel’ ya se había extendido casi hasta al Jardín Botánico. Vimos a miembros de la Policía Metropolitana lanzando piedras y botellas en el Parque de los Deseos, venteros informales –inocentes de la situación– gaseados, que les tocaba recoger sus negocios y cosas (crispetas, empanadas, dulces, cigarrillos, etc.) antes que llegara el ESMAD.
También alcanzamos a ver cómo un grupo de estudiantes del comité de DDHH sacaban a alguien herido de la universidad. Al parecer tenía una herida en el ojo. Posterior a esto, corrimos hasta Moravia, lugar donde la especulación mediática y el pánico se hizo realidad. Al ver los estudiantes corriendo por la calle, los habitantes empezaron cerrar los negocios, guardar las motos y entrarse a las casas. En concordancia con tantas denuncias de que hubo grupos infiltrados, e incluso pagados, para cometer desmanes, logramos observar con preocupación y sospecha, personas que no estaban en la movilización pero que salían del barrio (las casa y algunos negocios), a sacar bolsas y llantas para quemarlas en la calle, aprovechando el caos que se vivía.
En diversos lugares del país la estrategia mediática, que se gestó principalmente en el espacio virtual, se hizo realidad. Basta con nombrar los toques de queda decretados en Bogotá y Cali, y el potencial riesgo de civiles armados en los conjuntos residenciales, esperando la inminente amenaza que anunciaban y reproducían los algoritmos en las redes. Amenaza que, sin embargo, nunca llegó como la anunciaron. A pesar de todo el montaje preparado antes de las movilizaciones, no lograron menguar ni amilanar al pueblo colombiano en sus justas reivindicaciones.
Llegó así pues, la Gran Conversación Nacional convocada por el gobierno, la cual excluye arbitrariamente temas importantes como la reforma laboral, pensional y el ejercicio desproporcional de la fuerza por parte del ESMAD; expresiones claras de que el discurso del presidente Duque pretende ocultar los hechos. Por más que el gobierno haya aceptado entablar diálogos en razón de las diversas protestas en todo el país, el haberse sentado primero con los empresarios, y no con los líderes del Paro, es algo muy diciente. Pese a ser muy buen orador, a Duque se le está agotando la retórica del “futuro es de todos”, “gran pacto nacional”, “gran conversación nacional”, “construyamos juntos”, entre otras expresiones muy bellas en la retórica estadista. No obstante, aunque con palabras se nombre a ‘todos’, en el sistema político-económico actual se gobierna para unos o se gobierna para otros. Se privilegian unos intereses por encima de otros. En realidad, unos ganan y otros pierden: o se realizan exenciones tributarias a los grandes capitales o se implementan impuestos progresivos dirigidos a la redistribución; o se le carga IVA a la canasta básica familiar o se realizan esquemas de financiación de la oferta para garantizar el derecho a educación superior; o se reduce el salario mínimo al 75% y se beneficia a las empresas y los bancos o se extienden las garantías laborales; o se privilegia las economías extractivas como el fracking y la minería o se apuesta por economías productivas para un desarrollo justo y sostenible.
A pesar de la crisis generada, no por las movilizaciones tal como lo han mostrado RCN y Caracol, sino por el conjunto de políticas por parte del gobierno, la propuesta del presidente fue aplicar, al interior de la Ley de Crecimiento Económico, tres días sin IVA. Dicha propuesta, que no es más que del mismo recetario neoliberal que agudizaría la problemática social del país, parte del abandono del principio de tributación del Estado, pues en general los ciudadanos poco o nada sentirán el efecto de la exención del 19% en los productos en tres días, más las arcas del erario efectivamente sufrirán los efectos de la desfinanciación causada por esta medida. Ahora bien, los intereses detrás de esta propuesta que probablemente están latentes no son nada menos que la apertura de posibles créditos que realice el Estado colombiano vía deuda, quizás con el Banco Mundial o el FMI.
Aunque no están claros los intereses de quienes se beneficiarían por esas medidas macroeconómicas, sí está claro que el eje mediador entre el gobierno y la sociedad movilizada, la represión, está generando grandes rendimientos económicos. Con base en la investigación periodística realizada por Daniel Coronell sobre este tema, y adelantada en su reciente columna “Mercado de lágrimas”, las empresa intermediaria Imdicol, y Combined Systems Inc, como fabricante y proveedor de las armas que utiliza el ESMAD, se lucran velozmente bajo este nicho de mercado. Los costos de un gas lacrimógeno alcanzan casi los 80.000 COP y una aturdidora alrededor de 106.000 COP, y la lista sigue…
Así, lo que aquí parece haber es un gobierno en favor de los intereses empresariales que configuró una estrategia de miedo diseñada en términos oferta y demanda. Nos ofertaron miedo a través de las redes sociales, para luego justificar demanda de seguridad, y como bien se sabe, la seguridad es el discurso que mejor ha sabido narrar el partido de gobierno. Ahora, si se gobierna para unos o para otros, ¿para quién están gobernando? En medio de un panorama tan difuso, poco a poco la gente está despertando. A pesar de todo, hay que buscarle la comba al Paro, y continuar promoviendo los espacios de participación democrática como las movilizaciones y las asambleas populares convocadas los últimos días. Hay que buscarle la comba al Paro, porque si los sectores democráticos y alternativos unidos logran capitalizar electoralmente el impulso y las reivindicaciones del Paro Nacional, en un compromiso sólido y pragmático para cumplirlas, se abrirán con ímpetu a la posibilidad de ser gobierno en 2022.
Referencias
Coronell, D. (2019/11/30). Mercado de lágrimas. Semana. Recuperado de https://www.semana.com/opinion/articulo/el-negocio-de-armas-no-letales-que-usa-el-esmad-columna-de-daniel-coronell/642790