Borrón y Cuenta Nueva – Un ensayo sobre la reivindicación de nuestra relación con el trabajo

Office worker with one leg on fire. Painting_Carp Matthew

Soy de la generación X, es decir que formó parte de aquellos individuos que nacieron entre 1994 y el año 2010 y cuando comencé a trabajar no tenía idea de lo que implicaba. Lo único que tenía en mente alrededor del trabajo son dos frases famosas, la primera es bíblica, del libro del Génesis que versa así “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. Claramente uno de los objetivos de nuestro paso por la vida es el trabajo. Luego la segunda corresponde a Karl Marx quien decía que “El trabajo dignifica al hombre”. En otras palabras y según mi interpretación de aquella frase por medio del trabajo encontramos un propósito, nos sentimos útiles y logramos alcanzar la felicidad, o al menos eso creíamos.

Figura 1. Pyramid of Capitalist System. The International Pub. Co., 1911

Durante la revolución industrial, nuestra relación con el trabajo se vio alterada y paso de priorizar el sustento de nuestro entorno más próximo a un medio para lograr la denominada plusvalía que el nuevo denominado empresario buscaba obtener. En sí, el trabajo se convirtió poco a poco en un medio explotable para el beneficio de algunos pues además de los cambios subyacentes en  el trabajo, la cultura, la vida en sociedad también se vieron alternadas.

Adicional a lo anterior, el obrero (trabajador raso) se vio envuelto en una preconcepción puramente funcionalista del trabajo y el salario que obtenía a cambio. Esa misma preconcepción, esa falsa ilusión del progreso es en la cual nuestra sociedad ha girado durante años resultando en un aumento considerado en la infelicidad en el lugar de trabajo. Tanto es así que para 2019 en una encuesta realizada por Plurum, se encontró que el 80% de los empleados están insatisfechos por sus condiciones laborales. Las razones detrás de esta medición apuntan a temas tales como: las herramientas, el entorno laboral y por último la coherencia y relación con el trabajo Así pues se dio una reconfiguración de las clases sociales y se introdujo el denominado progreso social como concepto ampliamente difundido por la retórica capitalista. Una retórica que por años no ha hecho sentir que el trabajo es un medio para superarnos socialmente y lograr escalar una pirámide cuya cúspide definitivamente considero no está construida para ser alcanzada.

A pesar de lo anterior, frente a nuestra relación con el trabajo se quiere hacer un borrón y cuenta nueva y conceptos tales como el Ikigai o el salario emocional han comenzado a cobrar relevancia en sociedad. Ahora el ser humano ha comenzado a trazar y redefinir su relación con el trabajo bajo un nuevo paradigma, más holístico y comprensivo.

En efecto, el concepto de Ikigai nace desde una noción japonesa que nos deja entrever que detrás de nuestra existencia radica un propósito mayor, un sentido de vida, una razón de ser. En una definición simplista que me atrevo a formular diría que Ikigai puede entenderse como la razón por la cual uno se despierta cada mañana, una trascendencia superior escondida a plena vista que nos motiva y sirve de insumo para vivir cada día plenamente.

Para lograr el Ikigai se requiere un arduo caminar hacía el reconocimiento de uno mismo, de introspección entorno a lo que sabemos hacer, lo que amamos hacer y la unión con aquellos retos que tenemos como sociedad que además puedan ser recompensado. En este caminar las organizaciones también son protagonistas, facilitando al trabajador los mecanismos para alcanzar un verdadero sentido de plenitud, felicidad y bienestar. Por esta razón se comienza a hablar de salario emocional.

El salario emocional según Revista Empresarial & Laboral se define como “una retribución no económica, que busca satisfacer las necesidades psico –socioafectivas del trabajador, que tiene un impacto directo en el bienestar emocional y al tiempo repercute directamente en su rendimiento y productividad”. Incluye entre otras la posibilidad de trabajo flexible y a distancia, el acceso a esquemas de beneficios sociales acordes con los gustos y preferencias del trabajador, la posibilidad de formación educativa y académica con apoyo de la organización y finalmente el reconocimiento hacía los logros de los empleados por pequeños que pudiesen llegar a ser.

En conclusión, vale la pena reflexionar y plantearse preguntas fundamentales más allá de las económicas como la planteadas durante la revolución industrial y a la luz de una perspectiva meramente capitalista. Sin duda existe otra perspectiva más amplia y quizá más reveladora de la sociedad. Estoy convencido que hemos perdido el rumbo en la búsqueda de nuestro Ikigai precisamente porque hemos sido esclavos de un sistema que nos acondiciona a una existencia unidimensional que gira alrededor de lo económico y el consumismo y porqué las organizaciones se han encasillado en vernos como objetos, compensando nuestro actuar bajo una perspectiva limitada de lo que implica un salario.

En palabras de Alejandro Gaviria “hay algo no solo estéticamente repulsivo, sino también existencialmente triste en el sobreconsumo de las sociedades modernas”. Por eso las preguntas que nos debemos de plantearnos es ¿Qué nos hace feliz? ¿Qué nos motiva y nos hace sonreír a diario? ¿En qué eres bueno y puedes aportar para mejorar la condición del otro, de nuestro hogar? Ojalá estas sean el tipo de preguntas que se comenzarán a plantear en las organizaciones, en las escuelas, universidades y hogares. Definitivamente ¿Qué sería del mundo donde cada uno encontrase su propósito de vida, su Ikigai?

Santiago Zapata Serna

Soy un curioso innato, apasionado por la lectura y en general los temas financieros y de economía en general. Me encanta una buena conversación y de vez en cuando escribir sin tinta lo que se me viene a la mente.

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