“Debo reconocer que el ciclismo es un deporte demasiado difícil, que requiere de resistencia, de paciencia, de fuerza y perseverancia.”
Llevo cinco años transportándome en moto y carro para todos lados. Cuando estudié un tecnólogo hace unos años en el SENA, todos los días me iba a estudiar y regresaba a casa en moto. Cuando estuve trabajando, haciendo mis prácticas me transportaba en moto y después en carro y el año pasado cuando ingresé a la universidad me transportaba en moto.
Mas sin embargo, siempre hubo en mi mente un sentimiento de culpabilidad por ser defensor del medio ambiente y a la vez contaminarlo expulsando emisiones de efecto invernadero en mi moto o carro.
Este año decidí ponerle un poco de sentido a mi preocupación por el cambio climático, decidí hacer mi propia revolución. Primero decidí no renovar más el seguro obligatorio SOAT ni la revisión tecnomecánica de mi moto; decidí no usar más moto. Maté dos pájaros de un solo tiro: no emitiré más emisiones de efecto invernadero y no le pagaré más impuestos al Estado por transportarme en moto. Adicional a esto no tendré que comprarle más gasolina al Estado ni a las multinacionales dueñas del petróleo y el combustible.
Como causa de esto, tenía como opción transportarme todos los días a la universidad usando el sistema de transporte público, pero eso también sería pagarle al Estado por un servicio pésimo, y mi pequeña revolución sería a medias.
Después de mucho pensarlo, decidí que mi medio de transporte este año sería la bicicleta, pues no tendría que gastar dinero en combustible ni pasajes ni impuestos. El único inconveniente que tenía era que no tenía bicicleta, y desde hace muchos años ni siquiera me montaba en una. Como siempre, mi mamá terminó apoyándome y cumpliendo todos mis caprichos, y me dio el dinero para comprarme la bicicleta. Fuimos a Venecia, en el sur de la ciudad, y preguntamos en cada almacén de bicicletas por los precios, que para mi sorpresa eran elevadísimos. Nunca había entendido por qué era tan común el robo de bicicletas en Bogotá, siempre había vivido ignorante del tema, nunca pensé que una bicicleta pudiera valer tanto; pero solo hasta que confirmé lo costoso de una bicicleta, entendí el negocio tan lucrativo que es robarlas.
Finalmente, después de que mi mamá me comprara mi bicicleta, empezó mi aventura y me convertí en un biciusuario. Mi mamá me hizo prometerle que no sería imprudente y que andaría únicamente por las ciclo rutas. Se lo prometí con la mano en alto y dándole mi palabra. El primer día madrugué e hice un poco de estiramiento para evitar –en vano- los calambres. Tenía tiempo de sobra para llegar temprano a mi primer día de clases en la universidad, así que me fui a un ritmo moderado, parsimonioso, como todo un principiante.
Planeé cuál sería mi ruta en mi mente. Empecé yéndome por la cicloruta como se lo prometí a mi mamá, pero al tener que desviarme del camino para llegar a mi destino, no encontré más cicloruta; con el dolor de mi alma, tuve que romperle la promesa a mi mamá y mezclarme entre los carros, orillado a los andenes. Hubo momentos en que retomé la promesa que le hice a mi mamá y seguí por el camino de la cicloruta, pero de un momento a otro, llegaban hasta cierto punto y se terminaban, no seguían; entré en confusiones y no sabía si debía activar las alas de mi bicicleta y ponerme a volar. En ocasiones me monté en los andenes para evitar estar muy cerca de los carros, pero algunas personas me miraron mal y otras muy amables y comprensivas, me dieron paso después de que yo les agradeciera.
Fue allí cuando me di cuenta, de que a pesar de que la ciudad está casi llena de espacios específicos para las bicicletas, aún falta mucho por hacer.
Pensé que los conductores de carros y motos se me acercarían demasiado para arrinconarme, o que incluso me arrollarían. Pero debo confesar que hasta el momento, después de más de una semana de andar en bicicleta por Bogotá, me he encontrado con buenas personas, buenos conductores. Hasta el momento la mayoría me ha cedido el paso, han guardado la distancia reglamentaria para adelantarme, han sido pacientes y comprensivos a la hora de esperarme, me han sabido perdonar una que otra falta, claro, con alguna que otra excepción de algún inconsciente que no ha guardado el espacio reglamentario y se me ha acercado demasiado haciéndome pasar por sustos, que gracias a Dios no han pasado de eso.
Debo reconocer que el ciclismo es un deporte demasiado difícil, que requiere de resistencia, de paciencia, de fuerza y perseverancia. Mas sin embargo ahora me siento mejor gastando mis energías, quemando calorías, en vez de gasolina.
También debo confesar que los primeros días llegué a pensar que era imposible. Estuve a punto de renunciar. Las personas en la calle me veían como compadeciéndome, les causaba sentimiento y a veces risa mi cara de sufrimiento, de dolor y de cansancio.
Estudio en la zona de universidades en el oriente de Bogotá. Es una zona llena de lomas empinadas difíciles de escalar. Los primeros días llegué literalmente con la cicla al hombro, pues no pude superar las subidas, así que me tocó bajarme de la bicicleta y seguir a pie con las piernas adoloridas y temblando del cansancio y el dolor. Pero por fortuna con el pasar de los días fui mejorando mi estado físico, me sigo cansando y fatigando igualmente, pero ya logro subir pedaleando y sin detenerme. Ya por lo menos no estoy pensando en renunciar a mi pequeña revolución, sino que estoy aumentando mi motivación.
La tarea que queda es grande y larga, y no hablo de mi estado físico, hablo de volver a Bogotá realmente la ciudad mundial del ciclismo. Hay que reconocer que buenos o malos, Bogotá ha tenido avances en cuanto a movilidad de bicicletas en los últimos años. Hoy una buena parte de las vías cuentan con ciclorutas y semaforización. Pero también hay que decir que andar en bicicleta por Bogotá es aún muy peligroso. La desconexión de rutas es evidente, el mal estado de gran parte de los andenes y ciclorutas es notorio, y si hablamos de la inseguridad y el hurto de bicicletas en Bogotá, tendríamos que alargarnos mucho más.
La tarea está en seguir incentivando el uso de la bicicleta en la ciudad, pero eso se logra con inversión en buena infraestructura vial y en seguridad ciudadana, de lo contrario la ciudadanía seguirá con miedo a usar bicicleta y a salir a la calle.
Yo por mi parte seguiré haciendo mi pequeña revolución y de paso mejorando mi estado físico, con la ilusión de que Bogotá siga mejorando realmente en infraestructura vial y cultura ciudadana.
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