“Aquel monstruo que creímos haber dejado en el pasado ha vuelto y con su llegada nuevamente se han ensombrecido las calles de la tierra del realismo mágico.”
«Por ahí escuché que los paracos volvieron’’.
Un mensaje que llegó a mi celular, un rumor que recorre los caminos de una ciudad blanca que aún intenta reconstruirse, que aún llora a los hijos que el conflicto armado le arrebató. La foto de una papeleta que con solo sus primeras tres simples letras aterra a todo el que la lea: AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia).
¿Por qué?, ¿por qué no nos permiten sanar?, ¿por qué han vuelto? Mil preguntas inundan mi mente en este momento, y supongo que las familias de las recientes víctimas deben tener aún más. ¿Qué se supone que debo hacer?, ¿cómo puedo salvarnos? Lo más preocupante de la situación es la nula empatía de la población, los comentarios despectivos sobre las víctimas, la justificación de los asesinatos. A la violencia no le bastó únicamente con destruirnos, sino que además nos despojó de lo único que nos podía ayudar a levantarnos; nuestra humanidad.
Enfrentada a la necesidad de describir la atroz noticia del reavivamiento de la violencia armada en Codazzi, es cuando mi alma coincide con los pensadores de la antigüedad que manifestaban su inconformidad con la escritura por la escasa representación que esta hace de los hechos. Y por la negligencia de este arte se me hace imposible expresar completamente cada fragmento de los pensamientos y sentimientos que vienen a mi cuando el gemido desgarrador de un padre le avisa al pueblo entero que un hijo más de Colombia ha muerto.
No pretendo simplemente informar al país de lo sucedido, sino suplicarles en nombre de las víctimas que no hagan caso omiso a la situación. Aquel monstruo que creímos haber dejado en el pasado ha vuelto y con su llegada nuevamente se han ensombrecido las calles de la tierra del realismo mágico.
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