Apoteosis a la mentira

Según el filósofo alemán Friedrich Nietzsche la verdad puede ser entendida como “un ejército móvil de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en breve, una suma de relaciones humanas, las que fueron poética y retóricamente aumentadas, transferidas, adornadas y las que después de un largo uso a un pueblo le parecieron firmes, canónicas y obligatorias: las verdades son ilusiones de las cuales se ha olvidado que ellas lo son, metáforas que se han desgastado por el uso y se han vuelto sensiblemente débiles, monedas que han perdido su grabado y ahora solo como metal, no más como monedas, son tenidas en cuenta”.

Es decir, la verdad tiene una connotación lingüística y cultural, porque las verdades se construyen, se transforman, se aculturan, se definen y contextualizan de acuerdo con quien las enuncia, cómo las expresa, para qué las formula y en qué contexto las impone. Las verdades son una herramienta que el lenguaje ha utilizado para concebir el mundo, acomodarse a él y poderlo manipular. Sin embargo, sí hay verdades, por antonomasia, debe haber mentiras y ¿cómo podrían ser entendidas las mentiras? O ¿las mentiras no necesitan una estructura lingüística que las defina?, porque se entiende que, si las verdades tienen una organización establecida, ¿las mentiras no la deberían tener al ser todo lo contrario?

De acuerdo con lo anterior, las mentiras se convierten en lo que nos hace verdaderamente humanos y nos permite comprender lo incomprensible, así como hacer cavilar a los demás que entendemos lo que ellos entienden, adecuarnos a esos lugares incomodos de los cuales no tenemos capacidad de amoldamiento. Las mentiras nos permiten ostentar poder, manipular a los demás e instituirnos como superiores.

Mientras más mentimos, más dominio ganamos o, consultemos a reyes, gobernantes o lideres que a través de las mentiras fundan antagonismos con la noción de verdad para poder repensar el mundo de los significados y someterlo a sus deseos.

Pero ¿no es la verdad una mentira que evolucionó en el tiempo y se legitimó?, ¿no es la verdad un conjunto de mentiras acomodadas a un contexto y definidas por un jerarca que las impuso?, ¿no son las verdades el preámbulo para las mentiras y las mentiras una verdad que perdió valor en el tiempo?

Para Nietzsche el ser humano a través de su intelecto se ha creído superior a otras especies, pero ¿es el intelecto la herramienta para generar verdades? Es decir, las verdades son el resultado del intelecto y, por ende, sin el intelecto el ser humano se queda sin la posibilidad de componer verdades, pero ¿qué pasa con las mentiras, también son parte del intelecto? O sea, el ser humano necesita del intelecto para construir y transformar verdades, pero también, necesita de las mentiras para hacer creer sus verdades, es aquí donde se podría decir que, sin las mentiras, las verdades perderían su esencia de credibilidad, su naturaleza de dominio sobre el mundo.

Las verdades no tendrían el peso de verdad, sin la noción del peso de la mentira, para que haya verdades, se necesita de mentiras, por eso, el mundo de la verdad es un mundo dependiente de la mentira, sin ellas, el funcionamiento estructural de la sociedad y su cohesión ecosistémica no habría permitido la evolución necesaria para la existencia.

Porque las nociones de belleza, fealdad, miedo, tranquilidad, muerte, vida, violencia, paz, bueno o malo, es decir, todo el conjunto de emocionalidades, sentimientos, prácticas culturales, educativas y de vida, están condicionadas por la verdad y la mentira.

Hoy en día, prácticas como las noticias falsas o fake news o la posverdad, hacen parte de un conjunto de consideraciones que ponen en entredicho las verdades y, más bien, han conjugado las verdades y mentiras en una sola, constituyendo “vertiras” o verdades con mentiras en las cuales se ha diluido cada una de ellas y, como seres humanos, nos arrojamos a disponer de ellas en una sola, por el temor a concebirlas por separado, porque es mejor solventar la incertidumbre de lo desconocido colmándolas de historias metafísicas, míticas o rigurosas, pero que al fin al cabo, nos brinden la seguridad de saber algo, cualquier cosa, no importa qué —así sea una mentira—.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/jalopezg/

Referencias

Nietzsche, F. (2006). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. (Traducción Jorge Castillo). Editorial Tecnos.

 

Jorge Alberto López-Guzmán

Politólogo (2015), Antropólogo (2019) y Filósofo (2023). Especialista en Gobierno y Políticas Públicas (2017) y Magíster en Gobierno y Políticas Públicas (2020) de la Universidad del Cauca. Actualmente, es candidato a Doctor en Antropología, también en la Universidad del Cauca

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.