El fascismo no surge porque haya unos malos muy malos en un lado y unos buenos muy buenos en el otro. Las cosas no funcionan así. En la política, como en la vida, las opiniones se cocinan a fuego lento. Para que el fascismo cuaje hace falta que mucha gente vea sus intereses desatendidos.
Una vez que el fascismo ya ha hecho su entrada, las cosas se clarifican. Entonces hay que tomar partido. Sí o sí. Cuando el fascismo crece cava una trinchera. Y las trincheras solo tienen dos lados. Una vez que sus antorchas prenden la noche, empiezan las reacciones. Los que no hicieron nada contra el fascismo porque no les molestaba, suelen con facilidad pasarse a las filas del fascismo. Es el miedo que produce Ciudadanos con Rivera o el PP de Casado. Uno ve solo españoles por todos lados y el otro solo ve malos españoles por todos lados. Esa gente que termina vistiéndose con la camisa azul o parda, tiene alma autoritaria o son cobardes por naturaleza o formación.
Peor lo pasan los que no hicieron nada y no quieren convivir con el fascismo. Esa gente se tira de los pelos por no haber hecho antes algo. El PSOE está dándose cuenta de cómo las gasta la derecha. Primero, los tabloides de las fake news difaman, siembran sospechas, descalifican. Luego vienen Ciudadanos y el PP a disparar con cañones desequilibrados. Ayer Casado acusó a Sánchez de golpista, bajo los tiros en el techo del Parlamento que dispararon los guardias civiles de Tejero. Pero nada es de repente. El fascismo incuba sus huevos en una lenta gestación. De ahí el delito moral es hacer como que no pasa nada, mirar para otro lado o quitarle importancia a lo que la tiene. Y, sobre todo, creer las mentiras de los mentirosos porque producen un cierto sosiego.
Un ultraderechista italiano, Angelo Ciocca, agarró los papeles que dejó el Comisario de Asuntos Económicos de la UE, Pierre Moscovicci, y los pisó con un zapato que, decía, estaba hecho en Italia. Protestaba contra la decisión de la UE de tumbar el presupuesto italiano. Un presupuesto que trae el aumento del gasto social, una renta ciudadana, la reducción de la edad de jubilación, bajada de impuestos. El techo de gasto que marca la UE es del 1.6 del PIB. Ellos llegarán, al menos, al 2,4. Para la UE, lo relevante es la deuda Italiana que es del 132% del PIB. Para el gobierno de Italia, lo importante es gritar que ellos gobiernan para los italianos, que la UE es una burocracia ladrona y que la soberanía está en Italia y no en Bruselas. Dice Salvini: “No están atacando a un Gobierno sino a un pueblo”. Quién gana el relato es evidente. La prima de riesgo por encima de los 300 puntos y acercándose a la de Grecia puede ser el único oráculo que todos escuchen.
Tiene razón Moscovici en que la satisfecha Europa se ríe de bufonadas como la del zapato. Pero detrás de esas bufonadas, nos cuenta la historia, viene el fascismo. Mussolini, Hitler, José Antonio empezaron como histriones. Hace cuatro años, Bolsonaro era un bufón en Brasil. Pero estos bufones nacionalistas agresivos, xenófobos y enemigos de la democracia, vienen porque los Moscovicci prefieren rescatar a los bancos antes que a las personas. En las películas de Charlot, la risa viene cuando el obeso rico o el policía tripón al servicio de los ricos se da una culada. La UE está haciendo de indeseable para los pueblos. Y Moscovicci es un hipócrita cuando se queja del fascismo pero lo está convocando con la política de la UE.
Sánchez e Iglesias han presentado otro presupuesto en Europa para evitar que crezca la ultraderecha. Europa tiene que escoger entre la derecha o la izquierda. Y da susto. Aún más cuando estamos convencidos de que el zapato del diputado italiano, además, seguro que está cosido en China. El fascismo no solamente es violento, sino que siempre ha mentido hasta en las cosas más simples.