“…es difícil levantarse a trabajar y ver que lo primero que anuncian los principales diarios del país es: “En Bombardeo del Ejército murieron 10 disidentes de las Farc liderados por “Gentil Duarte”, “Denuncian que menores de edad murieron en bombardeo en Guaviare”, “Son máquinas de guerra”: así justificó Diego Molano bombardeo a adolescentes”.
Qué difícil es dialogar con un país que se revela indiferente ante la muerte de jóvenes, pero que se escandaliza con las paredes que se rayan en una protesta. El país de los fétidos olores se regocija con la cálida guerra que brinda susurros de poder a quienes quieren seguir postergándola. Completar el viaje, naciendo en la ruralidad, es todo un reto. Al salir de casa, muchos jóvenes deben persignarse y esperar a que la suerte los acompañe. Parece que vivimos en un Estado que no ha podido comprender que existen diferentes realidades: una de ellas es una estirpe que floreció remota y olvidada en la periferia.
El pasado 2 de marzo de 2021 se ejecutó una operación militar en el departamento del Guaviare, en donde Medicina Legal identificó los cuerpos de diez personas que, según las Fuerzas Militares, eran miembros de las disidencias de Gentil Duarte y, en donde al parecer, hubo menores. Dicha escena, que parece un flash back (o un cliché cinematográfico), revive lo ocurrido en años pasados.Este tipo de acciones militares son todo un éxito, ya que al enemigo hay que acorralarlo y asfixiarlo en el marco de la ley.
La verdad, es difícil levantarse a trabajar y ver que lo primero que anuncian los principales diarios del país es: “En Bombardeo del Ejército murieron 10 disidentes de las Farc liderados por “Gentil Duarte”, “Denuncian que menores de edad murieron en bombardeo en Guaviare”, “Son máquinas de guerra”: así justificó Diego Molano bombardeo a adolescentes”. Lo ocurrido para el ministro de Defensa, en la vereda Buenos Aires, en el municipio de Calamar, en el departamento del Guaviare, es una operación militar que está dentro del Derecho Internacional Humanitario. Para él –y para este gobierno– el hecho se justifica ya que los jóvenes (no importa si es uno, dos o incluso ninguno) que se encontraban en el lugar eran “máquinas de guerra”. La nefasta operación militar ejecutada en contra de las disidencias de las FARC no debe leerse ni justificarse desde una visión de experto ajedrecista de la guerra.
Este y otros gobiernos que han pasado por la Casa de Nariño han resaltado que el problema de Colombia es el narcotráfico y los grupos al margen de la ley, sin embargo, han enfrentado estas problemáticas con políticas poco fructíferas. La seguridad ha sido la bandera estatal y electoral de su supuesto éxito: no hay que olvidar que la seguridad de estos gobiernos fue una sensación positivamente falsa. Es realmente irónico que el Ministro, exdirector del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, haya dado este tipo de declaraciones. Vivimos en una sociedad en la que la muerte de niños o jóvenes es justificada por un argumento tan baladí.
Afirmar que una acción como esta es justificable argumentando que los jóvenes reclutados forzosamente en el país “son máquinas de guerra” es al mismo tiempo afirmar que nacer en la ruralidad es un infortunio, una desgracia. Para nadie es un secreto que los grupos al margen de la ley han reclutado menores de edad, no obstante, el Estado debe hacer mucho más por aquellos que crecen en la vulnerabilidad. La solución al problema del reclutamiento forzado no es bombardear. Realizar una jugada de experto de la guerra parece ser sencillo en este país: hallar el lugar en donde se encuentra el enemigo y listo. ¡Como jugando tejo!
En medio de la espesa naturaleza, a diario los jóvenes en Colombia, al rayo del violento sol o al cobijo de la lluvia, se levantan para bajar de la cima de la montaña y buscar un mejor futuro; si es que pueden, ya que sus opciones son limitadas: trabajar, jugar con la suerte, intentar estudiar (si es que no mueren en alguna masacre), huir, prestar servicio militar o pertenecer a algún grupo al margen de la ley. La juventud en este país no solo ha sido secuestrada por los grupos armados, ya que, socarronamente, el Estado, bribón y truhan, ha hecho lo suyo. La falta de oportunidades en la periferia –no solo del país, sino también de las principales ciudades– es una situación que se debe afrontar con heroísmo o resignación (y bien difícil que es ser héroe en Colombia).
Sí, vivimos en medio de la diversidad y la riqueza natural, pero también en medio de la tristeza y la muerte. En Colombia ha cruzado como si nada el polvo de la guerra. No es justo nacer en tan deprimente panorama, en el que los bombardeos se justifican cuando deben apagar las voces de las “máquinas de guerra”. ¡¡Carne para las lombrices en suelos fértiles! Ese parece ser el lema. En montañas llenas de mitos y leyendas, este es el país de las ficciones, en donde se inventa uno que otro relato, en donde es importante consagrarse a la Virgen y en donde la juventud es carne de cañón.
Comentar