“Después de este paso adelante, no habrá forma de echar para atrás”
Considero como un acto político aquella resistencia de seguir creyendo que las cosas se pueden hacer bien a pesar del panorama, pues es siempre un desafío conservar el optimismo en casos como el colombiano en donde lo peor no conoce de fondo y las malas decisiones se rejuvenecen a cada momento. Así que, considerar por un instante que existen brechas en donde podemos mirar y encontrar la luz sirve como aliciente para no dejarse del todo corromper por ese aire corrosivo del desastre. Estamos a escasos 15 días de volver a las urnas para elegir a los nuevos regidores de los destinos de nuestras localidades y también para escoger un nuevo o disfrazado cuerpo colegiado que velará por el bienestar de los habitantes de sus determinados territorios. Hablar de elecciones en Colombia es recorrer los mismos pasillos cada cuatro años, pasillos en donde habitan como huéspedes permanentes la corrupción, polarización, mentiras, engaños, salvadores y videntes catastróficos. Hablar de elecciones es recordar oportunidades perdidas, fracasos rejuvenecidos, violencias ideológicas descabelladas y un tufillo incomodo de pensar “se pudo hacer mejor” pero, en fin, volver a ello no es demasiado importante ya que por muy dispuestos que estemos a recordar a para no repetir, recordamos para volver a fallar.
Dentro de ese marco encontramos como protagonistas políticos a viejos conocidos, personajes constantes en el escenario que buscan repetir o retomar el “poder” después de unas vacaciones sabáticas de auto reflexión. Parece poseer cierto morbo esa quisquillosa reacción cansina de verlos de nuevo en el mapa en una inveterada práctica de no saber soltar o de creer que pueden hacer más. No me concentraré en esos intentos repetitivos de los mismos personajes por seguirse considerando útiles, sino en las candidaturas emergentes, en los nuevos rostros que surgen y se abalanzan al ruedo con una fuerza de convicciones maravillosa, dotada de un poder fresco de dignidad que permite a los más escépticos como yo, respirar un nuevo aire y alimentar esa hambre de cambiar lo imperfecto. No resulta sorprende que esos nuevos aires políticos sean encabezados por las juventudes, es por lo contrario normal dentro de esa fresca resistencia de llegar y poseer (en el buen sentido de la palabra) los espacios decisorios trascendentales con miras a propender por la consecución de unos fines comunes esenciales guiados por principios de comunidad, sororidad y oportunidades.
Las juventudes han venido siendo desde tiempo atrás el “caballito de batalla” de muchos políticos para arrogarse con el “poder” buscando atraer los votos juveniles para alcanzar la victoria de sus proyectos políticos en donde las juventudes ocupan si acaso, medio renglón en su cuaderno de importancias. Las causas juveniles han sido abanderadas de forma hostil por hombres sedientos de soberbia que las han ondeado para finiquitar sus pretensiones y luego de ello, desechan la causa como cualquier objeto ya inútil de tanto uso. Por eso desde el estallido social de hace más de cuatro años se sintió un remezón en el país que puso en primer plano la vocación luchadora de las juventudes por representar sus propias causas sin la intervención ni contaminación de los típicos actores políticos. Dentro de ello y como una reacción consecuencial se dieron las elecciones de los CMJ después de una lucha a capa y espada por lograr materializar lo ya ganado en el papel con la ley estatutaria de juventud. Aquí siempre hay que pelear lo que ya es de uno. Pero eso fue solo el principio y el panorama hoy refleja el surgimiento o re potenciamiento de liderazgos juveniles que han decidido lanzarse a la arena y luchar por una curul en los concejos municipales; muchos de ellos vienen impulsados por los CMJ y otros tantos por sus largas y considerables trayectorias en el activismo juvenil. En mi subregión – el Suroeste de Antioquia – se siente con intensidad esa apropiación de los espacios decisorios con las varias candidaturas juveniles, candidaturas llenas de fuerza y vigor y regidas por un principio básico desechado por muchos actores políticos tradicionales – trabajar sobre y por lo común – como si fuera un tipo de célula que los reúne a todos y trabaja en dirección al bienestar colectivo. Así piensan las juventudes actuales y con ese principio lograrán marcar la diferencia.
Dentro de las varias candidaturas juveniles resaltaré 3 que conozco de cerca, lo haré con nombres propios porque la esperanza debe tener rostros claros para identificarlos. Empezaré con Esteban Jaramillo Ruíz, candidato al concejo de Medellín por la lista Renace y el número 1. Conozco su campaña de cerca y he tenido la posibilidad de trabajar con él y conversar sobre temas de ciudad. Él encabeza una lista independiente y muy bien estructurada que reúne unas visiones e ideas de ciudad integrales y éticas que devuelven la posibilidad de “dignificar la política” su liderazgo y lucha política es de resaltar y por eso lo relaciono aquí como un pequeño reconocimiento a lo que representa. Sigo con Luisa Echavarría, candidata al concejo de Bello por la lista cerrada del partido Creemos; ella viene de ser CMJ, no he interactuado mucho con ella, es más bien un seguimiento en redes lo que me ha permitido pensar que su vocación de servicio y espíritu colaborativo, además de sus innegables cualidades de liderazgo pueden sentarle muy bien al escenario político en configuración y que logra reunir esas calidades que permiten aspirar a seguir creyendo en la fuerza de la juventud. Por último y no menos importante cito a Maria José Cano Espinosa, candidata al concejo de Jericó por el partido Alianza Verde y el número 2; con ella he trabajado y aprendido montones generando una admiración fortalecida con el tiempo; su causa es la defensa de la vida, el agua y el territorio, la protección del medio ambiente y la dignificación de los espacios juveniles; un ejemplo muy claro de que las cosas se pueden hacer mejor. Ellos tres y otros más giran en la misma espiral, son guiados por una principialistica clásica, pero no antigua y fundamental en la construcción de sociedad: la defensa de lo común. Quién me lea dirá que hago proselitismo político a favor de ellos en este escrito y guardan toda razón. Lo hago porque no estamos para tibiezas y hay que tomar partido.
Quiero nombrar también a Alejandro Moncada y Manuela Restrepo, candidatos al concejo de Medellín. A Luisa López Velandia, candidata al concejo de Guatapé, a Nataly Ortíz Romero, candidata al concejo de Angelópolis, a Mateo Robledo y Alejandra Sánchez Zuluaga, candidatos a la asamblea departamental de Antioquia; otro espacio fundamental para el futuro del territorio desde el orden departamental. A todos ellos les deseo lo mejor, que es la victoria y que ojalá se logre dar una articulación entre ellos y las demás candidaturas emergentes en un modelo de trabajo extendido como red por todos los municipios y el departamento para sacar adelante las causas juveniles que nos unen y acercar las que nos separan.
A casi todos nosotros nos articula una máxima pronunciada en la voz del fallecido Jaime Garzón “si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselo, nadie” y ya ven como ha empezado a caminar ese verbo “Asumir” desde el protagonismo de estos y otros tantos que se me escapan. Prodigiosas sean las juventudes que decidieron llevar la contraria como un acto político de resistencia y no se dejaron encerrar en los lugares comunes, sino que construyeron sus propios lugares y esa decisión los tiene hoy aquí, cerca de apropiarse de los espacios de participación política. Después de este paso adelante, no habrá forma de echar para atrás.
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