La sociedad no está tomando las medidas adecuadas para enfrentar las causas de la crisis. Ante fenómenos como los del COVID-19 los gobiernos deben planear teniendo en cuenta el peor escenario y concentrarse, dentro de su círculo de influencia, en acciones que resuelvan la causa de nuestros problemas.
Se habla hoy de medidas de recuperación cuando volvamos a la normalidad y de medidas urgentes de mitigación en el corto plazo a favor de los más necesitados. Sin embargo, la vacuna contra el coronavirus podría tardar años en ser desarrollada y aún no se han encontrado medicamentos efectivos. La inmunidad colectiva como medida de choque no es una alternativa dado sus efectos catastróficos en términos de muertes de entre 39 millones y 117 millones de personas en el mundo (a la fecha de publicación de este artículo y bajo medidas de cuarentena se reportan un poco más de 110.000 personas muertas por el virus, el 0.14% de lo que tendríamos bajo políticas de inmunidad colectiva). A pesar de estas realidades la sociedad en su conjunto sigue tomando decisiones como si el distanciamiento físico fuera un fenómeno de corto plazo que pasará pronto.
Ni el virus, ni sus efectos en muertes, ni siquiera la cuarentena obligatoria están en el círculo de influencia de ningún gobierno. Las discusiones al respecto no tienen ningún propósito por mucho que nos neguemos a reconocer lo impotentes y vulnerables que somos como especie en contravía de nuestro ego superlativo. Aumentar exponencialmente la capacidad de los sistemas de salud tampoco resuelve estructuralmente el problema: los modelos epidemiológicos aplicados sugieren que una política “suavizada” de distanciamiento físico llevaría la enfermedad a demandar ocho veces más unidades de cuidados intensivos (UCI) que las que se podían construir incluso en países como EEUU y Reino Unido.
Nuestra vida tampoco volverá a la “normalidad”: el distanciamiento físico es inevitable por un periodo de tiempo indeterminado para mantener la curva de afectados más baja que la capacidad de atenderlos. De acuerdo con estimaciones de expertos, esto implica que incluso escuelas y universidades deberán estar cerradas tres cuartas partes del tiempo, así como el resto de reuniones y actividades sociales, empresariales y comerciales que deberán caer un 75%.
Las medidas actuales de gobiernos, empresas y sociedad civil se han enfocado en la mitigación de efectos de corto plazo y a la recuperación una vez terminada la pandemia. El problema es que ambos tipos de medidas asumen que la pandemia será solo un choque externo momentáneo de corto plazo, lo cual no es realista. ¿Cuáles medidas de adaptación de la sociedad a esta nueva realidad se están planeando asumiendo un escenario más realista de que algunas cosas nunca volverán a ser como antes?
Algunas medidas de adaptación a esta nueva realidad incluyen inversiones cuantiosas en automatización industrial y modernización tecnológica de empresas; transformación digital del comercio hacia estrategias y canales e-commerce; adaptar la oferta de salud a unidades móviles y ágiles que mejoren la identificación, aislamiento y tratamiento de infectados; desarrollo de dispositivos de detección del contagio más rápidos, baratos y portables; implementación de ciencia de datos en aeropuertos, sistemas públicos de transporte y otras infraestructuras públicas que permitan identificar el contacto pasado o potencial con una persona infectada; reestructuración de la infraestructura de negocios de eventos, restaurantes y teatros para que el encuentro sea en grupos limitados, más distanciados y con medidas de seguridad adicionales; reorientación de negocios como gimnasios y centros de diversión hacia el alquiler de máquinas para los hogares aunado a orientaciones online; mejoramiento de la infraestructura y del entrenamiento y apropiación de habilidades tecnológicas para todas las personas que trabajan en sectores digitalizables como el financiero, seguros, educación, salud, los trabajos del sector público y los cargos de administración y gerencia, entre muchos otros…
En IBSER hemos puesto a disposición recursos gratuitos precisamente para que tips para que los gobiernos enfrenten mejor la cuarentena, para que los profesores aprendan a usar plataformas y crear contenidos educativos digitales, herramientas para que las empresas trabajen en la nube, tecnologías para que empresarios y comerciantes creen su página web, habiliten pagos en línea y aprendan a usar redes sociales para aumentar sus ingresos, entre otros, lo cual demuestra que todos, incluso desde las empresas y la sociedad civil podemos ayudar a esa transformación digital de las personas y empresas más vulnerables.
Los sectores más afectados por la cuarentena son precisamente aquéllos que dependen del encuentro para generar ingresos, y las personas más afectadas son las que trabajan en estos sectores o las que carecen de las habilidades para ingresar a la economía digital. Estos sectores son los mismos que se esperaba que cambiaran radicalmente debido a la transformación digital, y estas personas son las mismas que se encuentran en los trabajos que iban a desaparecer en el futuro y por la misma causa, incluso antes de la pandemia. Por lo anterior debemos preguntarnos:
¿Las políticas públicas asistencialistas tan populares (y populistas) que se aplican hoy son suficientes para resolver los problemas estructurales de esta población de cara a una cuarentena prolongada, ó por el contrario aumentan su dependencia y vulnerabilidad?
¿Estas ayudas no pueden estar acompañadas de avances en infraestructura tecnológica y en habilidades personales por parte de estos sectores y personas para que mejoren su adaptación, capacidad de agencia, innovación y oportunidades durante y después de la pandemia?
¿Nuestros líderes y nosotros mismos estaremos a la altura de este reto?
Fuente: https://blogibser.blogspot.com/2020/04/IBSERasistencialismo-o-digitalizacion.html