En el Quijote y en otras tantas obras del Siglo de Oro de la literatura en nuestra lengua, los arbitristas son una figura de mofa constante. Eran presentados como aquellos que proponían soluciones disparatadas a problemas reales o veían problemas inexistentes con sus soluciones innecesarias. Esta figura renace cada día, sí, hoy por hoy, gracias a las redes sociales, las columnas de opinión, las cartas abiertas o a las cartas al director de los periódicos. Los arbitristas eran aquellos que enviaban memoriales al rey para que tomara un “arbitrio”, es decir, una medida como soberano y en beneficio del reino por “merced de su graciosa voluntad”. Igualmente, nos dice la real academia en su diccionario, que en plural los “arbitrios era un nombre que se daba a ciertos impuestos con que se arbitran fondos para gastos públicos” durante los siglos XVI y XVII. Volviendo a lo que nos concierne, más allá de reconocer que para los historiadores estos textos son las primeras manifestaciones de lo que luego será la economía como disciplina académica, a nosotros nos interesan los arbitristas, juzgamundos o ‘arcigogolantes’ (como los llama Quevedo) porque queremos hallar un nombre para algunos expertos que ahora inundan los medios de comunicación con sus disparatadas posiciones y propuestas.
Recientemente, para mi pesar, pude leer una carta abierta al ministro de educación entrante donde un cerebro fugado nuestro (lo siento por el lugar donde ahora pontifica) propone que no es necesario invertir más dinero en educación dado que el aumento del gasto no incide necesariamente en la calidad de la educación. Para sustentar su tesis ofrece datos sobre el porcentaje creciente del PIB invertido en educación en los últimos treinta años y los resultados decrecientes de las pruebas estandarizadas como las de la OCDE. El autor de la carta al ministro, como buen arbitrista, no se queda en el diagnóstico y ofrece soluciones, varias, a decir verdad, pero comentaré solo lo que él llama “falta de técnica pedagógica” como la fuente misma de todos los males.
En su carta abierta inicia la explicación de la baja calidad de la educación en Colombia como producto de una segregación donde los ricos y pobres son educados de modo diferenciado, es decir, “personas de bajos recursos atienden colegios de baja calidad”. Aquí vemos, entonces, que se renueva la tesis según la cual el origen de los maestros y las maestras incide en la calidad de la educación. Pobres educando pobres, para el arbitrista de turno, explica todos los males. Para él, la calidad del sistema es proporcional a la calidad de los profesores, por ello, para mostrar y resaltar la gravedad de su conclusión cita a Juan Gabriel (sí, el divo de Juárez) con su célebre “lo que se ve no se pregunta”. Así pues, queda entonces demostrado que maestros y maestras de origen socioeconómico bajo educan mal a sus vecinos, según nuestro iluminado experto.
No contento con establecer que los maestros y maestras son los que “da la tierrita”, emprende una nueva tarea: mostrar que ellos y ellas reciben una “formación precaria”. Esto se debe, dice nuestro arcigogolante, a que esta formación no está centrada en “instrumentos de contenido y de pedagogía”. Insiste nuestro juzgamundos, basado vaya a saber en qué evidencia empírica o datos, que los maestros y maestras son formados en “pura filosofía de la educación”. Llega a escribir, sin rubor alguno, que hay “mucho Freire y poca pedagogía, mucho Piaget y poco contenido”. Una vez establecido como dogma lo anterior, pasa a los consabidos ataques a la organización sindical de los maestros y su negativa a ser evaluados, cosa que no puede faltar en el relato de los expertos económicos sobre la educación en Colombia y sus males.
Pero ¿Qué es eso de “técnica pedagógica”? En tan breve texto nuestro arbitrista parece centrarse únicamente en el aprendizaje y, sobre todo, en algo así como “los aprendizajes”, los contenidos. Parece obvio que cuando él habla de aprendizajes se refiere a los contenidos que se deben apropiar para responder a las pruebas estandarizadas que miden la calidad de la educación. Para alguien que es profesor en Estados Unidos su aparente desconocimiento de los estudios del currículum y el diseño instruccional es problemático. Lo que quiero decir es que, él mismo incurre en un error que quizá sí nos ayudaría a entender el real problema en educación en Colombia, a saber: desconocemos la producción teórica de todos aquellos campos que podría ayudarnos a comprender mejor e intervenir positivamente en todos los aspectos de la educación escolar.
No podemos continuar por el camino de olvidar que, antes de la malhadada definición local de la pedagogía como saber del maestro sobre la enseñanza y la magisteriología kitsch, hubo en la formación de maestros y maestras vínculos con los desarrollos más importantes de la pedagogía en el mundo. Incluso contamos con la visita de Decroly y los maestros formados en la Normal de Medellín aprendían francés fluido. Allí hay una pista de o que debemos hacer. Es decir, que en lugar de extraños cursos sobre la historia del maestro quizá debemos ocuparnos de los estudios del curriculum, el diseño instruccional, la didáctica, la didáctica general, la metódica y la mediática, la matética, entre otros campos realmente existentes de la pedagogía. Incluso, establecer una vigilancia epistemológica para que cualquier supuesta innovación pase un filtro adecuado para establecer sus puntos de vista. Quizá esto nos evitaría que nociones como “modelo pedagógico” no siga estorbando la gestión escolar y la reflexión necesaria para ello y el desarrollo de políticas públicas serias en educación.
Contrario a lo que dice nuestro arbitrista de marras, lo que necesitamos es más filosofía de la educación, más pedagogía, más estudios del currículum y una comprensión transdisciplinar que nos permita estudiar la educación y la formación de modo más complejo. Quizá, así, podamos evitar insistir en que la calidad de la educación se mide con evaluaciones estándar internacionales, que los pobres educando pobres produce un círculo de miseria y otras tantas tonterías que se imponen como verdades en un campo disparatado como lo es la pedagogía en Colombia. Urge, pues, formar más y más pedagogos y pedagogas, urge más inversión en la formación de maestros y maestras, urge más investigación en pedagogía y currículum. Sí, urge leer bien a Freire y a Piaget.
Comentar