“La sociedad ya reconocida como salvaje es una alta corte con el poder de juzgar y sentenciar, injusta o no, cualquier comportamiento considerado atípico”
Cuántas veces el ser humano en su fracasado intento por conocerse a sí mismo termina cayendo en el absurdo misterio de la locura, me animo a llamarlo absurdo misterio, pues, aunque la locura es bien definida por la psicología y la psiquiatría, el misterio radica desde la perspectiva del neurótico y de su absurda cosmovisión.
Es la locura una conducta atípica en los ojos del profesional y una conducta normalizada en los ojos del omnipresente, aquel que puede viajar a los lugares más oscuros de la mente, aquel único capaz de vivir en el inconsciente, capaz de vivir entro lo real y lo absurdo. La sociedad ya reconocida como salvaje es una alta corte con el poder de juzgar y sentenciar, injusta o no, cualquier comportamiento considerado atípico.
El “atípico” es enviado a la periferia putrefacta, indecente, oscura, sanguinaria, caótica, rocambolesca, pero este no se incomoda. El lugar más preciado para aquel que vive en la omnipresencia, que utiliza su poder de pensamiento para siempre estar incómodo, melancólico, reflexivo, iracundo, excitado, siempre será la periferia. Allí encuentra soledad, que funciona en el neurótico como portal que separa la realidad con destino a la locura.
Por eso la sociedad es firme en no aceptar tal sacrilegio a la normalidad y se asegura de nunca dejar entrar tal enfermedad infecciosa, capaz de enfermar a su consentida civilización, compuesta por intelectuales normales, profesionales normales, gente absolutamente normal, personas que aceptaron en su madurez, las normas del estatus quo, estado intangible que almacena el alma de la normalidad y la bondad. No es apropiado desconocer la maldad en la locura, el simple hecho de que esta sea una mutación repugnante del estatus quo, debe rotularse como maldad pura, la locura es oscuridad, por eso prefiere la marginalidad, la locura es absurda, por eso prefiere la incomprensión.
Comentar