¿Antioquia plana?

“Lo que no puede dejar de llamarme la atención es cómo las mismas élites político-económicas que construyeron el discurso de la tierra de montaña durante los últimos doscientos años ahora pretenden borrarlo de un plumazo. Y esto me lleva, a su vez, a cuestionarme si eso que comúnmente se denomina “identidad antioqueña” existe por fuera de los intereses de legitimación de esa élite”


El reciente rifirrafe entre el presidente Gustavo Petro y el gobernador Andrés Julián Rendón por la terminación de las vías 4G en el departamento de Antioquia ha generado un sinfín de titulares en la prensa, expresiones altisonantes y publicaciones en redes que responsabilizan a uno y otro mandatario por la aparente crisis que atraviesa la región. En medio de este enfrentamiento altamente mediático se ha venido colando, de manera subrepticia, un eslogan tremendamente problemático, especialmente si se lee a la luz de lo que ha sido la configuración de una cierta “idiosincrasia de montaña” que ha encontrado su cúspide en la orgullosa categoría del montañero: se trata de la proclamación de la nueva Antioquia plana, concepto que toma su sustento material de una serie de vías (enlazadas por puentes y túneles) que permitirían conectar las diferentes subregiones del departamento sin tener que subir las imponentes montañas antioqueñas.

Esta “planificación” de Antioquia parece pasar por alto la importancia que han tenido las montañas de esta región en la configuración de la identidad de quienes la han habitado históricamente. No en vano la ya histórica Horizontes de Francisco Antonio Caro nos presenta a sus protagonistas sobre un pico montañoso mirando hacia un horizonte (de ahí su nombre) constituido por un complejo de colinas que esperan su colonización. Tampoco es casual que Epifanio Mejía destaque su origen montañero en su Canto del antioqueño:

Nací sobre una montaña;

mi dulce madre me cuenta

que el sol alumbró mi cuna

sobre una pelada sierra …

¿Se puede, entonces, borrar de un tajo esa relación del hombre con la montaña? ¿Es acaso tan débil aquel vínculo que llevó a Eduardo Zuleta a describir las montañas que aparecían frente a sus ojos en la minera Remedios de la siguiente manera?:

“La montaña inmensa y extendida en suave declive iba a tocar, allá lejos, con una faja blanca por donde debía correr, sin duda, el apacible Magdalena. El verde intenso del monte era reemplazado, a trechos, por campos de color amarillo y brillante, formados por guayacanes florecidos que llenaban la misión del contraste, como ley siempre fija en los reinos de esta naturaleza incomprensible (…). El verde obscuro, el azul profundo, el rojo, el naranjado, las fajas amarillosas, las líneas rojizas y encima las nubes blancas, plateadas, quietas y tranquilas como cortinas misteriosas que ocultaran otros mundos a la visión mortal y efímera del hombre”.

Estas inquietudes que aquí planteo no parten de la nostalgia, sino, más bien, del interés por comprender hasta qué punto es posible transformar el imaginario de una población bajo el pretexto del progreso y la rentabilidad. Tampoco pretendo aquí desconocer el rol que las élites antioqueñas han tenido en la construcción del arquetipo del montañero y la instrumentalización de este en favor de intereses regionales que van desde el proyecto colonizador, pasando por la sacralización del empresario local y alcanzando su cúspide ―y su absurdo, si se me permite― en el discurso independentista.

Lo que no puede dejar de llamarme la atención es cómo las mismas élites político-económicas que construyeron el discurso de la tierra de montaña durante los últimos doscientos años ahora pretenden borrarlo de un plumazo. Y esto me lleva, a su vez, a cuestionarme si eso que comúnmente se denomina “identidad antioqueña” existe por fuera de los intereses de legitimación de esa élite; si el antioqueño de a pie tiene un rol activo en esa supuesta configuración identitaria o se limita, como pasivo espectador, a repetir la prédica que desde los medios se le impone.

Tampoco puede evitar preguntarme, de ser exitoso este proyecto de reciente aliento, ¿qué es lo que va a añorar el nuevo arquetipo de antioqueño cuando se encuentre por fuera de su tierra? ¿Será acaso posible que aquellos puentes, túneles y carreteras aparezcan ante aquél que regresa como motivo de orgullo y representación? ¿Podrá el cemento inspirar poemas como aquél que escribió Gregorio Gutiérrez González en honor a sus preciadas montañas mientras subía el Magdalena a bordo del vapor “Antioquia”?

Más aprisa, vapor, rápido vuela,

Que allá lejos, muy lejos se divisa

Al través de la bruma y del espacio,

La cima azul de las montañas mías.

No está de más, a modo de cierre, preguntarse qué pensará de este discurso el antioqueño que, contra todo pronóstico de ingenieros, políticos y arquitectos, ¡sigue habitando la cima de las montañas! Esas mismas por las que el tránsito se hará innecesario gracias a la planificación del departamento. ¿Tendrá cabida su existencia dentro de esa nueva Antioquia plana?.


Todas las columnas del autor en este enlace:  Jorge Andrés Aristizábal Gómez

Referencias

Cano, Francisco Antonio. Horizontes. 1913. Óleo sobre lienzo. Museo de Antioquia, Medellín.

Gutiérrez González, Gregorio. “A Manfredo. A bordo del vapor «Antioquia» subiendo el Magdalena” en Rafael Montoya Montoya (compilador), Obras completas de Gregorio Gutiérrez González (Medellín: Bedout, 1960).

Mejía, Epifanio. “Canto del antioqueño” en Humberto Barrera Orrego (compilador), Epifanio Mejía. Obras completas (Medellín: Edinalco: Ediciones Autores Antioqueños, 1989).

Zuleta, Eduardo. Tierra virgen (Medellín: Universidad EAFIT, 2015).

Jorge Andrés Aristizábal Gómez

Historiador. Apasionado por el urbanismo, la pedagogía y los estudios culturales. El concepto de "asfaltonauta" me identifica considerablemente.

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