Tomás Bolaño: ¿A dónde van los dictadores cuándo mueren?
Fid El Le Petit: Espero que tenga algo que ver con enfrentarse a las miradas de la gente que mataron.
El domingo 1 de abril, curiosamente el mismo día que los cristianos celebraban la fiesta de la resurrección de Jesús y a la par el mismo mes en el que se cumplen los 20 años del asesinato de monseñor Juan Gerardi (Gestor del informe “Guatemala Nunca Más” en el que se denunciaron las atrocidades cometidas durante la guerra civil de Guatemala), murió el exdictador guatemalteco Efraín Ríos Montt.
Al escuchar la noticia, vino a mi memoria el viaje que había realizado a Guatemala en el año 2012 por invitación de la ODHAG (Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala), la misma organización en la que trabajó monseñor Gerardi hasta el día de su asesinato en abril de 1998, y que por ese entonces conmemoraba los 15 años de la muerte del prelado y se encontraba a la expectativa por el juicio que se llevaba en contra de Ríos Montt, acusado de haber ordenado, durante su mandato dictatorial (1982 – 1983), el asesinato de 1771 indígenas Mayas y la violación sistemáticamente a las mujeres y niñas de esa misma comunidad.
Pero las coincidencias que rondaban por mi cabeza no pararon allí y entonces recordé que otro viejo dictador, Augusto Pinochet, había muerto un 10 de diciembre de 2006, paradójicamente el día de mi cumpleaños y el mismo en el que cada año se conmemora también la defensa de los Derechos Humanos. Toda una ironía de la muerte.
No sé si existirán más casualidades como estas, seguramente sí, pero las que narro aquí me llevaron a pensar centenares de cosas, esencialmente el papel de una justicia que cojeó tanto que fue sobrepasada por la muerte en esa carrera de la vida en la que muchos siguen corriendo y esperando por lo menos la verdad sobre sus seres queridos.
Ante todo esto, no pude más que trasladar algo de mis pensamientos al Facebook y publicar un post que decía: “Muere el ex dictador Guatemalteco Efraín Ríos Montt… Ya que la justicia terrenal no pudo operar en su contra, esperemos que sea la justicia Maya del inframundo la que le condene…”
Palabras tal vez irrelevantes, pero que por fortuna impactaron en la inteligencia de un par de amigos (Tomás Bolaño y Fid El Le Petit) que atinaron a comentar:
– Tomás Bolaño: ¿A dónde van los dictadores cuándo mueren?
– Fid El Le Petit: Espero que tenga algo que ver con enfrentarse a las miradas de la gente que mataron.
Yo no sé si existan el cielo y el infierno, muchos menos sabría decir hacia dónde van los dictadores cuándo mueren, y aunque me gusta la respuesta de mi amigo Fid El Le Petit, prefiero creer que los tormentos o los castigos que se pintan en el más allá, tuvieron que haberlos sufrido, de alguna manera, durante esta vida.