“Si no podemos hacer nada por todos, hagamos algo por uno”
“Nosotros también estuvimos en su posición y Venezuela nos recibió, se los debemos”, “es que solo vienen a quitarnos las oportunidades de trabajo”, “son una plaga”, “ayúdale, mira que es venezolano”, “cuando juega Venezuela ya toda la cuadra se ánima” (…).
Sería, además de irresponsable, insensato, pensar en que alguien no haya proferido nunca alguna de las anteriores frases o similares. Al respecto mucho se ha dicho, e inclusive, la migración de venezolanos se ha convertido en la más grande de nuestra historia.
Hace pocos días cientos de personas se congregaron a las afueras de los diferentes consulados venezolanos para desconocer el nuevo mandato de Nicolás Maduro y cada vez más la comunidad internacional le da el rechazo “que tanto necesita”. Sin embargo, hay una línea muy delgada que quizá a todos nos cuesta diferenciar en el momento de pensar en soluciones viables; Venezuela no es solo el gobierno de turno, por el contrario, es desde el “tendero”, comúnmente conocido aquí, hasta los altos cargos en el mandato. Aunque estos últimos parecen ser de cualquier otro lugar menos de la patria bolivariana, pero aquello no es para sorprenderse, pues aquí también se consideran ideas de “otro mundo”, como dar vía libre al porte de armas.
“¡Invadir Venezuela!”, dicen muchos, como si considerar una guerra, que puede fácilmente salirse de las manos, no fuera lo suficientemente ilógico en pleno siglo XlX. No hay lugar de Colombia que desconozca la sangre, los disparos o desplazamientos forzados, pues la historia de algunas “guerras silenciosas” y otras no tanto, las sabemos de memoria. Ahora, el golpe de estado sería todo lo anterior multiplicado por la devastación de lo “poco que queda del país”, muertes en la población civil, desaparición total de supermercados, farmacias, censura a la prensa, pérdida del control en el manejo del petróleo… Y la lista, sin duda alguna, no terminaría de ser mencionada en este texto, por lo que sentarse y “echarle cabeza un rato a esta vaina” puede hacer que se dejen de considerar este tipo de soluciones con aires americanos.
De fácil ninguno se está ganando la vida, eso téngalo por seguro, o si no lo da por sentado todavía, piense de manera inversa; visualícese a punto de terminar su carrera o con un trabajo estable, su esposa y dos hijos, una casa no muy grande pero sí lo suficiente para dormir cada uno en una habitación, cumplir con la rutina de los gastos del hogar, quejarse, ¡cómo no!, del precio de todo, pero adquirirlo. Tiempo después, porque no podemos decir que fue “de la noche a la mañana”, sino que es el resultado de malas decisiones y acciones ocultadas al pueblo, se entera de que no hay trabajo, ya no puede pagar su casa, tiene unos pocos bolívares pero las estanterías están vacías. Está tan desesperado que la única solución es tomar, junto con su familia, una mochila y caminar a Colombia (recuerde que estamos imaginando entonces usted siendo colombiano sabe que la situación del país va en retroceso pero no hay otra opción). Al llegar no hay oferta laboral, el costo de vida le parece desmedido y sin más ni menos se da cuenta que pasó de tenerlo todo a mendigar una moneda en la calle para comer lo que este a su alcance y al caer la tarde empezar a considerar dónde pasar la noche.
Es difícil, porque casi nunca tenemos sentido de pertenencia por nuestro país pero sí nos sale a relucir cuando de afirmar “que primero están los colombianos, sus compatriotas, que cualquier extranjero” se trata. El panorama no pinta nada bien y la palabra “esperanza” se hace cada vez más cliché, porque parecen haber tantos temas por solucionar sobre la mesa del gobierno que la migración (y otros como la educación) están haciendo una fila quizá más larga que las de las EPS.
Con lo anterior, si no podemos hacer nada por todos, hagamos algo por uno, y de paso, iniciemos con los propósitos de Año Nuevo para no irlos dejando en la lista; no desmerite el trabajo del otro, no crea que por ser “veneco” entonces cobra más barato, deje de creer que le están invadiendo “el rancho”, pues a fin de cuentas quién delimitó las fronteras, no se queje del que le pide en la calle pues muchas veces le ha dado unos centavos a quién decidió estar en la indigencia, póngale buena cara al “chamo” y, por una vez, no piense como colombiano sino como humano, y verá que no le cambia la vida pero sí se la cambia a aquel que anda Varado en país ajeno.