Las historias de ambas mujeres son poderosísimas, extensas e intentas. La de la rusa Karenina fue escrita por el increíble Tolstoy; publicada en 1877; la de la francesa Emma, escrita por el asombroso Flaubert, vio la luz en 1856.
Ambos libros fueron famosos, inquietaron y despertaron críticas en la sociedad rusa y la francesa. Insólito que las críticas no hayan sido por la aparición de la infidelidad como protagonistas de ambas tramas, sino porque las que cometieron aquél delito fueron Ana y Emma; sí, mujeres.
La sociedad criticó y juzgó a aquellos ficticios personajes, Ana Karenina y Madame Bovary fueron reprobadas por los señores que leyeron los libros, y sonrojaron a las damas lectoras. Para entonces, con esas reacciones, se comprende que el hombre no aceptaba que una mujer fuera infiel, pero se aceptaba en gran medida que el macho, el hombre, sí lo fuese.
En la historia de Ana Karenina hubo una subhistoria de infidelidad por parte de Stepán Arkádievich Oblonsky («Stiva»), pero seguro que los que leyeron el libro no lo juzgaron como lo hicieron con Karenina. De forma implacable.
Desde 1856 y 1877 hasta nuestros días, han pasado muchísimos soles, han corrido ríos de grandes revoluciones y han parido a varias naciones; la sociedad ha cambiado; pero lamentablemente otras cosas no. A la mujer se le sigue empujando a muchos abismos, al hombre se le eleva a los altares, la desigualdad de género ha aminorado, pero se mantiene.
En pleno 2016, si una mujer es infiel, su círculo cercano la juzgará –lógico, teniendo en cuenta que es un pecado, un acto reprochable desde la ética-; Sería equitativo que si un hombre es infiel, se le juzgara por las mismas razones: caer en infidelidad. Pero no, sabemos que no. Un hombre infiel es acreedor de ciertos adjetivos heroicos; una mujer infiel, será acreedora de adjetivos despectivos.
Acudiendo al ámbito criollo, el caso –muy bochornoso, sin trascendencia- vivido en Ibagué, exaltó a una socialmente criticada Daniela Murcia a ser tendencia nacional, juzgada, abucheada y solicitada por los mismos espectadores a ser linchada. Mientras que a “Luis” –el supuesto infiel-, nadie lo criticó. ¿Lo ven?
Ana Karenina, Madame Bovary y presuntamente Daniela Murcia; infieles en común. 1856, 1877 y 2016. Las reacciones se mantienen. Criticar a las infieles, y dar una elegante e hipócrita amnistía a los hombres.
Karenina, por muchos factores sociales, fue llevada a la locura, a quitarse la vida; terminó en los rieles de un tren. Bovary culminó envenenándose tras verse infeliz, agobiada por deudas económicas y amorosas. La mujer sufre el mismo pecado con un peso increíblemente mayor que el hombre; la sociedad le recrimina aún más el ser incorrecta.
Los dos libros aquí aludidos están considerados por muchos portales literarios, como de obligatoria lectura por la delicia en la que fueron escritas; a los que no los hayan leído, les extiendo la invitación a que lo hagan; y de paso, a que luchen por la igualdad de género.
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