Para nadie es un secreto que el tiempo que hemos pasado en cuarentena nos ha dado un espacio para reflexionar que normalmente era ocupado por el corre corre del día a día. Nos hemos puesto a dudar sobre nuestra vida y nuestro lugar en el mundo como colombianos, con las conclusiones de frases como «Colombia no está lista para esto» aplica para cualquier situación, que antes de cualquier decisión difícil debemos pedirle sabiduría al colombiano que se quedó en Wuhan y que no hay nada más peligroso que un amigo traqueto con Instagram como lo demostró el Ñeñe.
Pero también nos hemos puesto a reflexionar sobre nuestras relaciones y las de los demás. Todo parece tóxico y tal vez estemos en lo cierto. En China después de siete semanas de cuarentena la tasa de divorcios alcanzó el tope diario como lo anunció el medio chino Global Times. Y no me quiero imaginar que pasará en Colombia ya que acá tenemos historia de tener relaciones tóxicas colectivas.
Cuando se habla de violencia psicológica, física, verbal y económica; inmediatamente pensamos en alguna ex pareja, da igual cómo hayan terminado las cosas, sentimos algo inconcluso, queremos demostrar que fuimos completos santos, decirle a ese ex que ahora estamos mejor, o estar dispuesto a prometer cosas que no vamos a cumplir. Estas características nos brindan una clara descripción de la relación del pueblo colombiano con Uribe.
Nos guste o no, Colombia amó a Uribe, quien terminó su periodo presidencial con la aprobación de ocho de cada diez colombianos según la encuesta Gallup realizada para El País y otros medios. ¿Por qué? Uribe se mostró como una persona preparada, humilde y centrada. Generó emociones con su política de «Mano firme, corazón grande». Creímos que era el amor de nuestra vida y que esté por fin iba a sacarnos de las tusas anteriores. Después de un expresidente al cual le cancelaron la visa americana, tuvo el proceso ocho mil y otro al que la guerrilla dejó sentado con Marbelle, no fue difícil y finalmente como todas, esta relación se transformó.
Esa humildad pasó a populismo con campañas de miedo. Esa persona centrada nos vendió la excusa de «ella es solo una amiga» con sus ministros juzgados y ahora con sus presuntos amigos narcotraficantes. Lo increíble es que «nos dimos cuenta» pero muchas veces por estar calientes nos entraban arranques de amor.
Pasaba la emoción y comenzábamos a ver como nos ponía los cachos con temas como: las chuzadas del DAS, las ejecuciones extrajudiciales, DMG, y Agro Ingreso Seguro; se defendía diciendo que eran chismes creados por envidiosos que tenían celos de nuestra relación como Claudia López y Enrique Robledo. Seguimos en contacto con él por miedo a que no fuésemos capaces de encontrar a alguien mejor y a quedarnos solos.
Aprovechó eso para intentar cambiar las reglas del juego con la segunda reelección y en un acto desesperado usó a Santos y Zuluaga para convencernos de que realmente estaba arrepentido. La primera vez funcionó pero Santos se enamoró y decidió ir en contra de la mayoría de los ideales de Álvaro Uribe, él quería escribir su propia historia de amor.
Este ex sigue apareciéndose con la intención de hacernos sentir horrible, hacernos creer que sin él no somos nada, pero Colombia se cansó de ese prototipo de pareja y esta vez diremos «no soy yo, eres tú».