“Amigo Aguado era un fecundo joven que merodeaba la Granada de los años veinte, con la valentía de la jovialidad y el ansia política”
No es extraño para nuestros ojos, divisar y pensar en la relación histórica entre “letras-muerte”. Tampoco sería complicado saltar automáticamente y decir el nombre de Federico García Lorca, asesinado en el fatídico año 1936. Cabe incluso agregar nombres de varios que, con la pluma en las manos, pudieron tragar el último buche de sangre pensando en la libertad. El martirio de los innumerables poetas y escritores que del mundo han sido víctimas, configuran una extensa lista que deja nuestros pulmones sin fuerzas, un montarrón oscuro que nos elimina la esperanza, artística y de expresión; política y de vida. Sin embargo, ya conociendo universalmente la obra de Lorca, con sus aclamaciones inauditas y soberbias influencias, poca tinta ha corrido en honor de un amigo del occiso, igualmente finiquitado por sus creencias católicas y el candor extremo de esos días.
Joaquín Amigo Aguado, dando valor a su primer apellido, escritor y catedrático de Literatura de la conocida Generación del 27. Colaborador (debido a su cercano contacto con Lorca) de la revista “Gallo” dirigida por el último. Amigo Aguado era un fecundo joven que merodeaba la Granada de los años veinte, con la valentía de la jovialidad y el ansia política que, bajo las fuerzas de las tendencias de la España aquella, no tenían otra labor que una consagración poética y literaria, del más nefasto brillo. Pisando las mismas calles que Enrique Gómez Arboleya y Luis Rosales, Amigo, pudo respirar, ante las altas temperaturas de la península, la muerte de su amigo Lorca, quien en años posteriores ha sido utilizado como un ícono indiscutible de: “Poeta asesinado por el franquismo”.
¿Pero quiénes asesinaron a Joaquín Amigo Aguado?
La respuesta es concisa y clara. El 24 de agosto de 1936, luego de la transversal sublevación militar, en Ronda fue detenido el hombre, ante el verano ferviente del país, tres días después de aquel hecho, y una semana posterior desde la muerte de Lorca, fue arrojado al Tajo del pueblo malagueño por una bandada de partidarios inescrupulosos y asesinos del Frente Popular.
El Frente Popular, fundada en enero del redundante año, era una coalición electoral compuesta por los principales partidos de la centro-izquierda española, pudieron el 16 de febrero ganar las últimas elecciones democráticas durante la Segunda República. Pero Amigo Aguado no fue ni el único ni el correspondiente punto final de los crímenes que la coalición, una vez en el poder, perpetuaría.
Amigo y Lorca, almas inseparables y armoniosas que podían no solo comprenderse, sino vivir con el espejo de las letras en cada cara, ataviados de la antítesis que los tiempos unían, hicieron de las palabras su eternidad y su condena. Bien es cierto la social-cristiandad de Amigo, a sabiendas, conservaba y representaba el integrante más espiritual de la Generación del 27, un hombre españolísimo que iba a misa, y, aun así, comprendió que tantas injusticias lo encarcelarían en el bando izquierdista, y que de ahí no recogería más que traiciones. Un fiel admirador de las creencias freudianas, constituía la mejor autocritica para sus compañeros, y tal condición levantaría ampollas.
Ver a un joven de letras descendiendo desde el Tajo de Ronda, fue como tirar un diamante o como disparar a la blanca paloma de la libertad, también un hijo y alusión del espíritu santo, aquel que Amigo leería en la Santa Biblia alguna ansiada noche.
Lorca en un poema dedicado a Joaquín, titulado «Dos marinos en la orilla» de sus Canciones de 1921/1924, escribiría: Tenía la boca de jabón/ Lavó sus palabras y se calló/ Mundo plano, mar rizado/ cien estrellas y su barco/ Vio los balcones del Papa/ y los pechos dorados de las cubanas/ Mira al agua.
Esto nos habla sobre la timidez y escasez instintiva de expresión que poseía Aguado, «Lavó sus palabras y se calló» Las confidenciales caracterizaciones que su afamado amigo nos regalaría, son como unas lejanas voces en medio de una figura de la que solo hallamos su presencia, su fantasmagórico nombre, y su recuerdo, de aquel escritor que caía sobre la altura de uno de los más bellos paisajes ibéricos.
Si bien se dice de Lorca que fue fusilado a manos franquistas, aún existen pocas luces de tal conjetura. Todo aquel que atrevió a declarar basándose en la pública opinión del poeta y trayectoria, mal proclama. Hemos de dejar lugar a la duda. Si bien, cayéndonos en tal modismo y amarillismo periodístico, comprendemos que dos amigos, en la brillantez de la mente, fueron asesinados, uno por el franquismo, otro por los republicanos (comunistas).
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