Amarás a los animales como a ti mismo

El enemigo de este proyecto sería el procurador Alejandro Ordóñez.
Ya no son los homosexuales, los negros o las mujeres los que más padecen la indiferencia de la sociedad. Los seres humanos vamos superando la discriminación entre nosotros mismos, pero a los animales se les sigue maltratando e ignorando sus derechos más elementales, entre ellos el fundamental: el derecho a la vida.

Hay que ir más allá de descarretillar y pensionar a los caballos y mulas que durante años soportaron pesadas cargas en su condición de ‘zorras’; hay que ir más allá de prohibir las corridas de toros, para mencionar un segundo caso. Los animales (equinos, felinos, caninos) están reclamando un lugar propio para ser atendidos, sea porque a uno lo atropelló un carro o a otro lo cogieron a patadas.

En Buenos Aires, Argentina, ya hay varios hospitales veterinarios públicos, y la pregunta consecuente es: ¿acá en Colombia, por qué no los puede haber también? Sí, sabemos que hay muchos hospitales en crisis que han debido cerrar por malas administraciones. Muchos dirán incluso que un Hospital Público Veterinario sería carnada para los corruptos, pues los politiqueros se beneficiarían directamente con este tipo de proyectos, ubicando a su gente y manejando el presupuesto a su antojo. Pero no hay bien que por mal no venga. Esos animales que a diario mueren en las calles atropellados no tienen opción distinta a esperar la muerte mientras los transeúntes, no por mala fe, permanecen impotentes viendo los últimos momentos de vida del animal. Porque es que, ¿a dónde lo llevan? Muchos necesitan internación inmediata pero no hay dónde, porque, o los dueños son de escasos recursos, o el animal no tiene hogar. Decir que hay hospital para ellos, ya es decir mucho.

¿Cuántos más tienen que morir para que verdaderamente les presten la debida atención?  Ya hay derechos internacionales de los animales que Colombia supuestamente acoge, y ha habido fallos en los últimos años que les han dado un lugar merecido, pero que no existan hospitales públicos veterinarios, no reduce sino a palabras esos derechos.

El enemigo de este proyecto sería el procurador Alejandro Ordóñez, porque en la Biblia Dios no ordena por ninguna parte amar a los animales como a ti mismo, ni cosas de esas. Para la moral del Dios católico los animales son solo instrumentos de sacrificio o trueque, como en Levítico 4, 28-29: “Y traerá por ofrenda una cabra sin defecto, por su pecado cometido. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto”. De modo que amar o proteger la vida de los animales… a los ojos del Procurador General –defensor además de las corridas- eso podría ser incluso cosa del demonio, puesto no se apega a la ley divina.

Este proyecto sería más prometedor si las universidades públicas se apersonaran de asumir como propia la creación, dotación y puesta en marcha de hospitales públicos veterinarios. No basta con centros móviles de atención a animales, que los hay en Bogotá y otras partes del país; se necesitan hospitales y espacios propios para los susodichos.

Fernando Birri  dice que con la utopía “me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos, y el horizonte se desplaza diez pasos más allá”. Pero es mejor pensar en utopías y avanzar, a quedarnos estáticos pensando en que “eso no es posible”. Los animales están reclamando su lugar en la sociedad, y es apenas justo un Hospital Público Veterinario.  Ya luego vendría el debate sobre el asilo para estos animales.

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Santiago Molina

Licenciado en Humanidades, Lengua Castellana de la Universidad de Antioquia.​

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