“¿Cómo podrían entonces los feminismos influir en las acciones y elecciones de crianza en una familia como esta, si para la época de niñez y adolescencia de mi papá la palabra no era relevante como en estos tiempos presentes?”
Mantenía una conversación con una de esas mujeres con las que puedes pensar en voz alta y sin filtro. Hablábamos de los múltiples problemas que aquejan al planeta tierra y pensábamos en cómo crear soluciones prácticas. Hasta que finalmente caímos en cuenta de la imposibilidad de realizar acciones colectivas que provoquen un avance en nuestra sociedad, sin que se produzca un proceso de conciencia individual, luego se practique en casa y por ende se reproduzca en un nivel social mayor.
Para los años 80´s la palabra feminismo, en Colombia, no tenía el reconocimiento que quizá tiene ahora, teniendo en cuenta que en nuestro país la segunda ola del feminismo iniciaba dos décadas atrás. Sin embargo, durante esos años, hubo una ligera apertura del acceso a mujeres en la economía o puestos de decisión política, pero esto se daba únicamente en esferas donde las mujeres tenían cierto nivel de estudios, es decir, este no era un tema recurrente en las conversaciones familiares o en los círculos sociales, pues eran muy pocos los movimientos que luchaban por una equidad de género.
Mi papá creció en un barrio del centro de Bogotá, un barrio rodeado de problemas económicos y sociales. Un lugar al que le ha costado mucho su recuperación a nivel urbano, pero sobre todo le ha costado quitarse la etiqueta o el estigma de “barrio peligroso”, igual que a otras zonas del país. Mi abuela, una mujer tolimense que dejó su ciudad natal en compañía de sus hermanos y madre a causa de la violencia y descuido de su papá, forma una familia con mi abuelo, quien es un nariñense que vivió en carne propia el desplazamiento forzado.
¿Cómo podrían entonces los feminismos influir en las acciones y elecciones de crianza en una familia como esta, si para la época de niñez y adolescencia de mi papá la palabra no era relevante como en estos tiempos presentes? ¿Está impuesto en nuestro sentido común el cuidado equitativo a los miembros de una familia? ¿De dónde vienen entonces los valores del respeto por la otredad independientemente de su género?
Antes de avanzar es necesario mencionar que cuando se habla de la palabra feminismos, en plural, nos permite entender que no se trata de una única perspectiva, sino que es precisamente esa pluralidad, la que da espacio a las distintas formas de verlo y vivirlo, pero siempre con una base: el respeto por el otro.
Y es acá donde quiero detenerme: mi papá no creció en un contexto feminista, llamado así propiamente, tampoco creció en un país o barrio donde la equidad de género fuera algo que se hablara a voces, pero sin duda alguna sus padres, de una manera implícita, criaron a sus hijos con una visión de equidad e igualdad, tanto en sus derechos como en oportunidades, luego cada quien fue eligiendo su propia visión del mundo y actuando con o sin coherencia frente esto.
Mi mamá fue una mujer que, por causa de una amenaza de aborto cuando yo tenía un par de meses en su vientre, decidió abandonar sus estudios. Años después, teniendo cuatro hijos y un matrimonio, tuvo la posibilidad de continuar y terminar su carrera profesional. Ella debía trabajar en las mañanas entre semana, atender las responsabilidades familiares en las tardes y por supuesto, no abandonar su relación de pareja.
Los sábados en casa, junto con mis hermanos, era el día de limpiar y organizar la casa y hacer deberes escolares, pero sobre todo de disfrutar el delicioso estofado de pollo con verduras cocinado por mi papá, el famoso “almuerzo de los sábados”; y es que mi papá era el encargado de cocinar, no solamente el sábado, sino también entre semana cuando su flexible trabajo lo permitía.
Él jamás fue un hombre que antepusiera su condición masculina como excusa para no realizar labores no remuneradas en casa, esas labores que generalmente se atribuyen como tareas femeninas, tampoco puso a mis hermanos en el absurdo escalón de la superioridad masculina, no reforzó el estereotipo de lo que pueden o no hacer las niñas. Él fue un hombre que se involucró completamente en la crianza de sus hijos, respeta la libertad de sus hijas, enseña, aconseja y da de forma equitativa a sus hijos e hijas y es un ejemplo de cuidado a las mujeres sin ponerlas en una posición inferior; alienta a hombres y mujeres a esforzarse por lo querido y realiza otras tantas labores más sin importar cuál sea la etiqueta social con las que están marcadas. Para mi papá fue natural dedicar horas a casa y a sus hijos mientras su esposa cultivaba su intelecto y cumplía sueños personales que, a final de cuentas, son logros colectivos familiares.
Para mi esto ha sido, además de un potente sello de identidad, un ejemplo vívido de equidad, amor y respeto profundos. Mi papá ha marcado en mi la cada vez más intensa búsqueda por la equidad en los multidisciplinares oficios en los que me desempeño, además de ser un soporte para que otros alcancen sus objetivos y ser un hombre que celebra de forma genuina estas acciones. La identidad misma, el carácter y los deseos de libertad, han estado marcados por un hombre que no conoció esa palabra feminismo, pero en el que la feminidad ha existido desde su relación con su madre, sus hermanas, su esposa e hijas.
Entonces claro está: el núcleo próximo que se tiene en la niñez, ese donde formamos los ideales de vida y moldeamos los pensamientos, es vital para elegir nuestras posturas de manera consciente, y que, si bien están dispuestos al cambio, sí permiten la posibilidad de acciones que aporten equidad e igualdad a las realidades sociales.
Así que como escribiría la historiadora Vanessa Rosales “los padres pueden ser modelos para los niños, de masculinidades más libres, menos encerradas en prototipos limitados; y dar fuerza de libertad desde pequeñas a sus hijas”.
Referencias:
Villarreal, N., (1994). Historia, género y política. Movimiento de mujeres y participación política en Colombia 1930-1991. Págs. 171-173. ISBN: 84-477-0320-7. Barcelona-España. Recuperado de http://www.ub.edu/SIMS/pdf/HistoriaGenero/HistoriaGenero-09.pdf
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