Alfonso Sánchez Cadavid (1941-2021)
Uno de los grandes ingenieros colombianos falleció en Rockville, Maryland, el 27 de octubre
Toda la vida profesional de Alfonso Sánchez fue una entrega generosa al trabajo riguroso, en aras del bien público. Recién graduado como ingeniero civil en la Escuela Minas de Medellín en 1964, se vinculó a la firma Integral para colaborar en los estudios y diseños del proyecto hidroeléctrico de Guatapé, entre otros. En 1967 pasó a ocupar el cargo de director de la Unidad de Infraestructura del recién creado Departamento Nacional de Planeación, uniéndose así al grupo de brillantes profesionales jóvenes ilusionados en sacar al país del atraso económico y social agudizado por la falta de infraestructura y de buenas instituciones públicas.
En 1970 continuó su educación en la Universidad de Michigan donde obtuvo el grado de Máster en Economía de Recursos Naturales. Durante los años setenta, fue gerente técnico de las Empresas Públicas de Medellín y jefe de la división de agua potable del Banco Mundial para regresar al país al final de la década como gerente administrativo del Consorcio ICA-Grandicon en la construcción del proyecto hidroeléctrico San Carlos. A partir de 1981 continuó con su larga y exitosa carrera en el Banco Mundial, donde ocupó los cargos de jefe de la División de Energía, Jefe de la Oficina de Contratación y Ombudsman. Durante su carrera en el Banco Mundial, Alfonso logró enorme reconocimiento, no solo por su capacidad técnica, sino también por su habilidad como administrador, gracias a su don de gentes, su permanente interés en buscar consensos y resolver conflictos. Fue gracias a esos atributos que llegó al difícil cargo de Ombudsman. Después de pensionarse el Banco Mundial, se graduó como árbitro en la Universidad de Reading Inglaterra y continuó asesorando a entidades internacionales y gobiernos en problemas de contratación y resolución de conflictos.
A Alfonso le dolían los problemas del país y nunca fue ajeno a sus tribulaciones. En Washington, donde compartimos muchos años, surgió en forma natural como líder de un grupo de profesionales colombianos vinculados a los organismos internacionales. A pesar de la distancia, fue durante décadas miembro destacado del grupo de egresados de la Facultad de Minas de 1964. Hasta pocos días antes de caer enfermo de neumonía, estuvo promoviendo debates sobre los temas más urgentes de los grandes proyectos de infraestructura nacional, y en particular sobre las decisiones de los entes de control de levantar cargos, contra colombianos insignes y comprometidos con el bien común, por los sobrecostos y atrasos en los proyectos de Reficar e Hidroituango. Sus numerosos artículos en la prensa nacional y en publicaciones especializadas contribuyeron a hacer claridad sobre los errores en la metodología empleada por dichos entes. En su opinión, ignorar que la incertidumbre inherente a los grandes proyectos de infraestructura puede ser fuente de costos imprevisibles llevó a los entes de control a inculpaciones infundadas, con consecuencias nefastas para el futuro de la inversión pública en Colombia.
Yo tuve el privilegio de conocerlo no solo como colega, sino como amigo. Alfonso fue un extraordinario ser humano, que gozó tanto de la vida familiar como de la buena mesa y el vino sabiamente escogido, de las veladas con bambuco y guitarra y de la ilusión permanente de hacer más feliz a los demás que a él mismo. Qué fortuna tuve de compartir tanto con él.
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